¡Nos queda claro que es bueno para mover el machete, pero pésimo para la gobernanza!
En lucha cuerpo a cuerpo, empeñados en no dejarse ganar el lugar, acudiendo a las prácticas más corruptas y deleznables y dejando la zalea en el camino, los gobernadores de Morelos, Cuauhtémoc Blanco, el de Puebla, Miguel Barbosa y el de Veracruz, Cuitláhuac García Jiménez cumplen 21 meses sin dejar el liderato que los ubica como los peores gobernadores del país.
A veces se la lleva el atarantado de Cuitláhuac, sin embargo, se observa el arrebatado empeño del semidormido de Barbosa, sin olvidar desde luego, las mágicas jugadas de Cuauhtémoc quien apoyado por sus cuates del crimen organizado, nomás no deja tan deshonrosa posición.
Uno con el machete, otro que escupe y ofende al hablar y el tercero que decide con las patas, son los exponentes de lo mal que le sale mejor a la Cuarta Transformación.
Son los consentidos, pero que digo consentidos, los “benditos” del Peje.
Son sus “juanitos” que, hagan lo que hagan, se roben lo que se roben y ofendan y laceren a sus gobernados, jamás serán tocados ni por los pétalos de la Rosa de Guadalupe.
Hoy como hace 20 meses la opinión pública vuelve a enterarse de lo mismo: que en Veracruz su gobernador sigue atrás del último o, dicho de mejor modo, en los primeros pero de abajo para arriba.
Y ni cómo ayudarle a nuestra estrella local.
Antes los aplaudidores de Cuitláhuac García, que se cuentan con los dedos de las manos, se quejaban de que la encuestadora Massive Caller era pagada por los fifís para descreditar al aborigen, sin embargo, el argumento se acabó cuando cinco empresas demoscópicas más, entre ellas Arias y Mitofsky, coincidieron en lo que siempre se supo, “que estaba mes con mes entre los peores gobernadores de la república”.
Hoy, como desde la llegada de los chairos al poder, Veracruz tiene que esconder la cara por la vergüenza que da observar a nuestro desgarbado mandatario pintando guarniciones, reparando fachadas de chozas, chapeando camellones y bailando salsa, pero jamás sentado para empezar a gobernar.
Mejor orondamente su segundo –que es el primero- Eric Cisneros, se ha apoltronado de la silla del gobernador que permitir que un verdadero gobernador -no uno de caricatura- ejerza el poder.
Y pareciera albur o doble sentido, pero Cuitláhuac no se mueve de la cola. Pasa un mes. Le sigue el otro. Y uno más, sea pandemia o no, y no hace nada por mejorar.
Ni pa´bien, ni pa´mal. Ni pa´Dios, ni´pal Diablo.
No tiene empeño. Le vale un soberano rábano se hable bien o mal de él. Le vale madre que se diga que tiene a toda su familia en el gobierno. Que a su media hermana la quiere hacer alcaldesa de Xalapa. Que está rodeado por una bola de corruptos, y que seis cárteles –por él reconocidos- gobiernan Veracruz.
Este singular gobernante –que seguramente no trae en mente ser Presidente de México como lo han sido en la historia de México siete distinguidos veracruzanos- trae, como su patrón, otros datos, otro plan y otra estrategia.
Los fines de semana –excepto el sabadaba- tiene de fijo asignada la tarea de “chapeo”; luego inaugurar unos metros de carretera escenográficos, más tarde visitar hospitales donde no hay contagios de Covid-19 y concluye su extenuante jornada con una reunión de seguridad pública donde, sin variar, se coincide en que estamos ¡A toda madre!
Se auto engaña al creer que la ciudadanía piensa igual que él.
La irritación social crece en el día a día y aunque entre la ciudadanía exista la esperanza de se vaya en diciembre y llegue Ahued, la realidad es que ni se irá, ni Ahued será gobernador, ni su alcahuete, López Obrador, está pensando llevarse a México a este bueno para nada ya que su gobierno tiene demasiados.
La esperanza real deberá fincarse en las elecciones del año próximo a fin de acotarle poder con un Congreso que pare en seco el saqueo de bienes públicos y que con gobiernos municipales, no morenos, se encuentre el equilibrio y una mejor distribución, no de la pobreza como hacen los chairos impresentables con sus zapatos rotos, sino de la riqueza.
Tiempo al tiempo.
*Premio Nacional de Periodismo