La política es una actividad que debe manejarse con suma precaución. Mientras más alto es el cargo, mayor es la consecuencia de las declaraciones de sus protagonistas. Sin embargo, hay quienes entienden la política como el vicio de la sumisión y el temor y en ellos mueven sus piezas, impulsan sus insultos y exaltan sus palabras.
Felicitar o no al presidente de Estados Unidos es una decisión prácticamente personal de cualquier presidente de cualquier país. Sus razones deben tener, tomando en cuenta que ellos tienen información de primera mano y actúan en consecuencia.
Lo primero que debe tomarse en cuenta es que Donald Trump será presidente hasta el 27 de enero del próximo año, por lo menos. Es decir, más de 70 días más. En ese lapso las relaciones entre el vecino país y México deben ser tersas, y al que venga se le recibirá y felicitará con el mismo entusiasmo o resignación con el que se recibió y felicitó a Trump.
La relación entre Estados Unidos y México la mueven intereses; sin embargo, puede haber alguna represalia no por el que pudiera llegar, que sería Biden, sino porque el que se va, que políticamente no tiene nada que perder, puede desbalancear el equilibrio de las buenas relaciones entre ambos países.
La victoria no está completa hasta que el contrincante la reconoce y si alguien ha vivido los vaivenes de litigios e impugnaciones es el propio Andrés Manuel López Obrador y no le agradó en 2006 y en 2012, las felicitaciones adelantadas de los serviles. La experiencia personal cuenta en todos los mandatarios del mundo y, en esta ocasión, nuestro Presidente hace valer su experiencia ante dos fraudes electorales que los propios protagonistas reconocen.
Desde luego que se ha gobernado a pesar del fraude, México entero lo sabe. Hay presidentes espurios que realizan su gestión contra el juicio de la historia, lo hemos sufrido. Pero la congruencia y los tiempos pueden ser acompañados de la precaución de que en un momento dado la política migratoria pudiera endurecerse y no porque Trump considere traición una felicitación a Biden, sino porque es considerada legal e históricamente como una felicitación adelantada.
Seguramente el Papa y todos los demás que ya lo felicitaron obedecieron a su lógica, la de sus asesores y la de sus intereses, en el caso de México también. Ninguno de los países que han felicitado a Biden tiene frontera con Estados Unidos. Claro Justin Trudeau, primer ministro de Canadá lo hace en igualdad de circunstancias. Entre ambos países no hay crisis de migración, ni envío sustancial de remesas, ni tratados por el agua, ni antecedentes de invasiones, ni recepción de grandes cantidades de droga, etc.
Entre México y lo que fuera el país más poderoso del mundo hay una serie de ligas muy tensas, tanto que con cualquier movimiento brusco pueden reventar. El presidente de México no puede darse el lujo de arriesgarse a cualquier roce con el actual gobierno de Estados Unidos y menos en estos momentos cuando la oposición busca desesperadamente aliados y pretextos.
La propia embajada de México en Estados Unidos trata con mucha precaución el caso de la victoria electoral de Joe Biden, y le llama a este “presunto presidente electo”. Esta situación no viola ningún protocolo ni la tersa relación diplomática con país o interés alguno.
“México retiene su decisión de felicitar a un ganador de una elección hasta que los problemas legales estén resueltos y que las autoridades locales apropiadas certifiquen a uno de los candidatos como ganador oficial de las elecciones”, planteó la embajadora de México en ese país, Marta Bárcena Coqui.
México fue por mucho tiempo vanguardia en el mundo de las relaciones internacionales. La Doctrina Estrada, redactada por Genaro Estrada Félix, en 1930, hace 90 años y sigue siendo vigente a pesar de los intentos y lamentables hechos ocurridos en el mundo, sobre todo por la política exterior del vecino país del norte. Esta doctrina colocó a México en la vanguardia de la política exterior y fue elevada a rango de estudio en buena parte de los países del planeta.
Dicha doctrina se expresa contraria a que un país extranjero decida si un gobierno es legítimo o no. Es un hecho histórico y cuando las leyes y la historia coinciden en este tiempo y en este espacio es porque debe hacerse caso omiso de las presiones y las murmuraciones.
Respetar la historia es también respetar la legalidad porque son hermanas gemelas de nuestro presente. Así, ante una realidad que muchos quieren llevar a litigio y condenan o aprueban, están los hechos insoslayables de que Trump es presidente de Estados Unidos hasta finales de enero. Un presidente de cualquier país del mundo tiene un trato de igual a igual con presidentes ungidos.
Debe tomarse en cuenta que Trump tiene todo el derecho de competir por la Presidencia de Estados Unidos. Es decir, puede llegar a encabezar la política estadounidense luego de dos meses de que Andrés Manuel López Obrador deje de ser presidente de México. Hay que ver también hacia el futuro.
Felicitar a un presidente electo es una cortesía, pero no una obligación. PEGA Y CORRE. – La alianza promovida por Claudio X. González, empieza a dividir al PAN, y así sucederá con otros partidos integrados, desde su cúpula, a una alianza que nunca consultaron con las bases. Es decir, dicha unión no es producto del proceso de democracia interna de esos partidos. Ante este panorama el senador panista Damián Zepeda, que dirigiera unos meses su partido, calificó de incongruencia que su partido y el PRI estén aliados en San Luis Potosí. Señaló: “Que tristeza ver al PAN en una alianza electoral con el PRI”… Esta columna se publica los lunes, miércoles y viernes.