CENTENARIO DEL NATALICIO DE ÁLVARO MUTIS. (V)

“Empresas y tribulaciones de Maqroll el Gaviero: “Amirbar.”

Mtro. José Miguel Naranjo Ramírez.

En esta quinta historia retorna Maqroll el Gaviero como protagonista central. A estas alturas el lector se encuentra muy familiarizado con el mundo del personaje; sus empresas, fracasos, éxitos, particularmente conoce la forma de pensar y conducirse de Maqroll y, también el lector sabe que el personaje es amigo de su creador, sí, el Gaviero es íntimo amigo de quien lo ha creado literariamente, sólo que el trato que tienen en esta historia es de personaje a personaje, esto implica que al convivir Maqroll le cuenta sus aventuras, de hecho, esta quinta novela inicia con el Gaviero postrado en una cama muy enfermo de malaria, allí lo va a rescatar su amigo-creador y lo lleva a una clínica, en todo el periodo de recuperación el Gaviero convivirá con su creador y personas cercanas a él. Aquí les narrará más aventuras vividas y son las que forman parte de esta novela titulada: “Amirbar” publicada en 1990.

En cada historia fácilmente el lector podrá encontrar a más de un personaje clave que acompaña al protagonista central. En esta historia hay por lo menos tres protagonistas fundamentales: Dora Estela, su hermano Eulogio, y Antonia. El Gaviero emprendió un proyecto alejado de la mar, ahora decidió ir a explorar unas minas donde se rumoreaba que se podía extraer oro. El personaje más que buscar riquezas andaba en busca de aventuras, fue un hombre que nunca pudo ni quiso echar raíces, para él la vida no podía vivirse en la rutina que nos ahoga y ahorca. Claro, por supuesto que pagó el precio de llevar una vida así, más fue la vida que eligió. Para emprender el plan llegó a un pequeño poblado cerca de la mina, allí rentó un pequeño cuarto para dormir y empezó a informarse con la gente del pueblo de cómo estaba el tema de la mina. Desde luego que esta información la requería con cuidado, porque sabía el Gaviero que abundaban historias sobre las minas: que los soldados asesinaron a toda una familia que por ahí vivían, que los anteriores buscadores de oro quedaron enterrados, en fin, ya se imaginarán.

Maqroll empezó a visitar un café que funcionaba como burdel, en este espacio trabajaba Dora Estela conocida como la Regidora. Esta mujer fue clara desde un inicio con Gaviero, le dijo que ella trabajaba ahí pero que no era ninguna prostituta, y que le recomendaba tratara muy bien a las demás chicas, porque a todas ellas, aunque les ofrecieran dinero, sino las trataban con respeto y si no les gustaba el hombre, jamás se acostarían con ellos. “Así que lo más importante para que te aprecien y respeten es que lo hagas tú primero.” El Gaviero le agradeció a Dora Estela la advertencia y se hicieron grandes amigos, entre ellos al inicio no hubo ninguna intimidad, se querían, platicaban, apoyaban, respetaban, pero no pasaba de ahí.

 

En este ambiente de plena confianza el Gaviero le manifestó su interés de ir a las minas. Dora Estela le dijo que hablaría con su hermano Eulogio, que él era un experto en ese tema. A los pocos días Eulogio platicó con Gaviero y acordaron empezar sus idas a las minas e intentar descubrir si valía la pena invertir tiempo y dinero en el proyecto. Fueron a la primera mina y aquí el lector conocerá toda la odisea vivida. Al poco tiempo, después de comprobar que en esa mina no había nada decidieron ir a otra. Allí si encontraron un poco de oro. Eulogio se encargaba de bajar a la capital, vender el oro y comenzaba a irles bien, empero, un día Eulogio fue detenido por los soldados, lo golpearon y casi muere. Dora Estela mandó a una mujer de absoluta confianza llamada Antonia a la mina, esta le explicó lo sucedido a Maqroll, señalando que Eulogio por ahora no podía ir a seguir ayudándolo en los trabajos, pero que, si él la aceptaba, ella con mucho gusto podía estar ahí con él. A esto debemos agregar que Dora Estela le envió una carta al Gaviero explicándole que Antonia era como de la familia, que mientras Eulogio se recuperaba ella podía ayudarlo en todo el trabajo.

Antonia no sólo resultó excelente trabajadora, confiable, entregada, solidaria, además, se convirtió en una excelente compañía para Maqroll en esos lugares tan inhóspitos e invivibles. En la carta Dora Estela le especificó a Maqroll que si quería tener relaciones con Antonia se lo dijera si miedo, que si ella quería accedería y sino, la respuesta sería negativa más ella no se ofendería y las cosas seguirían igual. No hubo necesidad que Maqroll le expresara algo, un día Antonia le estaba dando un masaje con una pomada producto de la larga jornada laboral y Maqroll comprendió que el masaje ya no era de camaradas: “La fui desvistiendo lentamente y, ya desnudos los dos, comenzamos a besarnos en silencio, cada vez más excitados. En un momento en que estaba encima y listo para entrar en ella, Antonia se dio vuelta bruscamente y quedó boca abajo. “Así quiero –me dijo –, así me gusta. No te preocupes. Estoy acostumbrada y gozo lo mismo, sin peligro de quedar preñada.” Entré sin dificultad y me di cuenta de que, en efecto, ella había aprendido ya a disfrutar en esa forma con tal de no correr riesgo alguno. La impresión era extraña y me resultaba muy excitante.”

Cualquier lector podría cuestionar que: qué de extraordinario o trascendental puede tener narrar la historia de sodomía de esta pareja, por cierto, historia que la viven un sinfín de parejas. Lo interesante lo encuentro en lo siguiente. Maqroll le tenía cariño a Antonia y ella estaba entregada a él, mas, el Gaviero empezó a preocuparse porque él sentía que por la forma tan apasionada, entregada, por la forma tan particular en que ella gozaba al entrar él por atrás, se fue creando en ella un sentimiento de entrega total: “La intimidad de nuestras relaciones, marcadas por ese signo de física distorsión del cauce usual del placer, iban creando en ella un actitud de sumisa entrega, de apego casi animal que se manifiesta muy claramente en su forma de trabajar..”

La preocupación de Maqroll era porque él sabía que acabándose el trabajo de la mina, fiel a su estilo partiría y no quería ilusionar ni mucho menos lastimar a una mujer que le daba todo su amor sin medida. Habló este tema con Dora Estela, ella se ofreció a hablar con Antonia:

No creo que el problema tenga que ver con esa manía de Antonia de no hacer el amor como el resto de las personas. Yo le creo cuando dice que haciéndolo por detrás lo disfruta igual. Descartando eso, ya que usted lo aceptó desde un principio, lo que sucede, entonces, es que está enamorada y eso sí es peliagudo, porque nunca le había sucedido antes.”

Tan enamorada se encontraba Antonia de Maqroll, que un día en pleno acto, cuando decimos cosas que sólo en ese instante nos nacen, ella le manifestó que estaba segura que con él quería hacerlo de frente, más lo único que la detenía era que la fuera a dejar abandonada con un hijo. El Gaviero aprovechó el momento para confirmarle que no era un hombre de echar raíces. Ella lo aceptó, lo sabía porque ya se lo había dicho Dora Estela, entonces, una mujer tan entregada, tan apasionada, así como se entrega sin límites a ese hombre que la posee y ella quiera que la posea, que la sodomice, que la domine, que la haga suya, también puede actuar desesperadamente cuando siente que ese hombre se le va y Antonia decidió prender fuego en la cueva donde estaba su amado Maqroll: “Me despertó, de repente, un intenso olor a gasolina y la sensación de un líquido frío por mi espalda. Nadé hacia la orilla mientras Antonia desaparecía entre los arboles gritando como una loca: “¡Contigo hubiera tenido un hijo, pendejo! –decía mientras su voz se alejaba en la espesura –. ¡Muérete, animal! ¡El que no tiene casa que viva en el infierno!”

Maqroll se salvó y en esta misma historia vivirá otras aventuras, pero la trama central de toda la novela se encuentra en la pasión vivida con Antonia, y en dos momentos de pasión que disfrutó con Dora Estela. Ambas mujeres le enseñaron a Maqroll que la forma de apasionarse, amar, entregarse, son tan diferentes, que nunca dejamos de aprender, disfrutar, asombrarnos, y que la pasión tan ardiente que Antonia sintió por él, casi casi esas llamas lo consumen por completo.

 

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