El poder es una relación entre las personas donde uno o unos ejercen influencia sobre los demás. Existen variadas relaciones de poder en todos los ámbitos de la sociedad. Se ejerce distintos tipos de poder dependiendo el espacio donde ocurra. Lo mismo es en las familias, pasando por instituciones como las iglesias y escuelas, que en la relación entre la ciudadanía y los gobiernos. Puede ser un ejercicio vertical u horizontal, predominando la primera forma. Ha llevado siglos avanzar en la democratización del poder en un gradualismo lento pero explicable en las complejidades sociales y el ascenso civilizatorio de la humanidad. Siempre, los experimentos mesiánicos llamados revoluciones o de concentración del poder, han terminado en desastre despótico cuando se pretenden aplicar fórmulas rápidas, casi mágicas, con atajos, alejados de la democracia, para llegar a un estado idílico. A la fecha vivimos con poderes formalmente democráticos pero con un serio déficit cualitativo. En esencia, el ejercicio actual del poder político es tradicional, medio arcaico y repetitivo.
Contra el discurso dominante que coloca a la corrupción como el principal problema nacional creo que existen otros mayores y más determinantes para el mal funcionamiento del servicio público y el atraso en muchos ámbitos sociales. Resolver la corrupción, instalada estructuralmente, no sólo es cuestión de la voluntad de los gobernantes. Se requieren leyes e instituciones funcionales. No solamente en una cuestión moral. Tiene que ver con límites débiles, permisividad y estilos políticos en donde el fin justifica los medios. En un sistema político donde se carece de visiones de Estado, donde se actúa fundamentalmente con criterios partidista y electoral, lo lógico es que florezca la corrupción. Así ha sido siempre y así continúa. Vistos eso, el discurso anti corrupción se vuelve demagogia y propaganda. En esas condiciones hablar de una “revolución de las conciencias” es un poquito más que histrionico.
La concentración del poder, aquí y en China, es la antítesis del desarrollo democrático. Para que exista como tal debe diluir la división de poderes y, por tanto, socavar el Estado de Derecho. En esas condiciones se pierden libertades y se nubla el panorama para la construcción de ciudadanía. Esa concentración eleva a los altares civiles al depositario del poder, que requiere de seguidores fieles, una especie de creyentes, que no cuestionen y se conformen con lo que reciban en términos de programas, mensajes y libertades. La conversación entre la ciudadanía y el poder se vuelve distante y esporádica, cuyos contenidos son mera propaganda. Es mucho más fácil que se pierda cualquier oportunidad de diálogo y la relación gire en torno a monólogos. No hablo de escenarios imaginarios o situaciones abstractas, es lo que se vive actualmente, con rasgos similares, tanto a nivel nacional como estatal.
Siempre se tiene que buscar alguna explicación a los proyectos concentradores del poder, de tipo absolutista. Es indispensable conocer sus motivaciones para pensar en alternativas a futuro mediato. Puede haber la visión, no ideología, de una persona o un grupo que lucha por llevarla a la práctica en tanto la considera correcta; puede tratarse de un proyecto de poder en sí mismo independientemente de su justeza; puede ser la idea sucesora, la continuidad. Los liderazgos fuertes siempre están pensando en la posteridad. Si observamos las experiencias de ese tipo en latino América, encontramos muchos ejemplos de gobernantes que se perpetuaron en el poder. Los liderazgos fuertes siempre se basan en el necesariato. Es curioso el dato de que los personajes concentradores del poder envuelven en celofán épico su proyecto, rodeándolo de palabras gradielocuentes y de histrionismo.
En el año 2007, en Veracruz, el PRI de Fidel Herrera, arrasó electoralmente, ganando 158 de 2012 Ayuntamientos y la mayoría en el Congreso. Para tal fin utilizaron todos los medios posibles. Fueron tiempos de plenitud y concentración mayor del poder. Sin embargo, en la siguiente elección, la de gobernador en 2010, tuvieron que andar rascando votos de donde se pudiera para ganar con apenas unos cuantos sufragios de diferencia. La lección es clara: las coyunturas se transforman rápido y los triunfos se vuelven de papel cuando se obtienen con presiones o dinero. Dudo que lo entiendan los detentadores ocasionales del poder en el ámbito local. Seguirán en su burbuja. Cuando les reviente, ya será tarde. Apenas vimos que no hay crimen (político) perfecto.
Recadito: cuarto informe municipal, mucho engaño y ocurrencias.