SÓFOCLES EN EL MES INTERNACIONAL DEL TEATRO. (IV)

’23/11/2024’
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Traquínias.

Mtro. José Miguel Naranjo Ramírez.

En el libro: “El malestar en la cultura”, Sigmund Freud afirma que el hombre en nuestras sociedades está mal educado, ya que desde niño le empiezan a imponer ideas y conceptos que no concuerdan con la realidad, ejemplo: creemos que somos seres destinados preferentemente a la felicidad, y se olvida o esquiva equilibrar la formación enseñando que la tristeza, el dolor, por pesimista que parezca es parte de la vida humana. Si analizamos el pensamiento del psicoanalista vienés, y sin caer en negativismos sin salida, pensaremos que razón tiene; ya que desde el nacimiento empezamos a tener pérdidas, muertes de seres queridos, enfermedades, perdida de etapas maravillosas de nuestras vidas, desilusiones, angustias, etc. por supuesto que también vamos a la par viviendo momentos de dichas, no obstante, de manera personal piensen en las dichas y desdichas y ya cada quien sacará sus resultados, ahora bien, modificando el esquema actual de educar sólo con preceptos positivos, agradables, propondré una forma menos amable, pero absolutamente realista; parto del siguiente planteamiento.

Sófocles en la tragedia titulada: “Traquínias”, a través del personaje llamado Deyanira, describe parte de la condición humana de “casi” todo hombre: “Hembra soy. Nada ruin en mi alma tiene abrigo. Sé lo que son los hombres. Nunca constante son en lo que aman. Eros es un púgil que invita a batalla, ¿hay quien le resista? Estuviera loco. Eros manda, en los dioses y en los hombres. Él con capricho todo rige…”

En esta pieza teatral Sófocles nos cuenta la siguiente historia: Deyanira es la esposa de Heracles, esta pareja tiene dos hijos, Heracles en la mitología griega es presentado como hijo de Zeus con una mujer mortal llamada Alcmena. Heracles, (en la mitología romana Hércules), es un semidiós y héroe respetadísimo, en todos sus trabajos, guerras, enfrentamientos, ha salido victorioso, e incluso para desposar a Deyanira tuvo que luchar contra un centauro y darle muerte, empero, en Heracles no todo es perfecto, tanto por la parte divina[1]como por la parte humana es poseedor de defectos que son imperfecciones del género humano, uno de sus grandes fallos es su inconstancia en el amor a su mujer, la propia Deyanira consciente de la infidelidad de su esposo declara: “¡Heracles ha enlazado su cuerpo con tantas mujeres y con tantas y tantas y él solo…!”

Teniendo en claro la falibilidad constante del hombre, (incluye ambos sexos), Deyanira recibe la noticia que su esposo está apunto de regresar a casa después de venir triunfador de una guerra, al poco tiempo descubre que esta guerra la hizo porque Heracles se encuentra perdidamente enamorado de Yola, una joven bellísima con la cual ha pasado fuertes momentos de pasión, y la trae a su casa porque pretende vivir con ella, y, tal vez, con su esposa. Aunque Deyanira al inicio se resigna y acepta compartir su lecho, al final, el instinto humano de los celos le va mermando la paciencia, aquí las pasiones humanas son descritas vibrantemente, porque: ¿Quién no siente recelos? ¿Quién cuando ama no sufre de dudasy más si las dudas las provoca una competencia bellísima e imponente? O por si faltara algo, ¿Quién no duda ante el tema de la vejez? En fin, les comparto el padecimiento de Deyanira:

Ese es el pago que me da ese hombre, a mí la fiel y la constante, ese que llaman el leal y bueno Heracles. ¡Para eso lo he esperado tanto! ¿Enojarme yo? ¡No! … ¿Vivir con ella aquí bajo el mismo techo? ¿Hay mujer que lo sufra? ¿Cuál, cuál es la que quisiera compartir con otra el mismo esposo? Veo, de una parte, la frescura juvenil que declina, y va en detrimento cada día. Veo la belleza de la otra que asciende, que cada día, también, es más atrayente. Y ojo que ama quiere cortar la flor que brilla y, a la ya marchita, lanzar lejos. Es lo que temo: va a ser Heracles para mí, un esposo de nombre, para ella, un esposo que ejerce sus funciones de varón.” (En subrayado es mío.)

Hasta esta parte del artículo tenemos condiciones del hombre descritas de manera puntual; deslealtad, sufrimiento, pasiones incontrolables, celos, dudas, todas estas sensaciones y emociones que las tendremos sí o sí, sino tenemos cuidado nos van descontrolando y pueden provocarnos conductas anormales, indignas, en algunos casos atroces, y todo porque vamos creciendo con la educación equivocada que todo estará bien, que todo será felicidad, aquí valdría la pena repensar y replantear no una postura pesimista, desesperanzadora, pero si una más realista y equilibrada, porque si no lo hacemos así, podremos vivir en un absoluto descontrol como lo vivió Deyanira, mejor dicho, caer en la locura, en la irracionalidad que nos llevan a las tragedias.

¿Qué pasó con Deyanira? Resulta que cuando Heracles luchó contra el centauro por su amor, al momento que Heracles le clavó la flecha en el corazón, el monstruo estando a punto de morir le dijo a Deyanira que guardara su sangre, que esta le serviría para que se la diera a Heracles y así éste siempre la amaría. Deyanira guardó la pócima y los años pasaron y pasaron y nunca había pensado en utilizarla porque ella ante todo es una mujer integra, honorable, digna, pero ahora que estaba en una terrible encrucijada y atormentada por los celos, recordó que poseía la pócima que le garantizaría el amor eterno de su esposo y, sobre todo, la preferencia ante su nuevo amor.

La tragedia nos enseña que nada perpetuo hay en el hombre, que no debemos vivir en la desconfianza, en la incertidumbre, en el temor, pero que es prudente conocer la doble naturaleza humana compuesta de bondad y maldad, grandeza y miseria, lealtad y deslealtad. Que alcanzar la felicidad permanente es imposible, y que invariablemente viviremos muchas desdichas, desilusiones, tristezas, no obstante, nuestro deber como seres racionales es buscar un sano equilibrio, esto implica no esperar más de lo que humanamente podemos esperar.

Finalmente, Deyanira intentará mantener la posesión de su amado marido a través de ese filtro amoroso que guarda, aquí iniciará la verdadera tragedia, porque ese filtro es un veneno del antiguo monstruo que asesinó Heracles. Deyanira un poco tarde se entera del engaño del monstruo y sabe que muy probablemente por su culpa muera su esposo Heracles, en caso de ser así ella declara lo siguiente:

Si muere él, moriré yo también y del mismo modo. Intolerable es seguir viviendo con baldón de criminal, si aún se guarda un poco de estimación de sí mismo en la conciencia.”

 

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[1] Cuenta la mitología griega, que Zeus obsesionado por Alcmena, una noche que no estaba su marido llamado Anfitrión, transfigurándose se hizo pasar por este, y de esta posesión indebida, mañosa, nació Heracles. Si hablamos de imperfección en el hombre, Sófocles en esta pieza también nos muestra la imperfección de las divinidades, particularmente si se diera el caso que parte del destino de nuestras vidas estuviera controlado por ellos y no por nuestra voluntad: “¿No veis cómo los dioses se muestran impasibles? ¡Dicen que ellos engendran, los llaman padres, y ya veis cómo perciben el sufrimiento sin alterarse!” Más le convendría al moderno Dios dejarnos toda la responsabilidad en nuestra voluntad, así sería menos culpable, porque si lo queremos juzgar con la premisa de que:“él todo lo puede”, ¡imagínese su nivel de irresponsabilidad!