SEPTINGENTÉSIMO ANIVERSARIO LUCTUOSO DE DANTE ALIGHIERI (IV).

La Divina Comedia: El paraíso.

Mtro. José Miguel Naranjo Ramírez.

La tercera y última escala de este maravilloso viaje realizado en: “La Divina Comedia” se encuentra en el paraíso, descrito como un lugar lleno de paz, armonía, amor, felicidad. En el paraíso están todas las almas que vivieron de acuerdo a la fe y doctrina católica-cristiana. Dante se encontrará con personajes del antiguo y nuevo testamento, con protagonistas históricos como Constantino, Justiniano, y recorrerá nueve cielos hasta llegar al Empíreo (último cielo) donde acompañado por su adorada Beatriz podrá entrar en contacto directo con Dios. En el recorrido de cada cielo el autor realiza un sinfín de reflexiones teológicas, históricas, filosóficas, ejemplo es el Canto Cuarto donde el poeta florentino debate la teoría platónica de la preexistencia del alma, afirmando que esta posición se opone a la teoría cristiana, otro tema medular abordado por Dante es el del libre albedrío y por su importancia lo desarrollaré en el presente artículo.

En este viaje al paraíso Dante ya no va acompañado por el poeta Virgilio, ahora su guía es Beatriz, el simbolismo que siempre se ha querido ver en este hecho consiste en representar a Virgilio con la razón y a Beatriz con la teología, el amor, el misticismo, esto implica que no se puede llegar a Dios utilizando sólo la razón, sí o sí se necesita de la fe, ahora bien, la razón literalmente no se oculta nunca de la obra, porque la discusión filosófica realizada en este canto desde un análisis personal considero que la razón ocupa un lugar preeminente, analicémoslo.

En el Canto Quinto Beatriz se dirige a Dante con las siguientes palabras: “El mayor don que Dios, en su liberalidad, nos hizo al crearnos, como más conforme a su bondad, y el que más aprecia, fue el del libre albedrío de que estuvieron y están dotadas únicamente las criaturas inteligentes.”

Estas reflexiones Beatriz las realizó porque Dante al ir avanzando cielo tras cielo descubre cambios sustanciales en el aspecto físico de las almas e incluso en los cielos superiores los cuerpos físicos desaparecen y sólo verá llamas, luego entonces, Dante cuestiona el tema de la voluntad, por ello le pregunta a una alma que se encuentra en el primer cielo si está feliz con su vida en el paraíso, el alma le responde que sí está feliz, argumentando que si no lo estuviera sería ir contra la voluntad de Dios, contra los designios de la fe, y se detalla una descripción jerarquizada de la iglesia, la fe, los mandatos, afirmando que estos valores son incuestionables, cuestionarlos sería cuestionar al propio Dios, por lo tanto, las almas que viven en la presencia de Dios ya no necesitan su voluntad, no ejercen su libre albedrío, sólo viven como los ángeles disfrutando de la paz y la felicidad, a pesar de la bella descripción me cuesta aceptar este planteamiento, humanamente no imagino una vida sin razón, sin decisión, sin meritos, aceptar esta condición será ir de más a menos, razonémoslo.

El hombre al ejercer el libre albedrío se encuentra en una posición de enorme responsabilidad pero también con un alto privilegio, de entrada, la libre voluntad de pensar, elegir, actuar, nos convierte en seres únicos, y precisamente el gran conflicto que ha existido entre fe y razón se encuentra en que la razón exige del hombre que piense por sí mismo, que se haga responsable de sus actos, que se esfuerce por vivir de acuerdo a valores universales como el honor, la tolerancia, la honestidad, el respeto, y, sobre todo, que viva en libertad, sabemos que estos valores no están confrontados con los valores de la fe, no obstante, la doctrina de la fe demanda en el pensar y actuar del hombre una disminución de su “yo”, es decir, el hombre de fe debe dejar su causa, casi, casi, renunciar a su vida terrenal, para aspirar a tener una vida celestial.

Lo anterior se confirma en el Canto Tercero, donde un alma le contesta a Dante sobre su actual realidad que le toca vivir en el cielo: “–Hermano, la virtud de la caridad calma nuestra voluntad, y esta virtud nos hace querer solamente lo que tenemos, y no apetecer nada más. Si deseamos estar más elevadas, nuestro anhelo estaría en desacuerdo con la voluntad de aquel que nos reúne aquí; desacuerdo que no admiten las esferas celestiales, como verás si consideras bien que aquí es condición necesaria estar unidas a Dios por medio de la caridad, y la naturaleza de esta misma caridad. También es esencial a nuestra existencia bienaventurada uniformar la propia voluntad a la de Dios, de modo que nuestras mismas voluntades se redundan en una. Así es que al estar como estamos distribuidas de grado en grado por este reino, place a todo él, porque place al Rey cuya voluntad forma la nuestra.”

Con todos los defectos del hombre terrenal, con todas sus miserias, bajezas, traiciones, ambiciones, el gran merito sigue siendo la capacidad que tiene de decidir, elegir, corregir, una vida sin voluntad, si consciencia del bien y del mal, sería una vida sin atributos y precisamente en esa capacidad de elección se encuentra una de las virtudes más grandes que poseemos, no estamos en contra de los valores éticos de la fe, se defenderá siempre la humildad, la empatía, la fraternidad, sin embargo, por grande que sea la oferta del paraíso celestial, no debemos renunciar a afrontar la vida terrenal con libertad, con consciencia, el mundo griego clásico (antes del cristianismo) se esforzó por vivir de acuerdo a la razón, analizaron, reflexionaron y escribieron obras donde acuñaron conceptos, valores y principios que siguen siendo nuestros modelos a seguir y la grandeza de estos sabios consistió en que defendían esos valores no por alcanzar algún paraíso, lo hacían por la convicción y firmeza de que una vida sin virtud no era vida.

La gran enseñanza consiste en vivir dignamente por convicción y no por miedo o interés, ser honorables porque el honor es una virtud que nos hará caminar de frente y viviremos tranquilos y sin pesadillas, esforzarnos por evitar la envidia porque los más afectados de este anti-valor seremos nosotros mismos, si somos prudentes esquivaremos muchos conflictos físicos y emocionales y llevaremos una vida sensata y equilibrada, y aunque la justicia es un valor enorme y difícil de alcanzar humanamente, el sólo hecho de ir en su busca es un acto digno para ser reconocidos como hombres de voluntad, con este esfuerzo ya habremos construido un muy pequeñito pero digno paraíso terrenal, fácil no es, pero es un tema humano, cada quien decide que paraíso elegir, parafraseando a Jean-Paul Sartre recordemos que: “Hasta cuando no elegimos, ya hemos hecho una elección”.

 

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