Mi ideal político es el democrático. Todo el mundo debe ser respetado como persona y nadie debe ser divinizado.
Albert Einstein
Hace algunos años escribí sobe el debate electoral y democrático, líneas que rescato para la discusión, a la luz de los acontecimientos actuales, que no son tan promisorios como deberían estarlo siendo.
“Sin duda, México atraviesa tiempos sobre los que se descargan las contradicciones de una transición marcada por el desgaste y el bajo perfil de la discusión entre los actores políticos.
Según Adam Przeworski[1], “El problema estratégico de una transición estriba en conseguir la democracia sin morir a manos de quienes detentan las armas, ni de hambre por obra de quienes controlan los recursos productivos.”
Sin espíritus fatalistas, esta referencia conduce a la reflexión de que el camino de la transición democrática está minado y plantea la duda de conseguirla con éxito descubriendo las claves que ofrezcan un camino más seguro. Es claro que el buen fin de esta empresa político ciudadana está en función de la ruta y las acciones que se elijan.
Así pues, el dilema central se ubica en conseguir consolidar la democracia, sometiendo los valores e intereses de las fuerzas políticas representativas, al correcto funcionamiento de las instituciones democráticas, sumando los valores y acciones de una ciudadanía vigilante, enfrentando la diversidad con tolerancia y resolviendo los conflictos que surjan, en el marco normativo establecido por las instituciones democráticas.
Será un buen signo corroborar en los hechos cotidianos que nadie controla los resultados, sino que el camino seguro es la normal incertidumbre democrática, ya que los resultados de una elección solo dependen de los votos, por lo que no están predeterminados.
El debate político que actualmente enmarca a mi país, México, involucra la incapacidad que hemos tenido para conciliar el fortalecimiento de la democracia, debate que muestra las señas de una larga y sinuosa transición, que al parecer es una travesía que aún no toca tierra firme.
Dicen algunos que la democracia equivale al caos y a la anarquía y tal parece que con la situación que existe ahora en México, les hemos dado la razón. El escenario mexicano de la transición, ha puesto al borde de la descalificación definitiva un régimen que aún no ha acabado de inaugurarse en el país, que presenta las condiciones de un estatus inacabado de consolidación democrática y respeto al estado de derecho.
Son indispensables reglas claras y que se cumplan, para establecer condiciones jurídicas e institucionales favorables al juego democrático, aquel donde exista incertidumbre entre los actores políticos en los procesos electorales, que sepan lo que es posible y probable pero no lo que ocurrirá, ya que los desenlaces posibles estarán determinados por el marco institucional en combinación con los recursos con que intervengan las diferentes fuerzas políticas en la competencia; y cito nuevamente a Adam Przeworski: la democracia es un sistema para abordar los conflictos en el cual los resultados dependen de la actuación de los participantes, pero ninguna fuerza concreta controla el desarrollo de los hechos.(*)idem.
Las pasadas elecciones presidenciales en México dieron muestra de que existen valores vigentes, con suficiencia en el colectivo social como la innegable presencia de partidos políticos y fuerzas ciudadanas plurales que se presentaron para dirimir la competencia electoral, construyendo “la incertidumbre”, como sello inherente a la democracia.
Sin embargo, como una lastimosa realidad, aún prevalecen ejercicios autoritarios, nuevos feudos y señores caciques, así como áreas de desgobierno que ponen en riesgo la frágil construcción que estamos realizando y que es necesario apuntalar, a fin de instaurar una democracia perdurable, capaz de resistir amenazas y resolver problemas.
En este marco, las elecciones en México parecen condensar los sufrimientos del trayecto de nuestro país a la democracia, ya que exhibe los sinsabores de la apatía y la desconfianza que nuestro largo viaje democrático ha generado.
Me explico. En los últimos procesos electorales se manifestaron acciones suficientes para compendiar el sentir de importantes sectores ciudadanos en cuanto a una edificación errada del régimen democrático de nuestro país.
La reedición de prácticas que se oponen a una mínima racionalidad democrática como son la ausencia real de propuestas, el trapecismo político indecorosamente presentado, el manejo ofensivo de recursos económicos que nadie explica y muchos otros elementos que socavan la credibilidad de nuestra democracia y de sus instituciones, han generado una desconfianza generalizada y deslegitimado al sistema político democrático, con consecuencias negativas para la gobernabilidad democrática a la que muchos aspiramos.
Es una llamada de alerta que se asuma como “natural” que el marco en el que se juega el juego democrático mexicano convoque la suspicacia y la desconfianza de la sociedad hacia los actores políticos y más aún que promueva a la indiferencia ciudadana.
El hecho de que amplios sectores ciudadanos consideren a los procesos democráticos y a los políticos, como algo que no repercute positivamente en sus vidas cotidianas y por lo tanto lo consideran prescindible frente a las dificultades que los aquejan, se constituye en un peligro real para el futuro de la democracia y para nuestro país.”
DE LA BITÁCORA DE LA TÍA QUETA
En 9 meses (Enero- Septiembre) se han activado 12,241 carpetas de investigación por violencia sexual. Entre otros, estos datos justifican la legítima lucha de las mujeres. ¿O no?
[1] Przeworski, Adam. 1995,” Democracia y Mercado”.ed. Cambridge University Press