*Zombis eliminan recursos para investigación
*Con sangre veracruzana luchó por el planeta
SE FUE Mario Molina Pasquel y Henríquez, el ingeniero químico egresado de la Universidad Nacional Autónoma de México (1965) y uno de los mexicanos más destacados al formar parte de los descubridores de las causas del agujero de ozono antártico, lo que le valió recibir, junto con Paul J. Crutzen y Frank Sherwood Rowland, el Premio Nobel de Química 1995 por su papel para la dilucidación de la amenaza que representan los gases de cloro, bromo, dióxido de carbono y otros a la capa de ozono de la Tierra. Fue un hombre extraordinario que más allá del logro personal, con las investigaciones realizadas demostró preocuparse por el mundo, por el destino de un planeta que hemos devastado, saqueado, y que a los gobiernos, incluido el de México, pareciera no importarles. Un infarto le segó la vida, precisamente cuando el Gobierno de la Cuarta Transformación se apropia de los recursos para ciencia y tecnología, y con ello pierde mucho la investigación porque desaparece el fondo SEP-Conacyt que era el único en el país que invertía en ciencia básica. Pierden los tecnólogos, porque desaparecen los fondos sectoriales que eran los que orientaban la investigación para la solución de los problemas nacionales por sector. Pierden los jóvenes, pues desaparecen los recursos mediante los cuales podían llevar a cabo sus investigaciones de tesis. Y pierde la sociedad mexicana, porque se deja de generar conocimiento, y por más que lo repitieron los científicos a los fanatizados diputados Federales de MoReNa, estos como momias o zombis votaron por desaparecer esos recursos para que los recupere la Federación y el presidente Andrés Manuel López Obrador los siga regalando al “pueblo bueno” para que continúen votando por su proyecto. Mario Molina, quien también luchó porque no ocurriera la torpeza de encapsular a la ciencia y la tecnología a los caprichos presidenciales, tampoco fue escuchado pese a ser una indiscutible autoridad científica mundial, aunque ahora, los sordos y oportunistas escriban condolencias hipócritas tratando de expresar un dolor inexistente. Molina debió ser escuchado, atendido y llevado a los altares del reconocimiento en vida, y no después de muerto por quienes buscan aprovecharse de su imagen.
MARIO MOLINA –con sangre veracruzana en sus venas ya que su madre fue doña Leonor Henríquez (nacida en Veracruz, algo que seguramente el inoperante gobernador Cuitláhuac García Jiménez ignoraba), fue el primer ciudadano mexicano en recibir el Premio Nobel de Química. Sus investigaciones y publicaciones sobre el tema condujeron a la elaboración del Protocolo de Montreal de las Naciones Unidas, el primer tratado internacional que ha enfrentado con efectividad un problema ambiental de escala global y de origen antropogénico, y se le reconoce en el mundo como un mexicano universal, pero menospreciado por un gobierno retardatario que supone que la ciencia y tecnología es perder el tiempo. Su trabajo fue de tal importancia, que el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, a diferencia de México que no sabe apreciar los talentos, lo eligió asesor del equipo de transición para cuestiones del medio ambiente en noviembre del 2008, y desde abril de 2011 fue uno de los 21 científicos miembros del Consejo de Asesores de Ciencia y Tecnología de Obama. Fue presidente de honor de la Asociación de Mares de México, constituida en el año 2009 y dedicada a la conservación de los mares, y presidió el Centro Mario Molina para Estudios Estratégicos sobre Energía y Medio Ambiente. Pero en México le quedaron a deber muchos reconocimientos u homenajes, y sus recomendaciones sobre el uso de cubre bocas durante la pandemia del CoVid19 fueron desdeñadas, incluso, por el presidente Andrés Manuel López Obrador que parecía reírse de la sugerencia del hombre que conoce como pocos los efectos del CoVid19 en el planeta y las consecuencias que engendrará en un futuro el descuido de nuestra tierra por la cancelación de recursos para seguir estudiando los problemas que le engendramos.
EL MUNDO científico –y la humanidad- debería estar de luto por esta muerte inesperada a los 77 años, cuando aún tenía mucho qué aportar a la humanidad, y cuando pudo haber encabezado la lucha que la comunidad científica iniciará ante el Senado o instancias legales para tratar de que el Presidente detenga su insaciable hambruna de dinero para usarlo a modo, y por ello en un documento dirigido al Congreso de la Unión, la comunidad científica agrupada en la Red ProCienciaMx le recuerda a los adoctrinados legisladores, algunos, incluso, semianalfabetos, que el sistema científico mexicano se erige sobre tres pilares: programa de becas de posgrado, sistema nacional de investigadores y sistema de fondos para investigación, y que de acuerdo con la Ley de Ciencia y Tecnología vigente, los fondos para investigación pueden ser de alguno de cuatro tipos: institucionales, sectoriales, mixtos o regionales, y cada uno de estos fondos puede ser constituido como fideicomiso para el cumplimiento de sus obligaciones. Les ilustran que los fideicomisos son contratos específicos en los cuales los fideicomitentes (el gobierno) entregan a un fiduciario (institución financiera) determinados bienes para que disponga de ellos para un propósito concreto y según los fines, normas y mecanismos de quien los entrega. Son para la investigación y fueron constituidos a veces con recursos sólo gubernamentales y a veces con recursos también autogenerados por los investigadores mediante proyectos en convenio con la iniciativa privada o con instituciones extranjeras, con el fin único de proveer los medios económicos indispensables para desarrollar proyectos de investigación científica mediante mecanismos de adjudicación diversos, pero que siempre responden a convocatorias y son evaluados por pares. Por ello, es falso que la eliminación de fideicomisos sea por corrupción, sino por dinero, por esos recursos que el Presidente utilizará para seguir comprando el voto de su fanaticada, en tanto la ciencia le vale un bledo. Descanse en Paz Mario Molina, y ojalá su infarto no haya sido producto de la devastación que sufrirá su comunidad en lo sucesivo.
MOLINA FUE investigador de la Universidad de California en San Diego (UCSD), donde formó parte del Departamento de Química y Bioquímica y del Instituto de Oceanografía, considerada una de las instituciones líderes en la investigación de los fenómenos asociados al cambio climático. En México, formó parte de un centro de investigación y promoción de políticas públicas que lleva su nombre, donde realizaba estudios sobre energía y medioambiente, especialmente en los campos de cambio climático y calidad del aire, pero eso se acabó. Ya no habrá dinero para seguir luchando por el planeta, para investigar cómo se puede contener la afectación natural y provocada de la tierra. AMLO decidió que la ciencia y tecnología es porquería, que es innecesaria y corrupta, y solo él, el presidente en turno es un santo y puro, un asceta incorruptible, y por ello mandó al diablo a la comunidad científica que tanto aporta a México y al mundo. Sin duda, vamos hacia la dictadura trasnochada de los gobiernos autoritarios y autócratas. Así de simple. OPINA [email protected]