REMEMORANDO A MARGARITA MICHELENA. (IV)

El país más allá de la niebla: 1968.”                                                         Para Grecia.

Mtro. José Miguel Naranjo Ramírez.

Miguel de Cervantes cuando se refirió a la poesía escribió que fue: “La gracia que no quiso darme el cielo.” En todos estos años conforme más leo, más creo que el poeta nace. Por supuesto que toda disciplina artística requiere estudio, trabajo, esfuerzo, y que, con el paso de los años este esfuerzo irá forjando y conformando a un gran artista. Sin embargo, en el caso particular de la poseía a la cual le tengo enorme respeto y admiración, considero que el talento es innato, brota, se desborda, por supuesto que se perfecciona a través del estudio, puntualmente en la utilización exquisita del lenguaje, pero, la sensibilidad de un gran poeta es un don que la naturaleza le otorgó. Me gusta leer poesía, más no tengo la mínima intención de escribirla. Creo que no nací con esa virtud. Eso sí, cuando me encuentro con un bello poema que me cala, me gusta su sonido, su contenido, lo disfruto como si el poema fuera mío, de alguna manera al momento de leerlo ya es mío. Esto me acaba de suceder al leer el poema de Margarita Michelena: “Lección de cosas”, el cual está dedicado a su hija Andrea. Cuando lo leí sentí la profundidad de la expresión, la sensación, la emoción, el amor y la riqueza de temas expuestos en los versos e inmediatamente pensé en mi hijita Grecia.

I

“Antes de que cayeras, dulce estrella,

en el amargo pozo de mi sangre,

antes que descendieras –leve rosal triunfante –

a ordenar al desierto volverse primavera,

a hacerte lo que eres,

idioma y facultades de pájaro, sonrisa que es aún el lenguaje

de la alada familia que has dejado

por venir a habitarme…”

Querida hija, en esta primera estrofa sentí que la que puede identificarse plenamente con el contenido es tu mamá Rosy. Cuando leemos un poema la interpretación es muy subjetiva. Bueno, partiendo de esa subjetividad, intuyo que en esta parte del poema la relación madre-hija tiene que ver con tu estancia en su interior, es decir, el proceso de gestación. Aunque, en la segunda estrofa ya participo de manera directa:

“Antes de las dos silabas de gracia

que nacen de mis labios al nombrarte (Grecia)

-como nace el poema natural de la rosa

de la oscura alegría de la tierra –

antes de tus cabellos en mi asombrada mano,

y de tus ojos,

y de la tierna orografía de tu perfil

y del dichoso país de tus mejillas…”

En la tercera estrofa hijita, la poeta me hizo recordar cuando vivía solo, sin tu mamá y sin ti. Debo confesarte que no era infeliz, disfrutaba mi soledad, la tranquilidad de mi espacio, mis lecturas, cómo gozaba escuchar música, ver cine, beber vino, etc., más sí había momentos donde me cuestionaba la razón de mi existencia, no por un acto de miedo o valentía ante la muerte, sino por el acto humano de cuestionarse el sentido o sinsentido de la vida. Con estas reflexiones provocadas por las diversas estrofas del poema, llegué a la parte II del mismo y en la estrofa siete me encontré con esto:

“Ya sabes lo que somos: un momento de luz

para que alguien resucite

y alguien sobreviva.

somos las criaturas: el suspiro dinástico.

La flor, sede fugaz, madre instantánea del fruto del invierno.

Hoy, un nombre de rosa, única y sola.

Y siempre la raíz múltiple y una.”

Recuerdo querida Grecia que el 12 de diciembre de 2021, a las 8:21pm hora en que diste tu primer grito, cuando vi cómo te empujaron los médicos y tú sacaste la cabeza, miraste lo que te rodeaba y por fin escuché tu llanto, mi sensación, mi instintivo sentimiento fue: Ahora entiendo la muerte. Aquí se cumple lo que dice este poema: “Para que alguien resucite y alguien sobreviva.” Los años pasarán amada hijita, si todo sucede en la normalidad y así lo deseo de corazón, en unos años partiré de este mundo, para ese entonces, si el destino nos ha tratado bien ya habremos vivido un sinfín de cosas maravillosas, por lo tanto, la “lección de cosas”, como reza el titulo de este poema nos habrá en señado que:

“Nunca te diré adiós. Yo no podría,

viéndote, dulce hazaña de rocío,

inscrita en la belleza de las cosas,

despedirme, en la muerte, de mí misma.

Y tú, que ya me llevas den tus ojos,

que me protagonizas ya en tu sangre

y me alzas en el tallo de tus huesos,

no pienses en mi mano destruida.

Búscame aquí, que nunca estaré muerta.

Aquí me encontrarás, donde buscamos

los signos, las palabras

que se le caen a Dios entre la hierba.”

Así es querida hija. Así como Andrea cada vez que lee el poema de su madre; dialoga con su madre, recuerda a su madre, así tú querida Grecia, cada vez que te encuentres con este artículo recordarás a tu madre, a tu padre, y en tu soledad comprenderás y sentirás que has sido amada.

 

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