“La caída del Imperio Azteca.”
Mtro. José Miguel Naranjo Ramírez.
Las fechas históricas sirven para reflexionar sobre determinados hechos que nos marcaron e influyen en nuestras sociedades, en el presente año se recuerdan los 500 años de la caída de la ciudad de México-Tenochtitlán, sede del Imperio Mexica. La conquista comandada por Hernán Cortés causó muchos efectos, por supuesto que negativos y positivos, pero si lo analizamos mesuradamente, esa conquista nos legó características que hoy son parte de nuestra esencia, identidad, estemos de acuerdo o no, ejemplos, nuestra lengua castellana, lengua que hablamos la mayoría de los mexicanos, la mezcla de razas, nosotros somos producto de la sangre azteca y la sangre española, la religión católica-cristiana (se sea creyente o no), por tal motivo, considero que es un verdadero anacronismo discutir sobre si la conquista fue justa, injusta, violenta, bárbara, fue todo eso y más, empero, sino hubiesen sido los españoles probablemente hubieran llegado los portugueses o los ingleses, la realidad geográfica y las condiciones del mundo nos enseñan que la conquista en las condiciones que fuera sucedería, y sucedió, ahora bien, lo importante estriba en reflexionar equilibradamente sobre las consecuencias que nos heredó la conquista española, lo que hoy tenemos y, sobre todo, lo que hoy podemos hacer ya como una nación independiente en el concierto mundial, por ello es importante conocer la historia, no importa que la principal narrativa sea la de los vencedores, algo tenemos de los vencidos, lo importante es conocer para aprender, pensar con mayor criterio y claridad, conocer el pasado ayuda a comprender el devenir histórico, el presente y repensar un mejor futuro.
Dentro de la amplia y diversa narrativa sobre estos hechos, en esta ocasión nos acercaremos a una extraordinaria novela biográfica titulada: “Cuauhtémoc”, escrita por Héctor Pérez Martínez en la década de los años treinta del siglo pasado. Para escribir esta genial obra Pérez Martínez acudió a un sinfín de información documentada, a los famosos códices publicados a finales del siglo XVI, las cartas de relación escritas por el conquistador Hernán Cortés al Emperador Carlos V, la famosa obra: “La verdadera historia de la Conquista de la Nueva España” de Bernal Díaz del Castillo (soldado que participó cerca de Cortés en toda la gesta), y en general, el lector, luego, luego percibirá que estamos ante una obra histórica erudita, clara, de muy accesible lectura y lo que más atrapa e ilustra es que el escritor Héctor Pérez Martínez no se detiene sólo en presentarnos la vida del último Tlatoani llamado Cuauhtémoc, sino que va más allá al partir desde la llegada de los Aztecas al valle de la región del Anáhuac, realiza un recorrido explicando el origen de los dioses prehispánicos, narra cómo fueron fortaleciendo su Imperio, esto incluye acercarnos a la forma de organizarse y gobernar por parte de los tlatoanis, deteniéndose en el periodo poderoso y al mismo tiempo violento y cruel de Ahuizotl, y esta parte de la violencia y la crueldad es fundamental porque será el principal motivo que ayudará a Hernán Cortés a conseguir la victoria ante un Imperio tan poderoso como el Azteca, lo explico.
Cuando los Aztecas arribaron a la amplia región del valle de Anáhuac poco a poco se fueron apoderando y fundaron la ciudad de Tenochtitlán actual ciudad de México, esta raza tenía una característica muy especial, eran adoradores del Dios Huitzilopochtli, Dios de la guerra, y su adoración incluía los sacrificios humanos, en esta novela Héctor Pérez Martínez relata que:
“Esta tribu, que llegó desposeída, ha tomado la tierra y la ha hecho casi totalmente suya. No es sólo el poder o la riqueza lo que este pueblo busca. El imperio que ellos habrán de fundar no tiene como fin exclusivo el monopolio de su mundo material, sino el extraño y conturbado de la vida y la muerte. Moctezuma edifica un nuevo templo a Huitzilopochtli, otro llamado Yopitli, y el Tzompantli, sitios donde exhibían los cráneos de los sacrificados, de los cuales los españoles hallaron sesenta y dos mil al entrar a Tenochtitlán. Frente a la grandeza del señor azteca, los otros oscurecían y se sometían. Hábiles en el arte de la guerra, humillados a ellos militarmente los reinos aliados, pronto los mexicanos son los dominadores. Han introducido, además, un fermento de descomposición en los pueblos que les precedieron y a los que ahora sojuzgan, mejor equilibrado frente a la potencia de la divinidad: la supremacía de lo sagrado sobre cualquiera otra expresión de la vida común. Su religión lo desborda y contamina a los vecinos. Aquel vértigo de muerte pesa sobre el mundo indígena y lo desquicia. No es ya únicamente la muerte, la destrucción de la vida para alimentar lo sagrado, lo que practican. El torbellino llega a mayores extremos: a una teofagia monstruosa. Al sacrificar a un enemigo investido con los atributos de la divinidad, los sacerdotes y jefes militares se distribuyen los restos humanos y los comen.”
El dominio del Imperio Azteca fue enorme, a todos los pueblos conquistados les imponían tributos, los humillaban, hacían constantemente sus famosas y terribles “guerras floridas” para obtener esclavos y sacrificarlos a sus dioses, cuando Hernán Cortés llega a nuestras tierras se encuentra con poblaciones completas que odiaban y aborrecían a la raza mexica, este es el origen de que Cortés haya recibido tanto apoyo de pueblos como Zempoala, Tlaxcala, estos y otros pueblos vieron en Cortés la oportunidad de quitarse el humillante yugo y bárbaro dominio del pueblo Azteca, sin olvidar que en aquellos años México no existía como nación en el concepto que hoy tenemos, eran poblaciones autónomas, rivales, con distintas lenguas, creencias, y al final, con la caída del Imperio Azteca, este pueblo sufrió en carne propia la paga de muchos males que habían cometidos a sus vecinos por un promedio de casi doscientos años.
Con la consumación de la conquista se vinieron trescientos años de dominio español, verdad es que saquearon, esclavizaron, robaron cínicamente, si los Aztecas pueden ser considerados bárbaros por sus sacrificios humanos, recordemos que la Iglesia Católica ¡más civilizadamente! nos trajo la “Santa Inquisición”, seguramente existen muchas cosas que nos gustaría no hubiesen sucedido así, pero la historia se vivió así, se escribió así y evolucionó así, ¿Ganamos algo con quejarnos?¿Cambiaremos el curso de la historia con nuestros reproches? Realmente considero que es una discusión anacrónica, estéril y más porque se supone que hoy Kantianamente somos “mayores de edad”, se supone.
Finalmente, la figura de Hernán Cortés ha pasado a la historia como un conquistador astuto, oportunista, ambicioso, temerario, y Cuauhtémoc conforme a sus ideales, creencias, y circunstancias, realmente actúo en la defensa de su raza muy honorablemente, valiente y su final fue digno, y más si lo comparamos con la pequeñez de Moctezuma, la historia ya ha juzgado a estos protagonistas, dejémoslos descansar y vivamos nuestra propia historia.
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