Cada área de la política tiene sus propias palabras. No habla igual la secretaria de Cultura, que el secretario de Comunicaciones y Transportes. En este contexto, el lenguaje diplomático tiene un rol todavía más apartado. Sus cartas, escritos, nombramientos tienen todavía un estilo que se preserva desde hace muchos años. Esto no quiere decir que forzosamente se trata de una práctica antigua, sino de una manera de otorgar un espacio de su respeto al interlocutor.
La diplomacia es aplicada, incluso a un vocablo que significa discreción, tacto, delicadeza. Es por ello por lo que no pueden interpretarse algunas declaraciones como parte de una preferencia política o de un rechazo entre administraciones, como sucedió en algunas interpretaciones sobre las palabras del presidente de Estados Unidos, Joe Biden, quien dijera: “Estados Unidos no tiene un amigo más cercano, ningún amigo más cercano que Canadá… Por eso fuiste mi primer invitado, Justin”.
Lo anterior no quiere decir que el resto no sea vecino, socio o amigo. Desde luego que Canadá le da menos problemas fronterizos a la Casa Blanca que México, pero México es tan importante como Canadá para la política y la economía del vecino país.
Sin embargo, los cazadores de declaraciones fuera de contexto están atentos a cualquier tipo de frases que puedan dañar o halagar a alguien. Es decir, se crean espacios a favor y en contra de una administración púbica que, para bien o para mal, está en el centro del debate mediático.
Tampoco quiere decir esto que eso sea reflejo de una polarización social. Los medios tienen su propia arena de luchas y la población tiene en las urnas sus batallas entre contrincantes y aliados, pero no entre buenos y malos. En nuestro país el debate mediático no es el debate social. La sociedad mexicana ha convivido con sus vecinos, con sus correligionarios, dejando a un lado las diferencias en el voto o en el color de los partidos favoritos. La polarización surge cuando la interpretación de la realidad intenta enfrentar a unos y otros. Esto no es nuevo, sucede en cada sexenio, la historia da cuenta de ello.
De ahí que las palabras de Biden, a quienes algunos siempre tratan de enfrentar con el gobierno mexicano, no tienen el alcance demoledor que quieren imponerle, sino que se asientan en la reafirmación de una buena relación. Que nunca implica la enemistad con nadie más.
Algunos, acostumbrados a que el gran jefe de los mexicanos es el huésped de la Casa Blanca, siguen mostrando sumisión ante un liderazgo que consideran mundial en Estados Unidos, pero ya no es la nación más poderosa del mundo. Ahora tiene que compartir ese lugar con dos o tres países más. El hecho de que nos haya tocado de vecino no implica obediencia, sino trato de iguales. Nos divide sólo una frontera y eso es lo más importante.
Porque es precisamente en el resto del mundo donde las Relaciones Exteriores de México han despertado más simpatías incluso que en el interior de nuestro país. Nadie es profeta en su tierra y esto lo vemos todos los días. Los medios del mundo hablan de un país diferente al que reflejan los medios nacionales.
Esto muestra un panorama radicalmente opuesto si tomamos en cuenta el pasado, donde los medios internacionales resaltaban errores de la administración pública de México y los medios nacionales decía que todo estaba bien. Ahora es al revés. Problemas de intereses y perspectivas seguramente.
La entrevista que sostendrán Biden y el presidente mexicano se llevará a cabo con armonía, estará presente el secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard, y seguramente podrá conocerse prácticamente la totalidad del diálogo entre ambos mandatarios.
Desde ahora se conocen los temas a tratar, como un nuevo programa bracero, que ayude a ambos países, a México llegan divisas y a Estados Unidos mano de obra barata, clasificada y precisa.
Otro de los temas será la manera en que pueden resarcir las consecuencias del Covid-19 en ambos países en todos los aspectos, tanto en la salud como en la economía, en la educación como en la infraestructura. Todo en el marco de los acuerdos que contempla el Tratado de Libre Comercio entre Canadá, Estados Unidos y México.
Las especulaciones sobre las consecuencias de la reforma que acaba de aprobarse en México en el tema de la electricidad deben respetar, con toda precisión y puntualidad ese proceso, de hecho, está diseñada con tal cuidado de no tocar dichos convenios en esa materia.
Todo lo que está relacionado con Canadá y con Estados Unidos está sujeto a esta limitante, y ninguno de los tres países puede violar un acuerdo por benéfico o perjudicial que pudiera ser para el país que emita cambios o reformas.
Por ello, las especulaciones deben ser desechadas ante posibles consecuencias que sólo existen en la cabeza de los opositores o de los simpatizantes con la actual administración de México. Lo cierto es que cada tema de la administración pública en cada uno de los tres países es pretexto para establecer polémica. Son debates que ayudan a la población a tener posturas firmes ante cada uno de los problemas que existen en México.
La polémica sobre la razón o la sinrazón de declaraciones o acciones del gobierno crea conciencia sobre la realidad de México, lo que arroja mayor solidez de criterios sobre su propia realidad y hace que sea más claro el panorama de opciones electorales para los ciudadanos en estos tiempos.
El encuentro entre el gobierno mexicano y Biden, seguramente será para bien de todos. Podremos ser testigos no sólo de los temas abordados sino de una relación que no tiene preferidos ni rechazados, sino socios y amigos. En la historia de las relaciones con el vecino del norte privan los intereses, de tal suerte que la amistad puede tratarse sólo de un término diplomático que nunca se olvida en sus pláticas. PEGA Y CORRE. – Al cuarto para las doce en tiempos electorales las filas del PRI se ven menguadas con la renuncia de los transportistas de la Ciudad de México y el estado de México, que prefieren no tener partido a seguir perteneciendo a ese instituto político… Esta columna se publica los lunes, miércoles y viernes.