Centenario del fallecimiento de Vladimir Lenin. (V)
Mtro. José Miguel Naranjo Ramírez.
En el año 1917 todo cambió en Rusia. En febrero hubo una Revolución que prácticamente obligó al Zar Nicolás II a renunciar al poder después de más de trescientos años de dominio del zarismo. No obstante, en octubre terminó de estallar otra Revolución, la conocida: “Revolución bolchevique”, “La Revolución de octubre”, “Octubre rojo”, entre otras denominaciones. Esta Revolución tenía su antecedente en el levantamiento ruso de 1905, el cual fue dominado por el zarismo, mas, la lucha continuó, el proletariado guiado por sus lideres siguió organizándose y ahora de manera aplastante arribaban al poder, no sólo habían contribuido a acabar con la autocracia, también estaban quitando del poder a todos los revolucionarios que no compartían las ideas marxistas-leninistas. En palabras claras, la Revolución de octubre significó imponer el régimen socialista-comunista, eliminar el sistema capitalista, el Estado democrático, la propiedad privada, y, particularmente, ahora quien gobernaría sería el “pueblo” a través de la dictadura del proletariado.
Esto sí era un cambio total, casi inimaginable. Piense el lector que se encuentra soñando lo siguiente: usted es un liberal, posee una propiedad, la trabaja, cree en el progreso y desarrollo, en la democracia, aclarando que democracia no sólo es votar y ser votado, incluye transiciones políticas, pero, de la misma manera, se requiere equilibrio entre los poderes, deben existir organismos autónomos, respeto a la ley, a la libertad de expresión, e incluso, tiene el derecho a creer en una fe y ejercerla, por supuesto que puede no creer en nada, el caso es que a todo esto está usted acostumbrado. De pronto, recuerda que hace veinte años escuchó que un grupo de revolucionarios se organizaron contra el Estado actual, querían hacer una Revolución socialista, pasaron los años y usted no le dio importancia, los tomó como locos resentidos. Siguieron pasando los años y notó que esos revolucionarios no son una pequeña amenaza, al contrario, son una realidad que en este instante de golpe llegan a su casa, literalmente lo corren, se apropian de sus tierras debido a que han publicado e impuesto una nueva ley donde la tierra es de todos, y usted no puede hacer nada, ya no existe la Constitución que regía al país, ni la policía, posiblemente el ejército que servía al antiguo régimen, ahora esté de parte de los nuevos gobernantes revolucionarios. En esencia, usted no tiene casa, ni derecho a protestar, ni nada, debe aceptar o morir, y aceptar implica arrinconarse adonde se pueda, trabajar para medio sobrevivir y esperar que los gobernantes indiquen claramente cómo será el nuevo régimen socialista que gobernará.
Los días pasan, el lector sobrevive y va conociendo las nuevas reglas: existe un régimen que vigila se respeten las innovadoras leyes con su propia policía, si estos detectan que estás en contra del régimen, te desaparecen, existe un sólo Partido, un sólo pensamiento, sin olvidar que a estas alturas nada se puede hacer para cambiar la realidad, seguramente resulta imposible abandonar el país, de hecho, no tienes recursos ni para lo básico, así que hay un sólo camino, seguir sobreviviendo. Observas y observas y nada regresa al estado de cosas, ideas, valores que conocías. En ese contexto que suceden los hechos, te llega un libro del principal líder del movimiento revolucionario llamado Lenin, en este libro titulado: “El Estado y la Revolución”, te explica el proyecto que busca la Revolución socialista, naturalmente lo empiezas a leer para intentar comprender los cambios, las reglas, los fines, es decir, saber bajo qué formas llevarás tu nueva vida, lo primero que te dice es que el concepto de república democrática en el que viviste nunca regresará:
“La república democrática es la mejor envoltura política de que puede revestirse el capitalismo, y por tanto el capital, al dominar esta envoltura, que es la mejor de todas, cimenta su poder de un modo tan seguro, tan firme, que ningún cambio de personas, de instituciones, ni de partidos, dentro de la república democrática burguesa, hace vacilar ese poder.” (Este párrafo te hace pensar, pero requieres mayor claridad, avanzas en la lectura del libro y vas encontrando la claridad de lo expuesto por el autor-líder):
“En segundo lugar, el Estado es una fuerza especial para la represión. Esta magnífica y profundísima definición de Engels es dada aquí por éste con la más completa claridad. Y de ella se deduce que la fuerza especial para la represión del proletariado por la burguesía, de millones de trabajadores por un puñado de ricos, debe sustituirse por una fuerza especial para la represión de la burguesía por el proletariado (por la dictadura del proletariado.)”
Ya no tienes dudas de nada en cuanto al proceso de la eliminación de la república democrática en la que tú creías y más cuando literalmente confirma el autor: “La sustitución del Estado burgués por el Estado proletariado es imposible sin una revolución violenta. La supresión del Estado proletario, es decir, la supresión de todo Estado, sólo es posible por medio de un proceso de extinción.” La palabra extinción te provoca pavor, miedo, recuerdas que hace más de cien años la utilizaron los leninistas, después los nacionalsocialistas, los fascistas. Aun así, continúas la lectura, ya sabes que el plan es eliminar, extinguir, exterminar, todo lo que sea diferente a sus pensamientos. Sin embargo, te preguntas cómo le harás para sobrevivir, asimismo, deseas conocer algunas reglas del nuevo sistema, lees una de tantas:
“Registro y control: he aquí lo fundamental, lo que hace falta para poner en marcha y para que funcione bien la primera fase de la sociedad comunista. Aquí, todos los ciudadanos se convierten en empleados a sueldo del Estado, formado por los obreros armados. Todos los ciudadanos pasan a ser empleados y obreros de un sólo consorcio de Estado que abarca a todo el pueblo. De lo que se trata es de que trabajen por igual, de que guarden bien la medida de su trabajo y de que ganen igual salario…Toda sociedad será una sola oficina y una sola fábrica, con trabajo igual y salario igual.”
La orden de registro y control que debes respetar te parece invivible, insoportable, pese a eso, no te queda más que aceptarla y obedecerla. Muy en tu interior te preguntas por qué sigue el nuevo régimen utilizando el término Estado, acaso, ¿no enseñaron que con el triunfo de la Revolución ya no existiría el Estado opresor? Al instante, el libro solito se mueve, se autohojea y se pone frente a tus ojos sin la ayuda de tus manos, descubres que el propio libro vigila tus pensamientos, conoce tus dudas, porque en la pagina 138 contesta tu cuestionamiento sobre el Estado:
“Sólo en la sociedad comunista, cuando se haya roto ya definitivamente la resistencia de los capitalistas, cuando hayan desaparecido los capitalistas, cuando no haya clases (es decir, cuando no haya diferencias entre los miembros de la sociedad, en lo que respecta a los medios sociales de producción), sólo entonces, desaparecerá el Estado y podrá hablarse de libertad. Sólo entonces será posible y se hará realidad una democracia verdaderamente completa, una democracia que verdaderamente no implique ninguna excepción. Y sólo entonces la democracia comenzará a extinguirse, por la sencilla razón de que los hombres liberados de la esclavitud capitalista, de los innumerables horrores, bestialidades, absurdos y vilezas de la explotación capitalista, se habituarán poco a poco a la observancia de las reglas elementales de convivencia, conocidas a lo largo de los siglos y repetidas desde hace miles de años en todos los preceptos, sin violencia, sin coacción, sin sumisión, sin ese aparato especial que se llama el Estado.”
El lector termina sorprendido, aterrorizado e impresionado, primero por descubrir que el libro que lee le enseña todo lo que obligatoriamente debe aceptar y hacer. Caso contrario, el libro sabe lo que en su mente sucede, es decir, el libro detecta y vigila su pensamiento, eso no evita que el lector piense: “Ni Jesucristo se atrevió a prometer y exigir tanto.” Inmediatamente el libro sale de la habitación, el lector, desesperado, intenta agarrarlo, presupone que va a denunciarlo ante la policía del régimen, al mínimo de tiempo se escuchan fuertes zancadas, el lector entra en pánico, la muerte se acerca, está a punto de recibir un martillazo en la cabeza y un fuerte grito de desesperación lo despierta…se toca el pecho agitado, siente que se le sale el corazón, llora, mas empieza a tranquilizarse al darse cuenta que fue un sueño, que sigue en su propia casa, que fue un sueño que espera nunca se convierta en realidad. Ya tranquilo y repuesto de la pesadilla, observa que frente a su recamara se distinguen dos libros que nunca ha leído y debe leer: “El Estado y la Revolución” de Lenin, y, “1984” de George Orwell.
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