Con gentileza se vence la ira.
Con generosidad se supera la mezquindad.
Con la verdad se vence el engaño.
Buda
Si no fuera tan trágico seria cómico. Esa es mi primera frase ante la imagen del presidente atascado en medio del lodo deteniéndose la quijada, así literalmente. Esa imagen es el reflejo de las evidentes negligencias e incapacidades de un gobierno que se llena de palabras pero no de hechos ante la adversidad. No es la primera vez que vemos los desatinos y debilidades de quienes, por lo que representan, deberían ser los soportes de las alternativas de solución, para atender sucesos de desastres o pérdidas humanas, con dolores del conjunto social.
La grave situación de desastre ocasionada por el huracán Otis que golpeó al estado de Guerrero y particularmente a la zona de Acapulco, desnuda la demagógica posición e inútil desempeño de “autoridades” enmarañadas en sus discursos trasformadores. Asumiendo que gobernar era cosa fácil, sin capacidad y con un enorme desconocimiento incrementado por sus prejuicios y desprecios a la administración pública, creyeron que todo se podía hacer con su voluntad sincronizada con la fe de tener la razón, tal como les dice el presidente.
Los saldos de la tragedia aún están por conocerse, dada la magnitud que los cálculos del día a día, después del impacto podrán mostrar. Pero sin duda ya se puede emitir un primer parte con las primeras evidencias, el inicio de una crisis en la vida de miles de personas directamente afectadas; vidas perdidas, lastimadas en su salud, en sus patrimonios, en su economía y sus redes de trabajo.
Todos han quedado vulnerables y en estado de indefensión. Sumándose la carencia de seguridades mínimas de convivencia, de reproducción económica y de presente y futuro inciertos que generan los miedos y las angustias, los lamentos, los gritos de auxilio que no encuentran eco alguno en las autoridades, en el Estado mexicano.
Y es entonces que viendo esto, cabe preguntar por el humanismo tantas veces clamado desde el poder como una idea más de la construcción discursiva vacua, sin mayores afanes que seguir manteniendo la clientela, que plantar la idea de un presidente cercano que clama su mensaje alrededor de su frase trillada y tantas veces repetida de ser distinto, sin comprobación alguna más que aquella que proviene de los ojos ciegos y los oídos sordos.
La mezquindad mostrada por el personaje que se asume poseedor de la verdad no encuentra límites. Mientras matan a 13 policías días antes de Otis y aún frente a la devastación de Acapulco, él blande la espada de la enorme popularidad que mantiene, la de un presidente querido.
Igual mezquindad para las chapuzas, la opacidad y la corrupción de Dos Bocas o SEGALMEX, para la desventura de programas clientelares y múltiples disposiciones administrativas lesivas a la institucionalidad, a la ciudadanía, incluso a la Constitución.
Las imágenes y las palabras de un presidente atascado, molesto, indolente e insensible quedan para la historia y para la valoración de un presente complejo y para un futuro inmediato que merece ser repensado y valorado en la dimensión que significa una trasformación hacia la intransigencia, el autoritarismo y principalmente por el desprecio a cualquier opinión que no se pliegue obedientemente a su visión y a su discurso, que es ya palpablemente distinto a lo que se hace.
DE LA BITÁCORA DE LA TÍA QUETA
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