Son varias las maneras de protegernos del mal que está aquejando a la humanidad en este año 2020, pero hasta el momento, salvo que gran parte de la población mundial, con todo lo que implicaría, desistiera de aplicarse individualmente las vacunas que se han desarrollado para paliar los estragos, que está provocando la pandemia de COVID-19, provocada por el coronavirus SarsCov-2, no parece haber medicina alternativa hasta estas fechas, que pueda ayudar a enfrentar esta calamidad, en la extensión y requerimientos que sean necesarios para combatirla.
La rapidez con la que varios grupos de expertos de diferentes partes del mundo, por primera vez y en tiempo récord, han desarrollado ya varios tipos de vacunas, que básicamente persiguen el propósito común de detener esta calamidad, al pretender la prevención de la enfermedad, al inmunizar gran parte de la población del mundo contra este virus, a pesar de las dificultades en materia de producción, distribución, almacenamiento y aplicación de millones y millones de vacunas, que se espera sean el dique de contención contra esta enfermedad llamada hasta ahora por algunos, “el mal del siglo”.
Aunque esta es una parte digamos positiva y de esperanza para la humanidad, mientras tanto, las cifras al 22 de diciembre de 2020, ya rondan los 77 millones de personas infectadas, el millón setecientos mil muertos y contando, con cuerpos médicos llegando al límite de sus fuerzas, con hospitales en ciertos países al borde del colapso. En México, ya ocupamos los principales lugares, a nivel mundial, en mayores números de muertos, tanto de personal médico donde ocupamos el primer lugar, así como de enfermos en ascenso, lo que está provocando desilusión y desesperanza en la población mundial.
Mientras la contingencia sanitaria incide de diferentes maneras en la salud de los mexicanos, por otro lado, los estragos en la economía de México, son evidentes y comienzan a preocupar a todos por igual, por lo que el mundo científico, le apuesta a que las vacunas salven a la humanidad de esta lamentable coyuntura. Mientras este logro médico ocurre, habrá medidas que deberán seguir aplicándose, o que ahora sí deberán aplicarse. Como ya sabemos, hay que guardar la sana distancia, lavarse las manos con frecuencia, quedarnos en casa, evitar reuniones de más de tres o cinco personas, aún en familia, pero sobretodo el uso preventivo de un cubrebocas, para evitar ser contagiados o para contagiar a otros.
Para evitar caer en discusiones bizantinas sobre la conveniencia del uso preventivo de la enfermedad, se recomienda un simple cubrebocas que cumpla con ciertas características (N95), que puede salvar su vida, ya que partimos de la base que ya existe la suficiente evidencia científica de que su uso, es altamente recomendable y se ha demostrado, a través de corrobarse científicamente por 233 expertos, en más de treinta países, entre ellos al Dr. en Química, Enrique Orihuel, de la Universidad Complutense de Madrid y consultor de la empresa Betelgeux.
Dicho científico, reporta en un artículo sobre el tema, que en este último año se han publicado diferentes artículos, como la carta de los expertos mencionados, donde “…señalaron que numerosos estudios científicos han demostrado, más allá de la duda razonable, que al exhalar, hablar y toser se liberan virus en micro gotas lo suficientemente pequeñas, como para permanecer en el aire y suponer un riesgo de contagio, incluso a distancias superiores a los 2 metros de las personas infectadas…”
También reseña que “…Las mascarillas son, junto con la ventilación, un elemento clave para frenar la propagación de la enfermedad. Aunque al inicio de la pandemia, la OMS y las autoridades sanitarias de países como España no recomendaban su uso generalizado, en los países asiáticos ya era una práctica habitual de protección frente al virus, desde que se detectaron los primeros casos…”.
Concluye el Dr. Orihuel que “…La ventilación y el desarrollo de actividades al aire libre, así como el uso de mascarillas de protección, son dos intervenciones no farmacológicas que poseen un gran potencial, tanto para disminuir la probabilidad de contagios, como para disminuir la carga viral cuando el contagio se produce, atenuando así la gravedad de la enfermedad…”.
Como corolario podemos concluir, que la evidencia con los resultados anotados, a partir de experimentos con experiencias medibles, se consideraron para lugares habitados, al aire libre, con pocas o muchas personas, con grupos de personas usando y no usando cubrebocas, a distancias distintas, en silencio, hablando y gritando o cantando. Los resultados fueron los reseñados, lo que nos indica la conveniencia del uso de un cubrebocas apropiado.
Comentarios: [email protected] (*) Maestro en Ciencias y Doctor en Economía por la London School of Economics and Political Science, de la Universidad de Brunel y la Universidad de Londres, Inglaterra.