“In memorian Pilar Pellicer.”
Mtro. José Miguel Naranjo Ramírez.
Los grandes artistas se van, pero sus obras maestras se quedan con nosotros para recordarlos, conmemorarlos, disfrutarlos. Recientemente fallecieron destacados artistas mexicanos que en los últimos sesenta años fueron referentes del arte mexicano, tal es el caso de la extraordinaria actriz de cine, teatro y televisión Pilar Pellicer, quien formó parte de la época de oro del cine mexicano. La actriz participó en importantes películas como “Nazarín” de Luis Buñuel, compartiendo escenario con Marga López, Rita Macedo, Ignacio López Tarso, también fue el personaje de Susana San Juan de la película “Pedro Páramo”, y otra película por la que es muy recordada lleva el título de “Santa”, llevada a la escena cinematográfica en 1969 y basada la historia en la novela homónima de Federico Gamboa publicada en 1903.
En el 2015 en una entrevista que le realizó Cristina Pacheco a Pilar Pellicer, la actriz declaró que a los personajes representados los tienes que sentir, vivir sus historias, hacerlas tuyas, y que ese acto de entrega y pasión sirve como desahogo y catarsis ante la vida real. De niño recuerdo a Pilar Pellicer como protagonista de la telenovela “Muchachitas”, el escribidor del presente artículo nació y creció en una familia integrada por cuatro hermanas mayores y al ser el pequeño de todos los integrantes no tuve otra opción más que aceptar las reglas impuestas por la mayoría, además, en aquellos años viviendo en un bonito y pequeñito pueblo no había muchas opciones a elegir, por eso recuerdo perfectamente las actuaciones de Pilar Pellicer y Alejandro Camacho en aquel lejano 1991, Pilar en el papel de Martha representó ser una madre posesiva, manipuladora, consentidora de un hijo soberbio, engreído y perverso llamado Federico Cantú.
Con el paso de los años seguí conociendo y acercándome al cine de oro mexicano y relacionándolo ampliamente con la literatura, cuando leí “Santa” de Federico Gamboa, no sólo aprendí que es una de las novelas más importantes de la primera mitad del siglo XX y que la historia estaba dando por terminada una época de novelar como lo fue la etapa porfirista, asimismo, supe que “Santa” había sido llevada al séptimo arte en diversas ocasiones e incluso la producción de 1932 es considerada la primera película sonora del cine mexicano, en todo este estudio e investigaciones me encontré que en la década de los sesentas se realizó la versión moderna de “Santa” donde Pilar Pellicer fue protagonista, y como una primera actriz vive, siente, se apasiona y encarna a sus personajes, bien vale la pena recordar un poco de la emblemática historia de la novela para que nos sirva de aperitivo y acudir a la obra y al cine de arte.
Santa es una joven bella, atractiva, la cual creció junto a su madre y hermanos. Santa desde niña fue consentida y protegida por su familia, los hermanos trabajaban duro para que modestamente en la casa familiar no faltara nada, cuando Federico Gamboa describe el ambiente donde creció Santa nos recuerda a un México que se fue y particularmente describe la naturaleza a plenitud, la belleza de los campos, las flores, el ambiente, los ríos, y todo esto hace que Santa lleve una vida sana, feliz, hasta sus quince años Santa es una joven absolutamente inocente.
Cumplido los quince años, Santa como toda joven adolescente empezó a sufrir cambios hormonales, su belleza física se notaba y su madre al inicio se muestra compresiva con los cambios de su amada hija. Santa se enamorará de un joven militar, éste con mucha paciencia, artimañas, le pide a Santa que se le entregue por completo, al inicio Santa no lo hizo, pero como joven inocente, sana, y, sobre todo, por el enorme sentimiento que tenía por el joven alférez, Santa al final se entregó en cuerpo y alma, el alférez la usó y abandonó, Santa quedó embarazada y los hermanos junto a su madre prácticamente la corrieron de su casa.
A partir de aquí la vida se Santa sufrirá un cambio terrible, se irá a vivir a una casa donde es explotada por la patrona Elvira y la comadrona Pepa, por la belleza que posee Santa se convierte en la mujer más deseada y solicitada de la casa, desde el primer día que llegó a vivir a la casa, Santa hizo una buena amistad con el músico llamado Hipólito, este personaje es clave en toda la historia y tiene un enorme simbolismo que lo dejo abierto para la interpretación de cada lector, pero anticipo que Hipólito es ciego, feo, flaco, y se enamoró perdidamente de la imponente Santa.
Es importante comentar que en toda la historia Federico Gamboa está desnudando a una sociedad hipócrita, de doble moral, no dejó títere con cabeza, porque hay una escena triste, dolorosa, y es cuando los hermanos de Santa la buscan para decirle que su mamá había muerto, Santa destrozada del alma se viste de luto y decide ir a la iglesia para rezar por su madre, pedirle perdón a Dios, y estando en la iglesia los niños reconocen que es la afamada prostituta, el sacerdote también la reconoce e inmisericordemente la corre de la iglesia, Santa le pide que sólo le permita estar un breve instante en ese lugar y el sacerdote la amenaza con hablarle a la policía, por lo que Santa triste, derrotada y humillada abandona la iglesia, el conocedor más simple de los evangelios sabe que Jesús no actuó así, pero Jesús es un personaje singular, todo lo demás es una farsa.
La historia general es fantástica, en momentos triste, pero indudablemente realista, y si el personaje del sacerdote que corre a Santa de la iglesia representa el asco de esa sociedad, Hipólito con defectos y virtudes es un personaje esperanzador y emblemático, eterno amante de su Santa. En la novela Federico Gamboa nos regala una pequeña introducción ficticia donde la escultura de Santa se dirige a su escultor con estas palabras:
“Barro fui y barro soy; mi carne triunfadora se halla en el cementerio. Desahuciada de las “gentes de buena conciencia”, me cuelo en tu taller con la esperanza de que, compadecido de mí, me palpes y registres hasta tropezar con una cosa que llevé adentro, muy adentro, y que calculo sería el corazón, por lo que me palpitó y dolió con las injusticias de que me hicieron victima…
No lo digas a nadie –se burlarían y se horrorizarían de mí –, pero ¡imagínate!, en la Inspección de Sanidad, fui un número; en el prostíbulo, un trasto de alquiler; en la calle, un animal rabioso, al que cualquiera perseguía; y en todas partes, una desgraciada.
Cuando reí, me riñeron; cuando lloré, no creyeron en mis lágrimas; y cuando amé, ¡las dos únicas veces que amé!, me aterrorizaron en la una y me vilipendiaron en la otra. Cuando cansada de padecer me rebelé, me encarcelaron; cuando enfermé, no se dolieron de mí, y ni en la muerte hallé descanso; unos señores médicos despedazaron mi cuerpo, sin aliviarlo, mi pobre cuerpo magullado y marchito por la concupiscencia bestial de toda una metrópoli viciosa…”
Santa, Santa, Santa, tu tragedia es la nuestra, pero al mismo tiempo es tu grandeza, porque hoy nos sirves de guía, tal como lo cantó el músico-poeta Agustín Lara: “Santa, Santa mía, Mujer que brilla, En mi existencia, Santa sé mi guía, En el triste calvario del vivir.”
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