Ex rectores de la UV y la Alcaldía de Xalapa

“La desgracia es ocasión para la virtud.” – Lucio Anneo Séneca.

 

Nadie puede dejar de reconocer el enorme impacto que, desde su fundación, ha tenido en el estado la Universidad Veracruzana (UV), sobre todo en la capital, pues más allá de detonar a Xalapa como un polo educativo y cultural, le ha dotado de profesionales calificados en las distintas ramas del conocimiento en beneficio de la actividad productiva y económica.

La UV ha generado a través de la política y el gobierno una interesante relación simbiótica, que permitió en automático convertir a Xalapa en receptor natural de los egresados de nuestra máxima casa de estudios, quienes han sido por muchos años la fuente profesionalizada de su burocracia.

Inmersos en el proceso electoral y de cara a la renovación del Ayuntamiento de Xalapa, creo estimadas lectoras y lectores, que es conveniente compartir una breve reflexión sobre algunas de las ocasiones en que ex Rectores de nuestra querida UV han presidido el ayuntamiento de Xalapa, sede de los poderes estatales.

Comienzo con Don Fernando García Barna Figueroa, quien, a pesar de haber nacido en Córdoba, asumió la Presidencia Municipal de Xalapa en 1961, para posteriormente dirigir, como Rector, los trabajos de la Universidad de 1964 a 1968. Se le recuerda como uno de los hombres más decentes en la política, destacado jurista, notario emblemático y hombre honorable, incluso tras haber sido Procurador General de Justicia, tarea que requiere de una firmeza y carácter inquebrantable.

Otro caso, es el del doctor Salvador Valencia Carmona, quien gobernó Xalapa de 1982 a 1985 y posteriormente fue Rector universitario, su administración municipal fue de buenos resultados y de orden administrativo ejemplar, incluso gracias a su paso por este nivel de la administración gubernamental, el doctor Valencia se dio a la tarea de investigar y escribir obras de legislación y derecho municipal que a la fecha siguen siendo consulta obligada.

Al paso de los años, a pesar de haber sido diputado federal en dos ocasiones, y presidir encargos de gobierno del más alto nivel, se dedicó de forma destacada y casi exclusiva, a la investigación jurídica, donde sus aportaciones al constitucionalismo son orgullo del derecho nacional, y sus conferencias son de altísima demanda en foros tanto nacionales como extranjeros.

En tiempos más recientes, para ser exactos en 1997, Rafael Hernández Villalpando, hombre culto y transformador supo entender el momento de evolución política y social de México (que se vivió años más tarde con Vicente Fox y recientemente con el presidente López Obrador), para alcanzar por primera vez en la historia postrevolucionaria que la izquierda -la oposición- gobernara la capital veracruzana.

Así fue como un primero de enero de 1998 asumió el encargo; lamentablemente su proclividad a la confrontación, a privilegiar la función hepática sobre la cerebral, le impidió terminar su gestión, auto sentenciándose a prácticamente dos décadas de una banca política, que truncó lo que pudo ser una carrera meteórica y promisoria.

Pero como en política no existen muertos, por increíble que pareciera Hernández Villalpando la retomó en 2018, alcanzando una diputación federal, que de poco le ha servido a él y muchísimo menos a los xalapeños.

En 2021, el doctor Raúl Arias Lovillo, se perfila a contender por la alcaldía xalapeña, sin partido, a través de la figura de Candidato Independiente, que, dada la naturaleza culta e intelectual, así como elevada madurez política de los xalapeños, pudiera ser la sorpresa y alternativa ante el hartazgo y decepción que han dejado las opciones políticas cotidianas.

Para lograrlo deberá sortear un pequeño escollo, recabar 12 mil firmas que exige la legislación electoral para alcanzar el estatus de candidato independiente, algo que solo podría ser posible con la ayuda de toda la comunidad de la capital.

Arias Lovillo cuenta con la simpatía de buena parte de la comunidad universitaria, pero tendrá que convencer a la sociedad, a los habitantes de las colonias populares donde quizá no le ubican o no lo conocen –evidentemente por su desarrollo académico-, teniendo, además, que sortear las vicisitudes encomendadas por las hegemonías políticas, que ven con recelo la participación política externa al sistema de partidos.

 

Al tiempo.

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