La carrera diplomática nunca se ha respetado en México. No puede pensarse que hay desconocimiento de los jefes del Ejecutivo, porque desde octubre de 1829 Vicente Guerrero promulgó la primera Ley del Servicio Exterior, la cual es definida como un cuerpo permanente de diplomáticos mexicanos que trabajan para el Estado mexicano dentro de la Secretaría de Relaciones Exteriores, implica la carrera diplomática. Es decir, está a unos días de cumplir 192 años, y es letra muerta.
A lo largo de los años la política exterior de México ha servido como un cumulo de anécdotas de la política mexicana más que de una referencia sin precedente; como lo fue en 1930 la Doctrina Estrada, que fue el faro por donde se encaminaron las leyes del mundo en materia de relaciones exteriores.
Ahora, desde la perspectiva del Ejecutivo, se sigue nombrado a embajadores para premiarlos, para castigarlos, para exiliarlos, para no volver a verlos, y muchas causas, menos la de acatar la Ley del Servicio Exterior Mexicano, que es un cuerpo permanente de profesionales mexicanos que trabajan para el Estado mexicano dentro de la Secretaría de Relaciones y que sólo forman parte de un ejército de reserva de diplomáticos sin futuro, sin presente y con inútil carrera diplomática.
Con el fin de dividir a los partidos de oposición y ganar espacios para la negociación, o para demostrar que los miembros de la oposición no tienen apego a sus respectivos partidos políticos, el presidente de la república prometió una embajada al priista Quirino Ordaz, gobernador de Sinaloa, quiere enviarlo de embajador en España; y al panista Antonio Echeverría, gobernador de Nayarit, no dijo el cargo, pero quiere incorporarlo a su equipo diplomático.
Como es tradición, y no por ello un juicio sano, López Obrador nombra a personas que nada tienen que ver con la carrera diplomática como embajadores. Prácticamente la embajada de México en Estados Unidos se convirtió en una secretaría de Estado. Ahí mandó al expresidente de la Fundación Azteca, de TV Azteca, propiedad de Ricardo Salinas Pliego, uno de los grandes deudores al fisco. Moctezuma no es diplomático.
Las representaciones de México están llenas de improvisados y chambistas, como si la relación de México con el mundo no importara.
Para Alemania, López Obrador nombró a Francisco José Quiroga, exsubsecretario de Economía; a Francia mandó a Blanca Jiménez, exdirectora de Conagua; para Inglaterra designó a Josefa González Blanco, extitular de Medio Ambiente.
Existe un maltrato laboral y profesional a quienes dedican su vida a la diplomacia y terminan de burócratas realizando funciones que nada tienen que ver con los estudios que le costaron esfuerzo al profesional y dinero al erario.
El escritor y poeta Octavio Paz renunció a su cargo como embajador en la India el 4 de octubre de 1968, diciendo que no sería cómplice de un régimen autoritario. También ha habido embajadores con vergüenza y honestidad.
Luego de los lamentables acontecimientos de 1968, y aprovechando que las relaciones diplomáticas entre España y México se reanudaban luego del rompimiento de nuestro país con el franquismo, el entonces presidente de México, José López Portillo, envío en 1977 como primer embajador para estrechar lazos con el país peninsular nada menos que a Gustavo Díaz Ordaz, cargo que ocupó menos de un mes.
El expresidente Luis Echeverría fue embajador en la Unesco, en Australia, Nueva Zelanda y las islas Fiji.
A la 4T no le interesa tampoco la carrera diplomática, que se sustituye por nombramientos a capricho de los presidentes de la república. Es lamentable que la transformación todavía no llegue a reconocer las leyes que existen en nuestro país.
PEGA Y CORRE. – Twitter anunció que está en proceso de experimentación el uso de etiquetas en cuentas automatizadas para que los usuarios naturales dentro de la red social puedan reconocer qué usuarios son personas reales y cuáles cuentas son bots. Ya se les acabó el juego a quienes tienen seguidores fantasma… Esta columna se publica los lunes, miércoles y viernes.