Más que buenas intenciones.

Supongo que a veces tenemos buenas intenciones, pero tomamos malas decisiones.

Anónimo.

 

Nunca será suficiente insistir en que nuestro país necesita avanzar hacia una mejor y más tolerante discusión pública y política; no es de menor relevancia el respeto a la planeación de las acciones de los gobiernos, como base para la realización de los programas que se pretendan, como tampoco exigir que el estado de derecho sea el marco de la acción y garante de la vida comunitaria.

Las ocurrencias, los intereses facciosos, los prejuicios políticos y las venganzas, la malintencionada polarización social, todo ello como ejercicios de gobierno de cualquier nivel, no abonan a ningún buen propósito, cualquiera que este sea.

La estatura de los políticos, de los funcionarios y administradores públicos se manifiesta precisamente en la acción integral o no que realizan y la altura de miras sobre la que desarrollan sus actividades. La cortedad mostrada a lo largo de muchas administraciones, conduce a gestiones plagadas de infortunios y complejidades, engrandecidas por las irresponsabilidades manifiestas y los intereses que se encubren con ellas.

La actual espiral de desencuentros, nos arrebata cada vez más la posibilidad de superar nuestros agobios; una sinrazón que domina el escenario donde predominan los reduccionismos, en lugar de la obligatoria apertura para los encuentros.

Detrás de la declaración de las buenas intenciones, debe haber y mostrar el sustento, condiciones claras que permitan realizar lo que se ofrece. De lo contrario, estamos ante la continuación de las promesas que buscan “enamorar” a la “clientela” electoral, sin más fundamento que sorprender las aspiraciones de sectores sociales y ciudadanos, sumando un episodio más de lo que formó los hartazgos sociales.

Es necesario que los tiempos electorales que vienen, muestren que los actores partidarios y los personajes políticos leen bien, que ofrecer lo mismo es repetir aquello que se ha demostrado que fue descalificado. Ojalá que los debates que se esperan de cara al 2021 no sean la continuidad de las incapacidades para ofertas políticamente serias, que superen el rubro de las descalificaciones, las calumnias y los devaneos de la ignorancia. Porque utilizar en una campaña, el señalamiento morboso que “vende”, en lugar de ofrecer programas y propuestas serias, reales, es desprestigiar una vez más la actividad política, cargarla de errores y malos representantes. Es esta una oportunidad de recomponerla como herramienta democrática, de enaltecerla con nuevas prácticas, desde la discusión argumentada y el compromiso social.

Los tiempos de la pandemia marcarán también cómo se visualizan las responsabilidades en un proceso electoral que tendrá que innovar en la forma de comunicarse, en la forma en que se establezcan los contactos con un electorado que también debe asumirse de un actuar distinto, en la valoración serena de a quién se elige y porqué. Este momento especial nos obliga a la reflexión de soluciones especiales, demostrando que todos necesitamos más que buenas intenciones.

LA BITÁCORA DE LA TÍA QUETA

De Enero a Agosto, Veracruz, segundo nacional en violencia de género, duele mucho.