Por ahí puede estallar la dinamita

’24/11/2024’
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Entre los estragos que ha ocasionado el Covid en Veracruz (más de 15 mil defunciones, más de 126 mil contagiados y más de 1,900 infectados ayer), también ha provocado el cierre de 90 mil 261 negocios; el 32 por ciento de los que había en la entidad a finales del 2019. Esto de acuerdo con el Estudio sobre Demografía de los Negocios 2021 dado a conocer por el INEGI.

El asunto aquí lector es que el 98 por ciento de esos establecimientos (88 mil 726) eran microempresas; negocios que tenían menos de 10 empleados y generaban ventas anuales hasta por 4 millones de pesos. El 2 por ciento restante (1,535) eran pequeñas y medianas empresas con un promedio de entre 15 a 20 trabajadores.

Las microempresas no son cualquier cosa, por el contrario, son el corazón y aparato circulatorio de la economía nacional ya que representan el 95 por ciento de todos los negocios que hay en la República, producen el 40 por ciento de los empleos y el 15 por ciento del Producto Interno Bruto.

Cuando se trató de ayudarlas, López Obrador se llenó la boca anunciando apoyos de 25 mil pesos que no fueron en realidad apoyos, sino préstamos pagaderos en abonos chiquitos. Y sólo hubo un millón de esos apoyos cuando existen en el país más de 5 millones de Mipymes. De ahí que no alcanzaran para todas y por eso en Veracruz cerraron más de 90 mil.

Ojo, esas fueron las empresas que cerró el coronavirus. Y aunque la violencia ha cerrado negocios desde antes de la llegada del bicho, estos cierres se han multiplicado desde la llegada de Cuitláhuac García.

Nueve días después de la masacre de Minatitlán donde murieron 13 personas que estaban en una fiesta familiar, el presidente de la Canacintra, Rogelio Juárez Farrera, denunció el aumento de negocios cerrados por cobro de piso. Cerca de 500 tiendas y locales comerciales tuvieron que cerrar en ese municipio por amenazas y hostigamiento de los delincuentes.

En Coatzacoalcos ocurrió lo mismo. Apenas un día después de la masacre del 27 de agosto en el bar el Caballo Blanco donde murieron 20 hombres y 10 mujeres, cerraron 40 negocios “por miedo” según dijeron los dueños. Para febrero del 2020, es decir, seis meses después de la masacre, más de 100 empresarios sólo de la Coparmex, cerraron sus negocios y se fueron de la ciudad.

A todos ellos (empresarios, pequeños comerciantes, ciudadanos y deudos de ambas masacres) tanto Cuitláhuac García como López Obrador les prometieron seguridad y justicia. Y ni lo uno ni lo otro.

Y lo mismo se puede decir de negocios en Tantoyuca, Pánuco, Tuxpan, Poza Rica, Xalapa, Córdoba, Acayucan y Las Choapas cerrados por la inseguridad y la violencia.

Se calcula que el porcentaje de Mipymes que han cerrado en Veracruz debido a esta pesadilla es del 30 por ciento y si le agregamos el 32 por ciento de las que cerraron por el Covid, el porcentaje de empresas que siguen aguantando ambos embates es del 38 por ciento. Poco para sostener una economía.

¿No han abierto nuevas empresas? El INEGI dice que arriba de 72 mil. Lo que no dice (pero lo dirá el próximo año), es que al menos mil cerraron al mes de haber abierto por el famoso cobro de piso.

A nivel nacional, más de millón y medio de negocios han cerrado desde que comenzó el Covid y un número casi igual lo ha hecho por la inseguridad. Si la crisis del coronavirus dejó a México con 2.2 millones de desempleados, la crisis de la violencia ha dejado otra cantidad más o menos igual: 2.5 millones del 2019 al 2021.

Las cifras son patéticas y más que preocupantes porque los más afectados son los pequeños comercios; uno de los soportes fundamentales de nuestra economía.

Lo que también inquieta es el desdén de un gobernador al que si no le importa la inseguridad, menos el desempleo. Pero sobre todo inquieta la actitud de un presidente que está más pendiente de que conozcamos la temperatura y oxigenación de su cuerpo, que en darle oxígeno a la economía y apoyar las Mipymes.

Aguas, los estallidos sociales provienen (entre otras cosas) cuando los gobernantes manejan mal la economía, crece el desempleo y la pobreza.

Cualquiera de esos tres ingredientes es más que suficiente para hacer estallar la dinamita.

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