“Las noches de Salé.”
Mtro. José Miguel Naranjo Ramírez.
Conocí al poeta y narrador Jorge Ruíz Dueñas gracias a la revista literaria: “El Búho”. En la sección: “De nuestra portada” de esta prestigiada revista aparece un artículo de Ruiz Dueñas titulado: “Este sitio fue Constantinopla”.· A partir de este encuentro he leído algunos de sus artículos y me he ido acercando a su obra ensayística. Jorge Ruiz Dueñas es un reconocido hombre de letras, catedrático, periodista cultural, fue Gerente del Fondo de Cultura Económica, Director del Archivo General de la Nación, ha recibido importantes reconocimientos, entre ellos, el Premio Xavier Villaurrutia, desde el año 2019 es miembro de la Academia Mexicana de la Lengua, y en el presente año se encuentra cumpliendo 75 años de edad, Ruiz Dueñas es un poeta y ensayista que bien vale la pena leer y lo festejaremos con uno de sus libros de ensayos titulado: “Las noches de Salé” obra publicada por la “Colección Biblioteca del Issste” en 1998.
Existen gran cantidad de libros que narran historias de viajes, recuerdo hace varios años leí uno maravilloso de Ramón Xirau titulado: “Ciudades”, donde el filósofo mexicano de origen catalán nos hace caminar por distintas ciudades italianas como Florencia, Venecia, Verona, y con su gran sabiduría nos lleva a los museos, a las catedrales, analiza y reflexiona sobre esculturas bellísimas como el “David” de Donatello y el “David” de Miguel Ángel, y en general, cuando el lector se encuentra con un libro de viajes bien narrado nos queda la sensación que hemos estado allí junto al narrador viviendo esas únicas experiencias.
Dentro de este linaje de libros se encuentra: “Las noches de Salé”, con una característica muy particular, por lo menos para el escribidor, esta consiste en que Ruiz Dueñas nos presenta desde su saber, experiencias, visiones y sensaciones parte de la cultura islámica, claramente se percibe que el autor le atrae el mundo árabe, lo conoce, lo ha visitado más de una vez, porque lo describe con una soltura y claridad atrapante, y más porque al ser nuestras culturas y tradiciones muy distintas y distantes a la de los musulmanes,· Ruiz Dueñas logra cautivarnos e interesarnos por acercarnos a ese mundo ajeno y lejano lleno de costumbres, tradiciones, códigos, pero que en el fondo también se percibe el carácter universal de lo humano, es decir, lo que nos unifica a pesar de las grandes diferencias de ver y concebir la vida, temas como la ilusión, la esperanza, el amor, la sensualidad, los deseos, son sensaciones y emociones del hombre sin importar si es Judío, cristiano, árabe o de cualquier otra tradición, y precisamente en la descripción de esa universalidad van destinados algunos de los pequeños artículos que integran la obra, ejemplo de ello lo encuentro en el artículo titulado: “En Temara”, donde Ruiz Dueñas nos presenta las impresiones que le provocó una bella mujer llamada Fátima.
“Las mujeres más jóvenes portaban ricas chilabas, prodigando un toque multicolor y suntuoso. Fátima, la hija mayor, cumplía con destreza excepcional aquella tarea. Usaba un caftán galonado tradicional de Salé. La primera túnica era de seda color jade con flores pintadas a mano; encima, un brocado de palmas destacaba su belleza. Ella hacía gala de conocimientos que asomaban sólo en el momento necesario. El largo cabello castaño caía sobre los hombros, rodeando armoniosamente la cara donde arqueaban magníficas cejas. Parpados y pestañas cubiertas de khol hacían aún mayor los ojos y palidecían su rostro.
Ofrecieron unos pastelillos dulcísimos y fragantes pero mi mente estaba abstraída por los movimientos de la joven; su discreta sonrisa y modos gentiles, el acento abierto y sensual al hablar lenguas de los infieles. Al buscar un tema con el cual disimular el desconcierto, hablé de mi admiración por la joyería berberisca antigua. Ella explicó cómo las joyas pasaban a través de generaciones; que la plata era materia exclusiva de la campiña y el oro privilegio de las ciudades.
No pude olvidar a Fátima. Creía verla en el talón de una berberisca enrojecido con alheña, en el ondulado vientre de la bailarina, en los rostros ocultos de otras mujeres, en la sinuosidad de las calles que serpentean cuesta arriba y obligan a hacer rítmico el paso de las hembras envueltas con almalafas; en la menta o el azahar del Café Maure, que ya no podría beber sin evocarla…”
Este relato es maravilloso, muy descriptivo, al momento de la lectura uno se imagina a Fátima, bella, morena, con mirada penetrante, alta, delgada, toda ella imponente y, sobre todo, Fátima pasa a ser un personaje que se convierte en nuestra imaginación como un símbolo de belleza muy particular, como símbolo de un ideal estético por amar, porque la belleza de la mujer nos puede provocar un sinfín de sensaciones, placeres y angustias, deseos y desesperaciones, obsesiones, felicidad e infelicidad, podemos vivir con ellas en un paraíso y sin ellas en un laberinto, digo laberinto porque en este libro se encontrarán con un pequeño texto titulado: “La mujer” que narra lo siguiente:
“Luego de permanecer muchos días extraviado en el jardín de la kasbah, por fin logré atrapar a la hermosa mujer que atisbaba. Aprisioné con fuerza sus manos obligándola a mostrarme la salida del laberinto. Alcanzamos el exterior. Ella suplicaba cuando entramos al salón de los espejos. Sorprendido, me di cuenta que no se reflejaba. Cedí al impulso de liquidarla y su cuerpo quedó exangüe. Entonces pude ver su reflejo, pero, aterrado, descubrí que el cadáver ya no estaba conmigo. En el espejo sólo permanecía una imagen tendida, yerta. Tomé un puñal. Decidí regresar para buscarla.”
Fátima, siempre Fátima, sin importar tus culturas y tradiciones siempre andamos en tú búsqueda, porque sabemos que es preferible vivir en un laberinto a pasar una vida entera sin ti, eso sería como la nada, y el hombre no puede vivir con la nada, el hombre busca esencias y esa esencia la encontramos en ti, Fátima.
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Facebook: Jose Miguel Naranjo Ramirez.
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- (A pesar de nuestra historia tan cercana desde el momento que nos conquistó España, basta recordar que el mundo árabe invadió a España y compartieron y mezclaron en suelo español sus razas, culturas, costumbres, tradiciones, por varios siglos, de hecho, los árabes fueron expulsados de España en 1942, mismo año en que Cristóbal Colón se encontró con nuestro mundo.)