Un narcoestado llamado Veracruz

* La delincuencia financia campañas: Cuitláhuac  * Impone alcaldes, jefes policíacos, directores de Obra  * Y el gobernador los deja hacer  * Frente al reclamo de las mujeres, el miedo de Andrés Manuel  * Víctor Carranza, inútil y cobarde  * Saúl Wade, tras las regidurías de la oposición  * Y el PRI de Veracruz plantea vetarlo

MUSSIO CARDENAS ARELLANO

Publicada en mussiocardenas.com

13 de marzo de 2021

Ávida de impunidad, la delincuencia financia campañas, impone alcaldes, controla alcaldes y al secretario de Obras Públicas y al jefe policíaco. Y el gobernador lo sabe, y lo dice, y lo reconoce y no actúa, y lo deja tal cual.

Tolerada y consentida, la delincuencia en Veracruz pone alcaldes, los somete y va por la Tesorería Municipal, por el erario, por el dinero de todos.

A los alcaldes los presiona y los somete. Y si son “muy descarados —pregona Cuitláhuac García— postulan al candidato”.

Tácita descripción de un estado narco, donde hablan las balas y resuena el fuego de la metralla, donde se mimetizan los cárteles y los alcaldes, y conviven los malos y los otros malos, y se encuentran a menudo y hasta hacen vida social, y hay espacios de poder, territorio, giros negros, recursos públicos, obras y el aparato policíaco en manos del crimen organizado y es insultante la complacencia —complicidad— oficial.

Ya se sabía pero ahora lo admite, lo asume el gobernador. Es oficial.

Al estado narco se llegó por acuerdo de capos y cúpulas políticas. Los cárteles financiando campañas y los candidatos pro-delincuentes que por llegar al poder entregan municipios, distritos, ínsulas del poder al crimen organizado.

Textual, la declaración de Cuitláhuac García es un hito:

“Las bandas delictivas que se tratan de insertar en las estructuras municipales generalmente financian campañas, ofrecen financiar a un candidato la campaña a cambio de que les dé al director de la Policía, a la Dirección de Obras y cuando van muy encarrerados y comprometieron al candidato demasiado, la Tesorería. Y si son muy descarados postulan al candidato”.

El narcoestado está aquí.

Por la ruta electoral, según la tesis del gobernador de Morena, la delincuencia se viene adueñando de alcaldías, del erario, de la obra pública, de la Policía Municipal.

Financia campañas políticas y coopta a candidatos, los futuros narcoalcaldes de Veracruz.

Lengua larga, mente corta, la de Cuitláhuac García se da vuelo al delinear lo que será el Plan de Seguridad durante Campañas y Comicios en el estado de Veracruz. Y va lo medular: su gobierno establecerá el grado de penetración del crimen en los procesos electorales municipales (Al Calor Político, 5 marzo 2021).

Aún retumban sus palabras:

“Ofrecen financiar a un candidato la campaña a cambio de que les dé al director de la Policía, a la Dirección de Obras y cuando van muy encarrerados y comprometieron al candidato demasiado, la Tesorería”.

Y si lo sabe, ¿por qué no actúa? La omisión es delito. Y conocer de una conducta delictiva y callar, es encubrir.

Cuitláhuac respinga cuando la sangre, literalmente, tiñe el proceso electoral.  Van tres crímenes de aspirantes a candidatos a alcaldías, dos de Morena, uno del PRI. Y al del PRI es al que criminaliza.

Son los muertos del gobernador.

A Carla Enríquez Merlín, precandidata de Morena a la alcaldía de Cosoleacaque, la ultimaron junto con su madre, Gladys Merlín Castro, ex presidenta municipal, ex diputada federal, ex diputada local, ex funcionaria del duartismo, por un robo tramado por mente siniestra. Cuitláhuac García lo atribuyó a cacicazgos locales. ¿Le fabrica el crimen a los hermanos Vázquez Parissi?

A Gilberto Ortiz Garza lo interceptaron en la carretera que va a Cardel, en el centro de Veracruz. Fue hallado con varios disparos en el cuerpo en el interior del vehículo. Sería candidato de Morena a la alcaldía de Úrsulo Galván. Nada se ha hecho para esclarecer el asesinato.

Melquiades Vázquez Lucas fue ejecutado de varios disparos mientras se encontraba en el municipio de Mariano Escobedo. Era el virtual candidato del PRI a la alcaldía de La Perla, al que ya había gobernado anteriormente.

El 10 de septiembre de 2020, su hijo, José Mauro Vázquez Gallardo, fue levantado y horas después su cuerpo fue hallado sin vida. A Melquiades sí lo criminalizó el gobernador.

A Melquiades Vázquez Lucas le arrima el narco. Exhibe una manta en que le imputa vínculos con el grupo armado que lo ultimó.

“Es lamentable que suceda esto, pero tiene que ver con esto —dijo el gobernador de Morena—. Públicamente se estuvo enviando una nota, una cartulina que salió en muchos medios”.

Luego agregó:

“Nos llama la atención de cómo se manejaba la víctima, ahí alguien habla de que lo apoyó y no le cumplió, entendemos no económicamente”.

Es revictimización y criminalización. Y lo hace el gobernador de Veracruz.

A la par, soltó la tesis de que la delincuencia financia campañas políticas, impone alcaldes, exige la Dirección de Obras, la Tesorería Municipal, la Policía Municipal.

Cuitláhuac García toca el vínculo narco-gobierno. Ya antes, Miguel Ángel Yunes Linares señaló a Fidel Herrera Beltrán, en 2004, de haber usado recursos del crimen organizado en su campaña. Aludió a testimonios en cortes norteamericanas en que integrantes del Cártel del Golfo revelaron cuánto le pusieron a la campaña del PRI por el gobierno de Veracruz.

Fue el fidelismo el período en que Veracruz se instaló como santuario de Los Zetas, grupo militar entrenado en Estados Unidos que cruzó al lado oscuro, sirvió a Osiel Cárdenas Jiménez y luego se escindió del Cártel del Golfo hasta constituirse en el grupo delincuencial más sanguinario, rival del Cártel de Sinaloa, de los Arellano Félix, de los Beltrán Leyva y del Cártel Jalisco Nueva Generación.

Con Javier Duarte fue igual. Su campaña recibió recursos de Los Zetas, según acusó Yunes Linares, y el estado narco siguió su avance.

Hoy alerta Cuitláhuac García que hay financiamiento de la delincuencia a los candidatos a alcalde. Una relación siniestra, espacios de poder, recursos, control de las obras, infiltración en la Policía.

Permea el narco en la base de la pirámide. Propone alcaldes o quita del camino a los que no le son afines. Ya se sabía pero ahora lo admite el gobernador. ¿Y cómo lo evita? ¿O el plan es dejar que el crimen organizado detente el poder?

Se sabe, también, que los alcaldes pagan cuota. Se incendian sus pueblos, resuena la metralla, corre la sangre y los ediles en su burbuja de inmunidad. Pagan protección con dinero del erario.

Afuera cunde el miedo. Se desploma la economía. Huyen los capitales. Ciudades con brillo se transforman en pueblos fantasma. La gente se cuida porque aquí se respira el miedo.

Y los alcaldes, en cambio, caminan por las calles, sin escolta, sin temor; hacen vida social, degustando finos vinos, carnes exquisitas, el drink en cada ocasión. Suelen correr apenas asoma el sol o trepar en la bicicleta para expandir el pulmón. ¿O no Víctor Carranza?

Otros, líderes como Carlos Vasconcelos, candidato del PRI a la alcaldía de Coatzacoalcos, presume una guardia pretoriana “porque la puedo pagar”. Pero en 2017, en mantas de la elección anterior le imputaron pago de 100 mil pesos semanales a Los Zetas por protección. ¿También, “porque los puedo pagar”?

¿Qué hará con Vasconcelos el gobernador? ¿O con Roberto Chagra Nacif, ex síndico de Coatzacoalcos, ex candidato a diputado federal suplente, que un día aparece en una narcomanta —con razón o sin razón— y otro le recuerdan que el Comandante H, alias Hernández Martínez Zavaleta, le rentó dos pisos de su edificio para convertirlo en gimnasio lavador, y sus cónclaves se realizaban en el célebre restaurant Port House, también propiedad de Chagra, clausurado a partir de la embestida contra el jefe de plaza zeta que lo llevó a prisión tras el crimen de una familia?

Y así, Veracruz entero, el de antes y el de hoy. El vínculo entre el narco y los hombres de poder, candidatos a alcaldes, presidentes municipales en funciones, líderes de partido, caciques, avanzando y permeando por la vía electoral o a golpe de violencia, miedo y dolor.

Así, en ese narcoestado llamado Veracruz.

Archivo muerto

Una valla metálica se vuelve memorial; el Palacio Nacional, una pantalla de proyector en que se lee con letras mayúsculas “un violador no será gobernador”; contingentes de mujeres que son encapsuladas en su trayecto al Zócalo; unas reclamando respeto a sus derechos, a la justicia, a la igualdad; otras cantando, recriminando la ceguera presidencial; unas más, las violentas y los violentos —porque hubo tipos que usaron disfraz de mujer— lanzando embates, golpeando el muro de la vergüenza con martillos y marros, desvirtuando la demanda genuina de las féminas; otras mujeres golpeando e intentando quemar a policías mujeres, lo que es una aberración. Y el Mesías Presidente sumido en la terquedad total. No aprende Andrés Manuel que el movimiento feminista no es un ente político, ni ideológico, ni fifí, ni conservador, ni diabólico. No asimila que las féminas con sus demandas y reclamos, sus gritos y llantos, sus muy particulares exigencias —las de respeto a su integridad, las de una vida sin acoso sexual, las de igualdad laboral, las de acceso real a los espacios de poder y tantas y tan diversas causas—, no son instrumento político de nadie, como López Obrador las concibe. El Dios de la Necedad ni las ve ni las oye. O las ve y las oye pero las desprecia. Un presunto violador, Félix Salgado Macedonio, con cinco denuncias en el aparato judicial que no caminan porque la impunidad lo acuerpa y las víctimas las ignora, es el catalizador del presidente. El encubrimiento es tan evidente como insultante. Primero el compañero de correrías políticas, el sátrapa sin moral, el protagonista de escándalos, el matraquero del Peje, y luego el movimiento femenil y sus justas demandas. Como hace un año, Andrés Manuel salió derrotado. El lance contra las mujeres lo pulverizó. Dos años después de asumir la Presidencia, no resuelve la ecuación. Se muestra misógino, patriarcal, encubridor, feudal. A la valla metálica erigida en el zócalo de la ciudad de México para distanciar la protesta del Palacio Nacional, sólo le faltó el foso de agua y los cocodrilos. Ellas, las mujeres, en cambio, derrocharon talento y audacia. Sobre el muro de la vergüenza se inscribieron los nombres de las víctimas. Y lo adornaron con flores. Y entre valla y valla fluía el gas lacrimógeno lanzado por la policía de la capital, vaciado por igual sobre las violentas que golpeaban con el marro que sobre las jóvenes que colocaban flores. Y López Obrador predicando que no hubo represión. La hubo, y miedo presidencial también… Para nada sirve Víctor Carranza, y a eso súmese la cobardía. Supo que existía una orden de arresto para el cabildo de Coatzacoalcos por desacato a un laudo laboral que obliga al ayuntamiento a liquidar una millonaria indemnización a un empleado, y lo ocultó. Los regidores, que suelen avalarle la mayoría de sus ocurrencias, que contadas veces alzan la voz y lo increpan, amanecieron con que irían a prisión por 10 horas por conculcarle su derecho a un trabajador a recibir su liquidación. El alcalde Carranza mostró entonces que la cobardía también es lo suyo. Señala a la síndica con licencia, Yazmín Martínez Irigoyen, de haber entorpecido el trámite y de manera negligente no haber dado cumplimiento a la sentencia. Y le lanza una andanada mediática, olvidando que la síndica será corrosiva y complicada, pero es también autoridad. Yazmín evidencia que el ocultamiento de información a integrantes del cabildo —notificaciones de tribunales, por ejemplo— es práctica común del director jurídico municipal, Agustín Jiménez Hernández, otro especimen de baja ralea con dotes para la mentira. Vía un juicio de amparo, el arresto se mantiene en punto muerto. Pero si no se da cumplimiento al pago al trabajador, la ley perseguirá al cabildo en su conjunto aun cuando los ediles hayan concluido su gestión. Bazofia de Cuarta es lo que Morena le ha dado a Coatzacoalcos: un alcalde, Víctor Carranza, ahijado de la secretaria de Energía, Rocío Nahle García, y una banda de inútiles que han llevado al municipio a la penumbra, al abandono, al peor nivel, superando las taras políticas de su antecesor, el priista Joaquín Caballero Rosiñol. Lo que es no ver la realidad: con estas lacras hundiendo a Coatzacoalcos y Morena imaginando que retiene la alcaldía… Queriendo abarcar mucho, Saúl Wade va a terminar apretando poco. L’enfant terrible —el niño terrible— de Minatitlán no se sacia con su regiduría, ni antes con la Tesorería, ni con haber gobernado desde las sombras, primero con TítereCheng Barragán, el ex alcalde-súbdito, y ahora manejando a su antojo al presidente municipal, el morenista, Nicolás Reyes Álvarez. Saúl Wade, el cachorro cáustico de Jorge Wade González, líder de la Sección 10 de Minatitlán, tiene infiltrados y controlados a tres partidos de “oposición”: Fuerza por México, Podemos y Redes Sociales Progresistas, y el candidato de Movimiento Ciudadano, guardado como si en las calles hubiera guerra civil. Es el escenario que construye El Terrible Saúl, manejando a la oposición a su antojo. Y va por más. Sus amigos cuentan que su nueva obsesión es imponer por lo menos un regidor por cada partido, sumados a los priistas que le dejen y a su gente en Morena. O sea, seguir siendo el mandamás de los destinos de Minatitlán controlando el cabildo y los espacios administrativos clave. Su proyecto no está en operar para un triunfo la alianza PRI-PAN-PRD. Los Wade traen pacto con Morena. Pero a toda acción, por supuesto, corresponde una reacción. Ante la traición de los petroleros y las tretas de Saúl Wade, el alto mando del PRI en Veracruz decidió no otorgarle ninguna posición en la planilla y si quiere regidores que le dé oxígeno a los partidos de oposición…

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