“Las nubes.”
Mtro. José Miguel Naranjo Ramírez.
El teatro en la versión comedia tiene sus orígenes en Grecia y particularmente en la figura de Aristófanes. De este gran comediógrafo nos llegaron sólo once piezas. Con el paso de los siglos la comedia ha tenido a grandes expositores; Shakespeare escribió inmortales comedias y Moliere es considerado el padre de la comedia moderna. Como cada 27 de marzo, desde el año 1961 se celebra el día mundial del teatro y lo conmemoraremos leyendo y escribiendo sobre algunas comedias de Aristófanes e iniciamos con: “Las nubes.” Esta pieza posiblemente es la obra más conocida del comediógrafo griego debido a que el personaje central es Sócrates, e incluso, cuando conocemos el juicio que llevó a Sócrates a la muerte narrado por Platón en su famoso diálogo: “Apología de Sócrates”, allí se hace mención de la pieza las nubes, y por supuesto que Sócrates rechaza el argumento planteado señalando que son parte de las difamaciones de las que ha sido víctima, no obstante, aunque hoy día no existe la menor duda sobre la grandeza de Sócrates en la historia de la filosofía y queda claro que las nubes es una farsa-burla sobre su figura, el valor de la comedia va más allá de la posición anti-socrática. Intentemos extraer esos valores y antivalores referidos en la pieza, contextualizándolos a los tempos vigentes.
Para poder lograr el objetivo antes señalado, me permitiré narrarles lo esencial de la trama: Estrepsiades es padre de Fidípides. La obra inicia con las quejas y lamentos que Estrepsiades pronuncia debido a las enormes deudas que lo apremian. Estas deudas han sido ocasionadas por su hijo ya que éste heredó de su madre el gusto por la opulencia, la buena vida, los gastos superfluos. Entonces, Estrepsiades ha pedido prestado dinero para comprarle a su hijo caballos y cumplir sus caprichos. El nombre de la esposa nunca aparece, sólo el linaje al que pertenece, Estrepsiades nos la presenta así: “La noche aquella en que nos casamos, al tendernos a la mesa, yo olía a vino mosto, a higos y lana de mis borregos…ella olía a perfumes caros, a azafrán y a besos provocativos. Yo era la abundancia y ella era la dispensa. Era ansiosa y no tenía más ideal que el de Afrodita amante de la cosa larga y con ganas de gente nueva.”
Estrepsiades tiene un plan para salir del problema de sus deudas, el plan es sencillo, debe convencer a su hijo de alejarse del mundo de los caballos, de las carreras, e ingresarlo al mundo de los sabios de la retórica. Frente a la casa de Estrepsiades vive un tal Sócrates, considerado el gran sabio de la ciudad. Sócrates enseña junto a Querefonte y otros discípulos, el arte de hablar bien y, sobre todo, el arte de engañar, engatusar, en pocas palabras, el arte de la utilización de la palabra para calumniar y triunfar mintiendo. Así que, si Fidípides acepta ayudar a su padre, aprenderá el bello arte de la oratoria y podrá a través del discurso ganar los juicios en los tribunales, deshacer cualquier deuda legal. Lo malo para el padre es que el joven reniega aprender ese saber, afirma que Sócrates y los viejos que lo acompañan sólo son puros parlantes sin beneficio, que de nada sirven sus enseñanzas. Ante esta postura, Estrepsiades decide ir a aprender, Sócrates intenta guiarlo, educarlo, más, Estrepsiades no muestra cualidades; aunque se esfuerza, ya sea por su edad o por su tozudez no aprende. Es tan cabeza dura que el propio Sócrates se desespera y lo rechaza. El padre regresa a casa y entre presionando y todo, convence al hijo, Sócrates lo recibe con los brazos abiertos. El maestro le muestra el nuevo saber que gobierna al mundo: la demagogia, la mentira, la palabrería…
Sócrates le dice a Estrepsiades que su hijo recibirá la propuesta de enseñanza de dos saberes, el justo y el injusto, y al final él elegirá qué saber es más útil para la vida práctica. Aquí se presentan estos dos personajes y cada uno argumentará para tratar de convencer al joven de su propuesta: conozcamos los argumentos planteados por el saber justo: “Por lo mismo, jovencito, sin desconfianza adhiérete a mi enseñanza, la del saber justo. Mira lo que aprenderás: aborrecer la vagancia por el ágora. No ir a los baños públicos. Avergonzarte de los hechos que son infames. Cuando te vituperen, volverte una llamarada. Levantarte del asiento cuando un anciano se acerque. A ser muy comedido y respetuoso con tus padres. A no hacer cosa alguna vergonzosa que hiera tu pudor, que es tu mejor adorno. A no ir con danzarinas y quedarte boquiabierto, no vaya a ser que te eche un membrillo una de esas mujerzuelas y así, pierdes tu honradez. A no contradecir a tu padre llamándolo viejo Yapeto y echándole en cara su edad y el tiempo en que fuiste criado como un muchacho sin juicio…” En el momento en que el saber justo hablaba, constantemente era interrumpido por el saber injusto, ahora toca el turno al saber injusto
“Mira bien ahora, muchacho, de lo que van a privarte con su famosa templanza: ya no tendrás tus muchachos, ni mujeres, ni el cótabo, ni pescado, ni copa, ni francachelas… ¿Para qué sirve la vida si nos falta todo eso? Quede eso así, y vamos adelante. Vamos a ver las cosas naturales. Cometes un delito, has sido enamorado, has entrado con la mujer de tu vecino. Te atrapan en el acto. Te arruinas, si no sabes defenderte. Pero si te formas a mi lado, la cosa cambia. Baila, ríete, goza, nada es malo para ti. Si te hallan con mujer ajena, le dirás al marido que tú no eres el culpable. Di que eso mismo hizo Zeus, rendido por el amor y vencido por las mujeres. ¡Tú, mortal inerme, podrías tener más fuerza que un dios!”
Si queremos analizar desde los tiempos modernos las propuestas hechas por el valor justo y el injusto, ¿cuál valor es el que reina en la actualidad? Veamos: en nuestra cultura; el que chinga y queda libre de toda pena y castigo es un chingón…el que chinga, pero es enjuiciado, es un pendejo. No es un lema burlesco, es una creencia sincera en la mayoría de la sociedad. Si pensamos en la retórica vigente los ejemplos del triunfo de lo injusto es avasallador, vayámonos por sectores; el político: aquí lo que se impone es la demagogia, la adulación. Puntualizando que la farsa está en todas partes, claro, se siente más en los gobernantes en turnos porque ellos deciden a partir de la corrupción e imposición muchas cosas que nos afectan de manera directa: si quiere que le ejemplifique el término demagogia; recordando que éste se define como la adulación al pueblo con el fin de someterlo, pienso en la frase: “primeros los pobres”, acaso, ¿usted cree que realmente es así? No obstante, Erasmo nos enseñó que al pueblo le gusta que lo sometan, y La Boétie nos confirmó que el sometimiento es voluntario. Luego entonces, al pueblo le gusta ser sometido. Creen que sólo así se logra llegar al orgasmo, ahora bien, como el pueblo es “sabio”, posiblemente en su sabiduría reconoce y acepta que, aunque sigan siendo pobres, se conforman con ser sometidos por unos cuantos ricos advenedizos. Su supuesto triunfo estriba en que ellos “eligen” mayoritariamente a sus sometedores.
Empatando lo planteado por el personaje de lo justo en cuanto a la relación padres-hijos, veamos el sector de la familia: no en todos los casos, pero la nueva forma de relacionarse padres e hijos es de igualdad. El padre consiente al hijo por temor a perderlo, por miedo a que lo denuncie…el hijo no tan sólo ve al padre como su igual, en algunos casos cree que su padre está obligado a cumplirle todos sus caprichos: “yo no le pedí venir a este mundo, así que se chingue y cumpla con su deber” …si, un planteamiento que originalmente era considerado injusto, ya es un deber justo. Avancemos en un sector más, el educativo: la nueva pedagogía-demagógica demanda a los profesores no reprobar a sus alumnos, mucho menos exigirles, bueno, si le pides que apaguen su celular en clase, casi casi eres denunciado ante el máximo tribunal…
Ante el triunfo del valor injusto, la nueva pedagogía-demagógica ha logrado crear un nuevo lenguaje, o, mejor dicho, utiliza el mismo lenguaje, sólo que gramaticalmente los jóvenes están imponiendo nuevas reglas, verbigracia: aceptar es cosa de viejos rancios, la moda es “haceptar”. Yo soy joven y voy contracultura, así que, quién me puede prohibir que me de igual si no sé la diferencia entre: ves y vez. Los que me juzgan son unos anticuados…de pronto, un profesor de lo antiguo intenta imponerse y le responde al alumno que es importante la diferencia entre ves de ver, y vez de ocasión, tiempo…porque de no respetar las reglas básicas, la comunicación y el entendimiento será imposible. Los alumnos se rebelan y con una retórica como la que aprendió Fidípides logran convencer a la mayoría y el máximo tribunal resuelve que el profesor es un conservador, anticuado, que no “hacepta” que la realidad ha cambiado…
Retornando a la historia de Aristófanes, naturalmente Fidípides reconoce que el saber más útil es el que enseña la retórica de lo injusto. El joven se vuelve un experto, tan bueno salió que se impondrá ante su propio padre. Estrepsiades molesto y desesperado siente odio por Sócrates, decide ir y quemar su casa, de hecho, la quema, seguramente esto obligará a Sócrates a huir, empero, como reza la frase de Julio Cesar: “alea iacta est”, el valor de lo injusto está muy arraigado en el alma de las nuevas generaciones, costará mucho extirparlo. Si en algún momento queremos realmente iniciar el proceso de recomponer lo descompuesto, el camino es sencillo: debemos primero reestablecer los significados.
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