La sucesión presidencial que sería algo así como coser y cantar para Andrés Manuel López Obrador, se le empieza a complicar y le está quitando el sueño. Por un lado, su corcholata favorita ni pinta ni da color y su plan B, le salió demasiado presuntuoso, enamoradizo y desapegado.
Claudia Sheinbuan está haciendo una campaña anodina, sin chispa y sin chiste. Nomás no prende a la raza porque carece de un proyecto sustentado y porque su discurso sectario y polarizador está dando pésimos resultados.
Adán Augusto López de plano cayó de la gracia de su hermano mayor por su petulancia al exhibir relojes de a millón de pesos cada uno, por su affaire con una joven y guapa mujer, y por el exceso de dinero que ha gastado en comprar voluntades y llenar plazas para sus mítines.
Claudia dejó de ser la brillante doctora universitaria y sobresaliente política que fue, para convertirse en un remedo triste y patético de su jefe. Y Adán Augusto se ha ido por la libre. Sabedor de que difícilmente será el elegido, le ha dado por hablar de más, presumir sin recato sus costosísimos relojes y portarse como quinceañero enamorado, con la hormona a todo lo que le da.
Si por milagro de Dios Claudia aún se mantiene en la punta de las encuestas, Adán se fue al hoyo y ya lo rebasó hasta Gerardo Fernández Noroña.
De ahí la preocupación en Palacio Nacional.
Andrés Manuel no quiere ni voltear a ver a su plan C, Marcelo Ebrard, el político más capaz y preparado que tuvo en su gabinete, porque sabe que el ex canciller hará pomada su proyecto transexenal de la 4T apenas se tercie la banda presidencial.
Descartado Marcelo, la única corcholata que le queda para destapar es el zacatecano Ricardo Monreal, pero ni pensarlo. Ricardo le ha aguantado agravios sin cuento y como presidente no se andará con remilgos y puede mandarlo a prisión.
Si alguno de los dos fuera dócil, sumiso y obediente como Claudia por ejemplo, otro gallo les estaría cantando. Pero ambos tienen pensamiento propio, por mucha lambisconería y por mucho que repten hoy delante del tabasqueño.
Descartados los dos, Andrés Manuel no tiene de otra que jugar con las bajaras que le quedan: la mala y la peor. Y enfrentar con una de ellas al candidato de la oposición.
Si el elegido en la casa de enfrente es el lento, ñoño, pasado de moda, aburrido y falto de reflejos de Santiago Creel, no habrá mayor problema. Pero si la ungida es Xóchitl Gálvez, la elección por la presidencia se pondrá bien perrona.
En dos semanas la hidalguense logró lo que hasta hace veinte días parecía imposible: borrar del mapa mediático a las corcholatas de Morena, y arrebatarle la agenda a López Obrador que no la había soltado desde el 1 de diciembre del 2018. Y si tantito me apuras lector, desde muchos años antes.
Un analista que conoce de marketing político me dijo que la hidalguense está cometiendo el error de ponerse al tu por tu con Andrés Manuel, cuando éste no aparecerá en las boletas. “Debe irse contra Claudia que será la próxima candidata, no contra el presidente que ya va de salida”.
Discrepo.
Aunque muchos ingenuos no lo quieran ver así, el candidato a vencer en el 2024 se llama Andrés Manuel López Obrador y contra él deben enfilarse todas las baterías. Si la contestataria de Xóchitl logra mermarlo; Claudia o Adán caerán en automático porque carecerán del soporte en el que se están apoyando.