“Empresas y tribulaciones de Maqroll el Gaviero: La nieve del Almirante.”
Mtro. José Miguel Naranjo Ramírez.
“Saber que nadie escucha a nadie. Nadie sabe nada de nadie. Que la palabra, ya, en sí, es un engaño, una trampa que encubre, disfraza y sepulta el precario edificio de nuestros sueños y verdades, todos señalados por el signo de lo incomunicable.” Lo transcrito es un pequeño párrafo de frases sueltas que conoceremos del emblemático personaje llamado Maqroll el Gaviero, pero que, en sí, son frases muy íntimas y sentidas por el creador del personaje, me refiero al extraordinario escritor colombiano Álvaro Mutis, de quien se recuerda el centenario de su nacimiento siendo un 25 de agosto de 1923 en Bogotá.
Álvaro Mutis nació en Colombia, mas, su infancia la vivió en Bruselas, Bélgica. Fue un niño que creció viajando de Europa a América, disfrutando de la buena mesa, rodeado de libros, empero, al morir su padre, su madre decidió regresar a vivir de manera permanente a Colombia. Esta experiencia será fundamental en sus obras literarias, por lo menos en los paisajes de las historias donde aparece Maqroll el Gaviero, el lector se encontrará con ríos, flora y fauna colombiana. Literalmente Álvaro Mutis expresó: “Todo lo que he escrito está destinado a celebrar, a perpetuar ese rincón de la tierra caliente del que emana la substancia misma de mis sueños, mis nostalgias, mis terrores y mis dichas. No hay una sola línea de mi obra que no esté referida, en forma secreta o explícita, al mundo sin límites que es para mí ese rincón de la región del Tolima, en Colombia.”
Y si seguimos hablando de las experiencias personales como punto de partida para la creación de sus obras literarias, el lector debe saber que Álvaro Mutis llegó a vivir a México cuando tenía aproximadamente unos treinta y tres años de edad. Y que por problemas con la justicia colombiana fue encarcelado en la prisión de Lecumberri. Esta difícil experiencia será la piedra angular que le permitió escribir siete novelas donde el personaje central es Maqroll el Gaviero, aclarando que este singular personaje ya había aparecido en algunos poemas de su creador, no obstante, cuando el personaje adquiere transcendencia, cuando se convierte en un protagonista icónico en la obra de Mutis y de la literatura hispanoamericana, es a través de las siete novelas.
No significa que las historias que vive Maqroll son hechos que suceden en una cárcel, no, no va por ahí. La prisión le enseñó a Álvaro Mutis la profunda sensación de soledad, angustia, vacío, tristeza, desinterés, en palabras textuales sobre su estancia en prisión Mutis afirmó: “En la cárcel tú llegas al final de la cuerda…En la cárcel estás frente a nada.” Y todas estas impresiones, conmociones, son ampliamente abordadas mediante las historias que le suceden a Maqroll. Así que, en este mes dedicado a Álvaro Mutis, en las cinco semanas de agosto conoceremos las primeras cinco novelas de la serie titulada: “Empresas y tribulaciones de Maqroll el Gaviero”, e iniciamos con la titulada: “La nieve del Almirante”, publicada en 1986.
Todo inicia cuando el personaje que nos cuenta la vida y andanzas de Maqroll el Gaviero, se encontró con un libro que le interesaba mucho leer sobre el asesinato del Duque de Orleans Luis de Valois a instancias de su primo Juan I de Borgoña. Atrapado por su nuevo hallazgo en una librería ubicada en Barcelona, de pronto percibe que al interior del libro se encuentran varias hojas sueltas tipos facturas comerciales o formatos de contabilidad. Empieza a leer las hojas y descubre que se ha topado con un diario escrito por Maqroll el Gaviero, un personaje que ya ha estudiado, conocido sus aventuras y que pensó no daba para más. Así que emocionado lo lee y lo comparte con nosotros bajo el título: “La nieve del Almirante”. La explicación del titulo es muy sencilla, así se llamaba la tienda u hostal donde Maqroll vivió feliz junto a Flor Estévez, por lo menos hasta esta primera historia, la única mujer que lo ha comprendido y creo yo, amado.
La historia que narra el diario inicia el 15 de marzo y concluye el 29 de junio. Sabrá Dios de qué año. Maqroll va embarcado con la ilusión de llegar a un aserradero y comprar mucha madera para con ella hacer el negocio de su vida. Flor Estévez le otorgó todos sus ahorros para que emprendiera esta nueva aventura, puntualizando que ella no estaba de acuerdo en este lance, más, en silencio lo amaba y lo demostraba con hechos. El viaje es largo, en el a veces amplio y en momentos angosto rio Xurandó, vivirán un sinfín de peligros, incidentes, sufrimientos, temores. Los protagonistas que van abordo son: El gaviero, el capitán, el mecánico, el práctico, y un extranjero de origen eslavo llamado Ivar.
El 18 de marzo ya tuvieron su primera experiencia muy singular: “Al anochecer se presentó una familia de indígenas, el hombre, la mujer, un niño de unos seis años y una niña de cuatro. Todos desnudos por completo. Se quedaron mirando la hoguera con indiferencia de reptiles. Tanto el hombre como la mujer son de una belleza impecable…Esa noche, mientras dormía profundamente, me invadió de pronto un olor a limo en descomposición, a serpiente en celo, una fetidez creciente, dulzona, insoportable. Abrí los ojos. La india estaba mirándome fijamente y sonriendo con malicia que tenía algo de carnívoro, pero al mismo tiempo de una inocencia nauseabunda. Puso su mano en mi sexo y comenzó a acariciarme. Se acostó a mi lado. Al entrar en ella, sentí cómo me hundía en una cera insípida que, sin oponer resistencia, dejaba hacer con una inmóvil placidez vegetal…Una náusea incontenible iba creciendo en mí. Terminé rápidamente, antes de tener que retirarme a vomitar sin haber llegado al final. Ella se alejó en silencio. Entretanto, en la hamaca del eslavo, el indio, entrelazado al cuerpo de éste, lo penetraba mientras emitía un levísimo chillido de ave en peligro.”
Los días pasarán y vendrán muchas experiencias, en algunas estuvieron muy cerca de la muerte. Además, hubo días que no tuvieron contacto más que con la naturaleza bruta, agresiva, y no sin sufrimientos resistieron. Conforme avanza la historia se va conociendo a los personajes y este conocimiento permite comprender su conducta, sus actitudes y, en lo personal, poco a poco el capitán me fue cautivando. Un hombre que desde niño la vida se le complicó. Su padre era un minero que se casó con una mujer de la raza piel roja, al enterarse la familia de la mujer de este amorío, los hermanos de ella buscaron al minero para vengarse, entonces, al minero no le quedó de otra más que con la ayuda de su mujer asesinar a todos sus cuñados. De este matrimonio nació un hijo, el capitán de la embarcación donde va Maqroll el Gaviero. El capitán creció en un ambiente de extrema dureza, rigidez, de joven fue abandonado, cuando se enamoró y fue correspondido, terminó abandonando a ese amor de forma incomprensible, inexplicable…
La soledad, el sentido o sinsentido de la vida, el sentimiento de absurdo, la inmediatez del tiempo, son temas ampliamente planteados por los protagonistas, o la misma historia que van viviendo y contando, implícitamente hace que en el lector surjan esas eternas interrogantes que nos hacemos y a las cuales casi nunca les encontramos una respuesta que nos satisfaga. La historia continúa, pero hay dos posturas en los personajes centrales que son claves, por una parte, el capitán al final del viaje cuando vio que Gaviero casi muere, tuvo un cambio muy fuerte de actitud, su actitud es la renuncia, sintió que a determinado tiempo ya no vale la pena continuar con el viaje, porque según él, todos nuestros viajes terminan en lo mismo, en la nada:
“–Sí, por eso y por lo que me hizo reflexionar. Es como si hubiera descubierto de repente, que estaba jugando el juego que no me tocaba. Es muy malo cuando se vive parte de la vida haciendo el papel que no era para uno, y peor aun es descubrirlo cuando ya no se tienen las fuerzas para remediar el pasado ni rescatar lo perdido. ¿Me entiendes?”
El capitán sentía que: “Nadie escucha a nadie. Nadie sabe nada de nadie.” Creo que esta sensación es la peor enfermedad que podemos padecer los humanos. Sin embargo, por vigente y agresivo que sea este mal, la cura sigue estando a nuestro alcance. Hay que escucharnos. Hay que mirarnos a los ojos. Hay que darnos un abrazo. Hay que dialogar. No vivamos encerrados en una gran cárcel, en la cárcel de la indiferencia, en la cárcel de la inmediatez que no nos conduce a ninguna salida. Si entendemos esto, la postura que tendremos no será la del pobre capitán, sino la del valiente Maqroll el Gaviero:
“Si bien termino siempre por consolarme pensando que en la aventura misma estaba el premio y que no hay que buscar otra cosa diferente que la satisfacción de probar los caminos del mundo que, al final, van pareciéndose sospechosamente unos a otros.” No importa, mientras haya vida nuestro deber es seguir caminando los caminos del mundo. Porque: ¿Para qué derrotarse entes de tiempo?, ¿para qué anticiparse a lo que ya está asegurado? Sigamos caminando.
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