Llueva, truene o relampaguee El Estado soy yo

*Niños y papás sin vacunar estarían en grave riesgo

*Autoritarismo que avasalla a legislativo y judicial

 

SI PARTIMOS de que el absolutismo es un poder único desde el punto de vista formal, indivisible, inalienable, intrascendente y liberal, y que la pretensión teórica de los gobernantes (con distintos grados de realización en la práctica) es que el poder político no esté sujeto a ninguna limitación institucional, fuera de la ley divina (en este caso la evangélica cristiana), debemos de reconocer que el Presidente Andrés Manuel López Obrador se ha tornado absolutista con tendencia al totalitarismo, ya que su frase –autoritaria por todos los flancos-, “Llueva, truene o relampaguee habrá clases presenciales en agosto”, demuestra que por encima de él y contra él, absolutamente nadie. AMLO engloba en esa frase que el Estado es solo él, tópico político atribuido a Luis XIV de Francia, el llamado Rey Sol, interpretada en el sentido de identificar al rey con el Estado, en el contexto de la monarquía absoluta. La frase habría sido pronunciada el 13 de abril de 1655 por el joven rey (tenía dieciséis años en ese momento) ante el Parlamento de París, y con ello  pretendía recordar la primacía de la autoridad real ante el desafío planteado con el lit de justice (lecho de justicia del parlamento) del 20 de marzo del mismo año. En Suma, el también llamado Rey Sol ponía en evidencia que la única autoridad que tenía y obedecía era el mismo, y que el parlamento –como lo demuestra en México Andrés Manuel López Obrador con el Congreso de la Unión y el Poder Judicial- le valen menos que un cacahuate. Porque está claro que en una república, el Presidente en turno no puede obligar a nadie a hacer lo que no desea, y menos cuando existen graves riesgos de salud ante una pandemia como el CooVid19 y sus variantes que siguen cobrando vidas a diarios, y que revelan los contagios diarios que sobrepasan los 15 mil y en ocasiones los 16 mil. Por ello, el regreso a clases presenciales no tiene por qué decidirlo a capricho el Presidente López Obrador sino una recomendación científica, y el mandatario tiene de científico lo que un odontólogo de matemático.

 

 

Y DECIAMOS que AMLO se inclina al totalitarismo, considerando que el concepto contemporáneo lo define como la concentración del poder en el Estado como organización, pero a su vez, dicho Estado es dominado y manejado en todos sus aspectos por un partido político; este, paralelamente, impone a la comunidad una ideología muy definida que penetra en todas las actividades sociales (desde el arte, las ciencias, la economía y hasta los hábitos de conducta). Y es que en el absolutismo no hay un Estado propiamente dicho (y menos un partido político) sino que el Estado se identifica con un individuo que ejerce autoridad sin necesidad de ideología alguna; de hecho al absolutismo no le interesa imponer su control e influencia sobre todos los aspectos de la vida social y política sino que le basta fijar una autoridad omnímoda a quien los gobernados solo deben obedecer y jamás cuestionar. Según Norberto Bobbio, en términos kantianos, el poder absoluto consiste en que “el soberano del Estado tiene con respecto a sus súbditos solamente derechos y ningún deber (coactivo); el soberano no puede ser sometido a juicio por la violación de una ley que él mismo haya elaborado, ya que está desligado del respeto a la ley popular (populum legis)”.

 

EN POCAS palabras, el “llueva, truene o relampaguee” es algo así como la interpretación moderna de “El Estado soy yo” y a nadie rindo cuentas. Es como borrar de un plumazo al Congreso de la Unión y al Poder Judicial, porque si los maestros se amparan argumentando que los contagios de CoVid119 superan los 15 mil diariamente, y que el Gobierno Federal solo ha vacunado a una cuarta parte de los mexicanos contra la Pandemia, seguramente, un juez o ministro responsable les dará la razón, más aun cuando los profesores fueron vacunados con la dosis de Cansino, un anticovid que no garantiza seguridad lo mismo que astrazéneca. Por qué el vocablo “llueva, truene o relampaguee” aquí y en China, se usa para hacer ver que debe hacerse algo aunque las circunstancias se opongan, y en este caso las circunstancias son un terrible mal que sigue costando vidas.

 

EXPRESAR SEMEJANTE advertencia solo denota la sobrevaloración moderada o extrema de quien la pronuncia, es como decir “yo hago mi santa voluntad”. Se trata de la acumulación total y absoluta de poder, lograr el control permanente de todos y el decir siempre la última palabra es la marca de los tiranos o tiranozuelos en todo el planeta. La periodista y política mexicana, Tere Vale, poseedora de una larga trayectoria como comunicadora que comenzó en 1975 en medios como Televisa, ABC Radio y Ondas del Lago, entre otros, además de que ha sido candidata a diversos cargos, define a Hitler, Trump, Chávez, Maduro u Ortega como una encarnación de los “Tiranos” a los que les importa muy poco si las personas a su alrededor mueren o sufren o tienen terribles carencias o dolores, eso es algo que a los desapegados no les afecta ni preocupa, pues podríamos decir que esos sufrimientos humanos casi los disfrutan. Refiere que esas mismas necesidades neuróticas dan lugar en este tipo de personas a una hostilidad manifiesta a quienes se oponen a sus deseos. Para ellos es tan importante el control sobre los demás para sentirse poderosos, que la más mínima objeción a sus puntos de vista es interpretada como un desacato y una agresión. O están conmigo o están contra mí, dicen. Los otros, afirman, están siempre equivocados, los otros son malignos, rastreros, corruptos, conservadores y no merecen ni piedad ni atención” (¿a quién nos recuerda?).

 

POR ELLO el “llueve, truene o relampaguee” no puede, sino ser interpretado como un absolutismo a ultranza con trazos de totalitarismo; es la esencia de un Gobernante caprichoso que no resuelve pero exige, como en el caso de las autodefensas que tanto crítica y a las que no les ve razón de ser, pero que, por otra parte, no se atreve a contrarrestar a los delincuentes que son quienes inducen a una parte de la sociedad a rebelarse, armarse y enfrentar lo que las fuerzas armadas y policías no hacen, y no porque no quieran sino porque reciben instrucciones del más alto nivel ya que le echarían a perder el teatro al Presidente en turno que quiere seguir apareciendo como el mandatario más querido de todos los tiempos, viajando al interior del País con poca seguridad y sin ser molestado por la delincuencia, en un pacto de no agresión no escrito pero entendido por ambos bandos. El Presidente sabe que declararle la guerra al hampa sería tener que enclaustrarse o viajar en aviones especiales con un Estado Mayor que lo cuide. Y lo mismo pasa con los alumnos y maestros a los que desea regresar a clases aunque no estén vacunados. Es decir, “aquí solo mis chicharrones truenan, pésele a quien le pese”, sin más argumento que un capricho, porque se niega a dotar de Tablet a los estudiantes y meter internet en todo el País. Mejor que vuelvan a las aulas, aunque se contagien. Así de simple. OPINA [email protected]