La libertad de pensamiento trae más peligros que la autoridad y el despotismo.
Michel Foucault
Triste y desesperante darse cuenta de que la lógica que se impone en las discusiones políticas en nuestro país, es la de asumir que solo hay de dos sopas. Y desde el poder nos avisan que la de fideos ya se acabó.
Que la enorme riqueza de visiones de nuestro país, tienen que ponerse en solo esas dos posibles vasijas que interpretan al mundo desde la idea de la exclusión, las verdades absolutas y los patriotas o antipatriotas. Nos encontramos en ese nivel de reduccionismo enfermo.
Las posibilidades de reconocer al otro, a los otros, a los que no se asumen en la línea de mis verdades y mis visiones, son prácticamente inexistentes. Eso significa cerrar cualquier intercambio que no sea la posibilidad de imponerme, buscar desaparecer las diferencias o encontrar las coincidencias no tiene sentido, porque en sí mismo encarnan la maldad que se enfrenta a mi verdad buena y moralmente correcta. El ambiente entre los extremos que se asumen en la intransigencia de los desprecios mutuos, de la cancelación del diálogo por innecesario, ya que el reclamo de la posesión de la verdad solo se encuentra en un lado.
El ejercicio público y político delimita sus acciones en el marco de las discusiones ideológicas, de interpretaciones y mediciones políticas. Las acciones necesarias para la operación administrativa, para los ejercicios de gobierno, parecieran estar puestas en tercera instancia. Los problemas que nos asedian, siempre medidos en los cálculos de la disputa política, que esperen sus momentos para ser resueltos; los quehaceres de la palabra, de las acciones centrales, están caminando y logran el predominio. Ya se verá que vamos en la ruta correcta.
A la mitad de un camino que aun llena de esperanzas a millones, se siembran querellas acentuadas por rencores forjados a golpes de arbitrariedades e impunidades; merecen no olvidarse y actuar contra ellas en aplicaciones de ley que garanticen derechos y que favorezcan atemperar el aire enrarecido, merecemos también, pugnar por los acuerdos que se reconozcan como hechos diferentes a las inequidades y atropellos que eran historia diaria y de las cuales se asegura haber desmarcado la vida institucional y de gobierno.
Insistir diariamente en marcar bandos, negándose a la conciliación, salvo que signifique la subordinación del otro a la que proclaman como razón de toda verdad, o ser lanzado a los infiernos de lo opuesto. En ese marco es muy poco probable encontrar esa concordia básica que, con sus conflictos e incertidumbres, debe coexistir en los marcos democráticos. Por el contrario, los blancos y negros que se acentúan, evitarán los exigibles matices de los muchos grises posibles de entenderse, y que sin duda serían prueba plena de encontrarnos en una ruta nueva, progresista y de mejores resultados para todos.
Hoy, a pesar del pasmo de todos los partidos, o por ello, se debe reclamar una sociedad civil crítica contra la cerrazón venga de donde venga. Una sociedad civil que plantee como razón de su existencia, la protección de valores democráticos y de tolerancia, que buena falta nos hace no olvidar que pese a sus deficiencias y pendientes, mucho ha costado ir logrando.
LA BITÁCORA DE LA TÍA QUETA
El PRI en su laberinto.