*Veracruz le queda a deber un merecido homenaje
*Pierde la botánica y el periodismo a gran impulsor
DICEN QUE recordar es vivir, aunque me atrevo a decir que recodar es evitar que mueran los que ya se fueron, los que apreciamos y quisimos como verdaderos hermanos, porque a los hermanos Dios nos los impone, pero a los amigos nosotros los escogemos como parte de nuestras vidas, y un día decidí que Luis Martínez Wolf fuera mi amigo, hermano, aliado, maestro y ejemplo de muchas luchas, porque a pesar de ser atrabancado, era un genio a quien se le aprendía. Un ejemplo de tesón, que cuando le pronosticaron cáncer por primera vez se puso a devorar libros y estudiar lo que más le gustaba: la botánica, y pudo robar a las plantas medicinales su esencia para fabricar pócimas que mucho aliviaron sus males, a tal grado que logró sobreponerse a tres carcinomas, y uno de ellos tan agresivo que terminó con sus cuerdas bucales pero no con su alegría de vivir, de invitar a sus amigos a degustar los deliciosos platillos que cocinaba con esmero y sapiencia, y lo mismo los consumíamos bajo un árbol de mango donde Ana Mar, su adorada hija menor se columpiaba en su infancia, que en la amplia cocina dotada de mil especies e instrumentos para lograr la mejor gastronomía, o en el comedor siempre acompañado de uno, dos y hasta tres vinos tintos. Luis era único, un conversador incansable y el cáncer no menguo esa capacidad, pues cuando le extrajeron las cuerdas bucales se hizo de un pizarrón donde escribía lo que deseaba comunicar, porque detestaba la prótesis individual de voz. Son tantos los recuerdos de este hombre extraordinario que el domingo se fue con el Creador Supremo a nueve días de cumplir los 90 años, que no alcanzaría el espacio para contar las anécdotas más extraordinarias.
ALGUNA VEZ, ante la insistencia, le presente al entonces cacique del sur, Cirilo Vázquez Lagunes. El ganadero, amigo de siempre –porque las amistades nunca se deben negar-, nos esperó en un partido de Béisbol de su equipo conocido como Los Tobis (en honor a su inolvidable perro Toby- en el parque deportivo de Jáltipan. Luis –a quien previamente le había comentado que no publicara nada del encuentro- lo saludo con afecto, como solía serlo. Lo vio actuar amenazando a los jugadores de que no les daría ni una cerveza si no ganaban, y al termino se juntó con nosotros, nos invitó a comer y tomar, y de regreso le volví a recordar a Luis la secrecía de aquella reunión. Dos días después, en un importante diario del Puerto de Veracruz y en Excélsior leí la semblanza escrita por Martínez Wolf en torno a Vázquez Lagunes, positiva, por cierto, y cuando le reclamé, con esa sonrisa que desarmaba me respondió: ¿y cómo perder esta oportunidad? Y no fue la única vez que lo reuní con personajes célebres, porque Luis Martínez Wolf, además de todo, era un periodista narrador, hombre de letras que deja para la posteridad varios libros y ensayos, verdaderos estudios sobre el habitad al que tanto defendía, un creador de inventos que patentaba como de utilidad pública, como una de las primeras plantas de aguas potabilizadores que dejó en Brasil, pero además tenía otra cualidad: era amigo de los amigos y así lo demostraba hasta en los peores momentos.
ALGUNA VEZ por una presunta falta administrativa, la policía municipal de Veracruz lo detuvo en el zócalo, y lo quisieron hacer de manera tan poco comedida, que el hombrón, porque Luis era alto y fuerte y para variar marino de toda la vida, descontó a uno de los uniformados y al otro lo tiró, y terminó en las celdas municipales. Un familiar me llamó de inmediato cuando cenaba con un ex subprocurador de justicia, concretamente José Luis Peri Pérez en el puerto de Veracruz, y desde allí le marque al entonces alcalde Jon Remetería que me increpó: -mira Carlos Jesús, ese Martínez Wolf todo el tiempo me ha criticado en su columna, ahí déjalo que se quede unas horas, y le respondí que era mi amigo, y que se lo pedía como un favor especial, y que si era necesario mandarle la multa se la mandaba o la pagaba, pero que de favor lo liberara puesto que no había cometido un delito mayor. Jon accedió, dio la instrucción, pero a los 10 minutos me devolvió la llamada: -mira Carlos, yo ya di la orden, pero Luis no quiere salir, a lo que le pregunte: -¿cómo está eso, no entiendo? –Sí, me respondió Jon, -en la cárcel se hizo amigo de dos borrachines y dice que si no los liberamos junto con él, no sale. De verdad no pude aguantar la carcajada, y le volví a suplicar que si los borrachines no tenían delito que los liberara y que me cobrara a mí la multa, y Jon molesto casi me cuelga con un: -déjame ver que hago, para enseguida comentar “ahí te lo mando con el jurídico del ayuntamiento, es tu responsabilidad. En efecto, Luis llego al restaurante Bar donde estaba con otros amigos, incluido Peri Pérez, pidió un wiski como si nada, y le invitó unas copas al jurídico que, posteriormente me enteré, tenía siete años sin probar alcohol, lo que le ganó el mote de mi parte de: “pierde almas”.
FUERON MUCHAS, muchísimas correrías las que escenificamos, e incontables los aprendizajes que abrevé del maestro. Por ello hoy que se fue, su recuerdo alimentará nuestra memoria y alentará eso que siempre hizo: luchar por lo que siempre creyó. Luis deja muchas personas que le quisieron, y un Estado que le quedó a deber un homenaje por sus aportes distintos, pero que esperar de una Cuarta Transformación tan vanidosa y pagada de si misma. Apenas del sábado 11 de Diciembre, un mes antes de cumplir 90 años, el destacado científico originario del puerto de Veracruz y el único marino mercante mexicano que ha sido galardonado con el Premio Marítimo Internacional (el Presidente Felipe Calderón le otorgó el Premio Nacional Marítimo un año después), fue objeto de un nuevo reconocimiento por parte de la comunidad marítima mexicana. A través de una carta dirigida por Felipe de Jesús Hernández Ascencio, Capitán de altura M. M. N. (1972), Contratista de Trabajo Marítimo en General (1980) y Perito Marítimo Independiente, le informan a Martínez Wolf que la Escuela Náutica Mercante de Mazatlán, “Cap. de Altura Antonio Gómez Maqueo” develaría una placa de bronce conmemorativa “que en tu honor y reconocimiento se instalará en el área de salones de clases de nuestra Alma Máter”. Luis acudió a la develación y se mostró satisfecho del deber cumplido, porque su nombre queda impreso para la posteridad, como bien lo describe Hernández Ascencio, la placa “está realizada en bronce naval y con calidad artística, mide 1.10 M. x 0.90 M. y tiene un peso de 14 Kilos. Nos permitimos adjuntar su imagen escaneada con una relación de los nombres de tus colegas y amigos impulsores de esta iniciativa justa y obligada, que tiene como finalidad imperiosa el registro valioso de nuestra cultura marítima según se vaya acumulando en nuestras memorias y se conforme así, el legado histórico para quienes vendrán después”.
LUIS MARTÍNEZ Wolf se ha ido con el deber cumplido, y su recuerdo perdurará en el tiempo. Vaya desde aquí nuestro pesar a su esposa, hijos e hija, hijos políticos, hermanos y demás parientes, y ojalá el Estado alguna vez le rinda el homenaje que le quedó a deber, porque Luis, además, era un hombre de izquierda. Descanse en Paz, y vaya un abrazo fraterno hasta los confines de la bienaventuranza. Hasta siempre amigo, hermano y maestro. OPINA [email protected]