CINCUENTA AÑOS SIN EL GRAN PABLO NERUDA. (IV)

“Antología General: El discurso de un poeta.”

Mtro. José Miguel Naranjo Ramírez.

Muy pocos escritores latinoamericanos han obtenido el prestigiado Premio Nobel de Literatura, el primer Nobel fue para la escritora chilena Gabriela Mistral, otorgado en 1945. En la lista cronológica sigue el guatemalteco Miguel Ángel Asturias en 1967. En 1971 el premio regresó a Chile con Pablo Neruda. En 1982 el mundo celebró el Nobel para el colombiano Gabriel García Márquez. En 1990 la Academia sueca reconoció la enorme carrera literaria del genial mexicano Octavio Paz y, treinta años después el Nobel regresó a Latinoamérica en la figura del brillante escritor peruano Mario Vargas Llosa. Sólo seis premios en más de un siglo, claro, los premios no siempre se otorgan a todos los que lo merecen, allí estuvieron los grandes escritores como Jorge Luis Borges, Julio Cortázar, Alejo Carpentier, Carlos Fuentes, actualmente creo que está en esos niveles el nicaragüense Sergio Ramírez, aun así, es compresible que nuestro continente haya obtenido pocos galardones, muchos de los destacados escritores primero tuvieron que preocuparse y ocuparse por sobrevivir en estas sociedades tan desiguales, corruptas, en el siglo XX marcadas por las dictaduras, Chile es un ejemplo, y ya luego o al mismo tiempo, fueron creando su poesía, su abundante obra literaria. De hecho, estas fueron las razones que argumentó la Academia sueca al otorgar el Nobel a Pablo Neruda: “Ser autor de una poesía que, con la acción de una fuerza elemental, da vida al destino y los sueños de un Continente.”

¿Cuál era el destino y los sueños de nuestro Continente en 1971? Seguramente en casi todas nuestras naciones lo que buscábamos era primero eliminar la opresión, la tiranía, el autoritarismo de nuestros gobiernos, ir disminuyendo la desigualdad e intentar día a día acabar con la corrupción, ofrecer la oportunidad de educación para todos, etc., los caminos que cada nación eligió fueron diferentes. En ese lejano 1971 el “caso Padilla” en Cuba nos enseñaba que esa revolución no era otra cosa más que una dictadura comunista consumada. En República Dominicana hacía diez años que habían asesinado al dictador, empero, todavía la democracia no se consolidaba. Nicaragua tuvo su gloriosa revolución sandinista y con ella derrocaron del poder a la tiránica familia Somoza, más, uno de los jóvenes que hicieron esa revolución, hoy lleva más de catorce años en el poder y está aferrado a él. Argentina vivió sus dictaduras de derecha, Perú no se salvó, en México gobernó por muchos años un partido hegemónico, antidemocrático, con tintes muy autoritarios. Venezuela y Bolivia no necesitan presentación. Y regresando a esa década de los setenta en Chile, basta recordar que se acaban de cumplir cincuenta años del golpe de Estado que dejó muerte, dolor, y con él inició otra tragedia más en los pueblos latinoamericanos. Mas, a pesar de vivir en esa realidad cruel, el artista, y, en este caso, los poetas, jamás se derrotarán, sus bellos versos nos incitarán a luchar por crear un mejor futuro, parte de la esencia de la poesía es transmitir esperanzas, sueños, deseos, así que Pablo Neruda fue a recibir su premio a Estocolmo y pronunció el siguiente discurso: (Transcribo sólo una parte)

De todo ello, amigos, surge una enseñanza que el poeta debe aprender de los demás hombres. No hay soledad inexpugnable. Todos los caminos llevan al mismo punto: a la comunicación de lo que somos. Y es preciso atravesar la soledad y la espereza, la incomunicación y el silencio para llegar al recinto mágico en que podemos danzar torpemente o cantar con melancolía; mas en esa danza o en esa canción están consumados los más antiguos ritos de la conciencia; de la conciencia de ser hombres y de creer en un destino común.

     En cuanto a nosotros en particular, escritores de la vasta extensión americana, escuchamos sin tregua el llamado para llenar ese espacio enorme con seres de carne y hueso. Somos conscientes de nuestra obligación de pobladores y – al mismo tiempo que nos resulta esencial el deber de una comunicación crítica en un mundo deshabitado, y no por deshabitado menos lleno de injusticias, castigos y dolores –sentimos también el compromiso de recobrar los antiguos sueños que duermen en las estatuas de piedras, en los antiguos monumentos destruidos, en los anchos silencios de pampas planetarias, de selvas espesas, de ríos que cantas como truenos. Necesitamos colmar de palabras los confines de un continente mudo y nos embriaga esta tarea de fabular y de nombrar. Tal vez esa sea la razón determinante de mi humilde caso individual: y en esa circunstancia mis excesos, o mi abundancia, o mi retórica, no vendrían a ser sino actos, los más simples, de menester americano de cada día. Cada uno de mis versos quiso instalarse como un objeto palpable; cada uno de mis poemas pretendió ser un instrumento útil de trabajo; cada uno de mis cantos aspiró a servir en el espacio como signos de reunión donde se cruzaron los caminos, o como fragmento de piedra o de madera en que alguien, otros, los que vendrán, pudieran depositar los nuevos siglos…

Comprendí, metido en el escenario de las luchas de América que mi misión humana no era otra sino agregarme a la extensa fuerza del pueblo organizado, agregarme con sangre y alma, con pasión y esperanza, porque sólo de esa henchida torrentera pueden nacer los cambios necesarios a los escritores y a los pueblos. Y aunque mi posición levantara o levante objeciones amargas o amables, lo cierto es que no hallo otro camino para el escritor de nuestros anchos y crueles países, si queremos que florezca la oscuridad, si pretendemos que los millones de hombres que aun no han aprendido a leernos ni a leer, que todavía no saben escribir ni escribirnos, se establezcan en el terreno de la dignidad sin la cual no es posible ser hombres integrales.

     …Nuestras estrellas primordiales son la lucha y la esperanza. Pero no hay luchas ni esperanzas solitarias. En todo hombre se juntas las épocas remotas, la inercia, los errores, las pasiones, las urgencias de nuestro tiempo, la velocidad de la historia. Pero, qué sería de mi si yo, por ejemplo, hubiera contribuido en cualquier forma al pasado feudal del gran continente americano? Cómo podría yo levantar la frente, iluminada por el honor que Suecia me ha otorgado, sino me sintiera orgulloso de haber tomado una mínima parte en la transformación actual de mi país?  (La falta de signos al iniciar en todas las citas, son licencias que se permite el autor.)

     Porque creo que mis deberes de poeta no solo no solo me indicaban la fraternidad con la rosa y la simetría, con el exaltado amor y con la nostalgia infinita, sino también con las ásperas tareas humanas que incorporé a mi poesía…En conclusión, debo decir a los hombres de buena voluntad, a los trabajadores, a los poetas, que el entero porvenir fue expresado en esa frase de Rimbaud: solo con una ardiente paciencia conquistaremos la espléndida ciudad que dará luz, justicia y dignidad a todos los hombres. Así la poesía no habrá cantado en vano.” 

Ese destino y ese sueño del que hablaba Pablo Neruda el 13 de diciembre de 1971 en Estocolmo, Suecia, no se ha cumplido. Sin embargo, la poesía sigue cantando y jamás su canto ha sido en vano y mientras haya vida nunca lo será.

 

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