HOMENAJE PÓSTUMO A MARIO VARGAS LLOSA. (II)

’13/06/2025’
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El sueño del Celta”. Segunda parte.

Mtro. José Miguel Naranjo Ramírez.

En la amplia novelística de Mario Vargas Llosa, el lector podrá viajar por distintas ciudades y conocer de manera directa un sinfín de acontecimientos históricos que marcaron a nuestras sociedades. Por citar sólo algunos ejemplos; al encontrarse con: “La fiesta del chivo” el lector se irá a vivir a República Dominicana, en Santo Domingo se hospedará en el hotel Jaragua y allí empezará a conocer una amplia historia donde el personaje central es Urania y la historia narra la cruel y despiadada dictadura de Rafael Leónidas Trujillo. Si pensamos en: “La guerra del fin del mundo”, entonces nos situaremos en Brasil, concretamente en el Municipio de Canudos, donde “el consejero Antonio” considerado el nuevo “mesías” provocará un enorme conflicto. La obra: “Tiempos recios” nos trasladará a la República de Guatemala cuando vivió su breve sueño democrático. El Perú es el centro de varias novelas vargasllosiana, alcanza con nombrar su primera novela: “La ciudad y los perros”, la magistral obra titulada: “La casa verde”, así como la inigualable: “Conversación en la catedral” y muchas otras más.

Derivado de lo anterior, en la voluminosa novela: “El sueño del Celta”, Vargas Llosa nos lleva a vivir al país africano el Congo, a la Amazonía brasileña y peruana, y en la tercera parte de estos artículos nos hospedaremos en la Irlanda del Sur. En el artículo anterior no tan sólo empezamos a conocer la vida de Roger Casement, además, gracias a este carismático personaje pudimos apreciar las valiosas denuncias que realizó sobre el abuso, explotación, torturas y todo tipo de barbaridades que perpetró el colonialismo europeo en el Congo. Ahora nuestro protagonista llegó de embajador a Brasil. Allí estuvo cuatro años como diplomático y en 1910 el gobierno inglés para quien trabajaba, le solicitó formara parte de una comisión que iría a investigar el vil e inhumano trato que recibían los indígenas de la Amazonía del Perú, concretamente en Iquitos y toda esa región peruana. Les contextualizo.

En toda la Amazonía peruana operaba la compañía Perovian Amazon Company, esta empresa tenía como dueño a Julio C. Arana, un hombre que empezó vendiendo sombreros y con la fundación de su compañía se convirtió en uno de los más ricos del mundo. La empresa era de origen inglés, por eso mismo el gobierno envió una comisión a las tierras peruanas para que investigaran si los abusos que se denunciaban eran verdaderos. El lector podría preguntar: ¿y por qué una empresa va a mutilar, esclavizar, torturar, e incluso, exterminar a los indígenas peruanos? Muy sencillo, el lector debe saber que la ambición por el caucho fue un fenómeno que se dio a finales del siglo XIX. Muchas naciones europeas a través de empresas propias y/o concesionadas por sus gobiernos, se fueron a países subdesarrollados a explotarles todos sus recursos naturales. Vimos que, en el Congo, fue Bélgica la nación que los hurtó. Bueno, en la Amazonía peruana quien los estaba destruyendo fue la empresa de Julio C. Arana, por cierto, esta empresa no sólo tenía un registro de fundación inglés, asimismo, pertenecían como altos miembros personajes distinguidos que vivían en Londres con todo tipo de lujos y comodidades, en algunos casos, sin saber que su opulencia y riqueza se originaban esclavizando a los indios en sus propias tierras. Sí, en cada pueblo, región o comunidad donde estaba instalada la compañía Amazon Company, ahí la empresa nombraba capataces, gerentes, quienes tenían a un grupo de jóvenes que obligaban a trabajar a los nativos, resulta conmovedor conocer los testimonios; les comparto uno de ellos en la voz del personaje vargasllosiano, a propósito, personaje real:

Cerró los ojos y vio la inmensa región, dividida en estaciones, las principales de las cuales eran La Chorrera y El Encanto, cada una de ellas con su jefe.  O, mejor dicho, su monstruo. Eso y solo eso podían ser gentes como Víctor Macedo y Miguel Loaysa, por ejemplo. Ambos habían protagonizado, e mediados de 1903, su hazaña más memorable. Cerca de ochocientos ocaimas llegaron a La Chorrera a entregar las canastas con las bolas de caucho recogidos en los bosques. Después de pesarlas y almacenarlas, el subadministrador de La Chorrera, Fidel Velarde, señaló a su jefe Víctor Macedo, que estaba allí con Miguel Loaysa, de El Encanto, a los veinticinco ocaimas apartados del resto porque no habían traído la cuota mínima de jebe –látex o caucho –a que estaban obligados. Macedo y Loaysa decidieron dar una buena lección a los salvajes. Indicando a sus capataces, los negros Barbados, que tuvieran a raya al resto de los ocaimas con sus máuseres, ordenaron a los muchachos que envolvieran a los veinticinco en costales empapados de petróleo. Entonces, les prendieron fuego. Dando alaridos, convertidos en antorchas humanas, algunos consiguieron apagar las llamas revolcándose sobre la tierra, pero quedaron con terribles quemaduras. Los que se arrojaron al río como bólidos llameantes se ahogaron.  Macedo, Loaysa, y Velarde remataron a los heridos con sus revólveres. Cada vez que evocaba aquella escena, Roger Casement sentía vértigo.”

Para comprender, no digo justificar, sino conocer los móviles de tanta maldad, se debe saber que los encargados o gerentes de cada establecimiento de la compañía no tenían sueldos, ganaban un alto porcentaje por la cantidad de caucho reunido y enviado a Europa o Estados Unidos. Lo que explica que entre más indígenas esclavizaban, más dinero podían ganar, por lo mismo les imponían una cuota de caucho por persona, y, quien no cumplía, ya leyeron arriba lo que les podía pasar. Algo más, al igual que en el Congo, cuando los indígenas se iban a los bosques a trabajar, los capataces se quedaban con sus esposas, hijas e hijos como rehenes, indígena que intentara escapar, ya se imagina como le iba a su familia. Créanme que lo que se va describiendo en la novela resulta espantoso, pero así de malvada puede llegar a ser una persona cuando la avaricia le domina su alma. Desde luego que en la novela se describe, explica y señala que ese mundo indígena era bárbaro, sin ninguna duda necesitaban salir de la sociedad tribal y caníbal, mas, nunca se justificará que, para supuestamente civilizarlos, primero los explotes, casi casi los extermines y después prediques que gracias al colonialismo les llegó la civilización, el cristianismo, el progreso.

Para que tengamos una idea del exterminio cometido contra las diversas tribus del Perú, les transcribo el siguiente dato que Vargas Llosa mediante su personaje nos comparte: “Más difícil resultó a Roger hacerse una idea aproximada de cuántos indígenas había en el Putumayo hacia 1893, cuando se instalaros en la región las primeras caucherías y comenzaron las correrías (caza de indios para el trabajo), y cuántos quedaban en este año de 1910. No había estadísticas serias, lo que se ha escrito al respecto es vago, las cifras difieren mucho unas de otras. Quien parece haber hecho el cálculo más confiable era el infortunado explorador y etnólogo francés Eugene Robuchon, …según el cual las siete tribus de la zona – huitotos, ocaimas, muinanes, nonuyas, andoques, rezígaros y boras, -debían sumar unos cien mil antes de que el caucho atrajera a los “civilizados” al Putumayo.”

Tres meses duró la investigación de la comisión. En 1912 fue publicado el informe, cualquier interesado investigue sobre: “El libro azul” de Roger Casament y allí descubrirá que la novela de Vargas Llosa no es ningún invento puramente ficcionado, es una novela histórica sobre un personaje que me resulta héroe y trágico, ingenuo y con un dejo de traidor. La historia completa de su vida la conoceremos en la tercera y última parte de la novela ubicada en Irlanda, su tierra natal, su querida Irlanda. La historia continúa y se acerca a su final.

 

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