Las dos caras de la titular de la Oficina de Programa de Gobierno Waltraud Martínez Olvera

’21/11/2024’
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Cartas a la redacción:

Develar el doble rostro de los iluminados que “gobiernan” el país y el estado es un deber ciudadano que como simples trabajadores que conocemos las entrañas de una dependencia es lo que nos motiva, admirada y reconocida Claudia Guerreo,  a seguir denunciando el maltrato y los abusos que padecemos en la Oficina de Programa de Gobierno, hoy encabezada por una señora con aires de pureza, justicia y bondad que en realidad es una gente acomplejada, soberbia, tirana, déspota, caprichosa y corrupta que solo está ahí para saciar sus intereses y descargar todo su rencor. Desde luego que lo hacemos sabiendo de antemano que de ahí no pasará, toda vez que aquí las instituciones están de adorno.

AMLO, en una de tantas alocuciones a la grandeza de su movimiento, dijo que el pueblo eligió a Morena para acabar con la corrupción, la impunidad, para que no haya amiguismo, nepotismo ni ninguna de esas lacras de la política, afirmando que actúan con honestidad. Claro está que una cosa es decir y otra hacer, porque al menos en la OPG esto no se ve por ningún lado.

Este 14 de febrero, por ejemplo, y como si fuéramos menores de edad y asistiéramos al kínder o a la primaria, los empleadillos de la dependencia tendremos el alto honor de ver a “la doctora Wal”, que no convivir con ella o su equipo, después de que organizaran el concurso “tu amigo secreto”, como si los tiempos estuvieran para celebrar convivios colectivos. Ahí sí que todos debemos estar porque, de lo contrario, vendrán las represalias.

En cambio, la señora organizó la celebración de la rosca de reyes, en donde tan solo invitó a sus incondicionales de la oficina, a su hermano el subsecretario de Turismo, y a sus amigos. Algunos de ellos con facha grotesca, como el chavo-ruco de pelo cano que lució una playera de un grupo musical con todo y sus más de 60 años de edad y que, por su puesto, ni de la oficina es, pero eso sí, tuvo la muy grata experiencia de su vida de compartir con el “gobernador”.

Ni qué decir del Día de La Candelaria en donde, con dinero de la dependencia, obvio está, invitó los tamales y después hizo publicar y difundir en redes sociales su “sencillez” de comer algunas piezas, desde luego que encerrada en su oficina, lejos de los miserables empleados que le sacan roña de tan solo verlos.

Ellos pueden estar juntos y compartir todo lo que quieran al fin que si se enferman de Covid, Veracruz no pierde nada, pero si ella se infecta y deja de ir a trabajar, entonces sí que el destino del estado está en grave riesgo.

 

Por cierto, y ya que tocamos el tema, es destacable su dicho: “todos nos vamos a morir cualquier día de éstos, así que no hay pretexto para que vengan a trabajar”, después de que cinco compañeros que trabajan en las barracas de Cayetano Rodríguez han dado positivo a la enfermedad y tienen que ir a trabajar, sin importar que estén separados unos de otros por un mísero plástico y que toda la jornada laborar estén respirando aire acondicionado. Pero eso sí, no se pueden quejar de que tiene un enorme patio por el que se paga un dineral y que tan sólo se usa cuando ella necesita que le rindan pleitesía.

De su innegable corrupción, mejor ni hablamos, porque para ella no tiene nada de malo que la camioneta de lujo que le compró el pueblo sabio y generoso se utilice, después de que la llevan a la oficina de Cayetano Rodríguez, para que su marido/mantenido la use para ir de compras y recoger a los niños de la escuela.

Los pobretones muertos de hambre si deben viajar en transporte colectivo pero su reyecito no tiene por qué hacerlo, para eso están los bienes públicos que por artes corruptas pasan a ser privados. Desde luego que también es el transporte que utiliza el marido/mantenido cuando sale a divertirse. Claro que no le dan permiso de manejarla porque como es bien mala copa, al sentirse tomado no le da por cantar, si no por presumir lo que nunca ha sido y echarle bronca a todos.

Del nepotismo y amiguismo, como ya lo hemos dicho, sigue prevaleciendo el hecho de que las hermanitas Rigual mantienen el poder de las áreas Administrativas (dinero y manejo de personal) y la elaboración del dizque informe de gobierno (la segunda dirección con más personal).

Ahora hay que agregar que ya crearon el trío Las Arpías, al sumarse a ellas la directora del Jurídico, muy digna representante de lo que es el cambio de camiseta cada periodo gubernamental, desde el corruptísimo de Duarte y el no menos corrupto de Yunes, hasta la digna transformación que vivimos, como lo prueba las fotografías que mando a circular la “doctora Wal” de ellas cuatro con el “gobernador”, así como de la muy famosa quinta de ley de Newton: “todo lo que se arrastra sube”.

A ellas tres se debe el despido de la doctora Darlen, que se molestó por el uso indebido de los datos que trabaja su equipo y por oponerse a que su equipo fuera acarrado el 1 de diciembre a rendir pleitesía a AMLO en la Ciudad de México, pagando ellos mismos el traslado y comida, para “apoyar la causa”. También son las responsables de que hayan corrido a quienes estaban al frente de la Unidad de Género y la Unidad de Transparencia.

Ni qué decir que el cambio de titulares en estas dos últimas unidades son clara muestra del gran equilibrio emocional y claridad de miras de la “doctora Wal”: cuatro en la primera y tres en la segunda. Todo un récord a poco más de tres años de gobierno.

Una más de las lacras políticas que tenemos que soportarle, si no queremos sufrir su ira y acoso laboral, es el asistir a hacer el tequio para pintar y limpiar escuelas y chapear prados. Es voluntariamente a fuerza y cada que se le antoja. Todas las veces, curiosamente, en la zona del distrito en donde ella puede postularme, ya como mínimo, como diputada local.

Quizá su doctorado no le alcance para saber que el famoso tequio no es más que un trabajo forzado que los pueblos indígenas tenían que realizar a favor de los conquistadores, y que como éstos se negaban a ejecutarlo, nació la leyenda del indio flojo y ladino.

Así las cosas, estimada Claudia, esperamos con ansia loca el poder ver, aunque sea de lejos, a su majestad la “princesa Wal”, perdón “la doctora Wall”, antes de que, como dice ella, nos llegue el día de nuestra muerte.