“El proceso.”
Mtro. José Miguel Naranjo Ramírez.
“El proceso” es una de las obras cumbres de Kafka y de la literatura universal. Son muchos los valores que podemos encontrar en la novela. Sin olvidar que Marcel Proust, James Joyce y Franz Kafka revolucionaron la manera de narrar en el siglo XX. “El proceso” es una novela filosófica, profunda, existencialista, en momentos tiene algo de complejo, y, sobre todo, el sentimiento del absurdo ante diversos hechos y circunstancias de la vida es un tema profundamente abordado por Kafka. E incluso, la vida misma parece ser un absurdo y esta sensación a veces sin darnos cuenta nos arrastra e incomoda. El lector podría pensar que lo anterior es un planteamiento pesimista, desesperanzador…tal vez algo de razón tenga el lector, pero, también mucho de verdad tiene el planteamiento kafkiano.
En la historia nos encontramos con Josef K., quien es el protagonista central. K., es un hombre que está a punto de cumplir treinta años, trabaja en un banco, soltero, vive como inquilino en la casa de la señora Brubach, sin duda alguna puede ser presentado como un ser honesto, serio, responsable. De pronto, un día amanece con la visita de dos guardias. Al verlos se sorprende por la presencia de estos “policías”. Antes de empezar a dialogar con ellos suceden algunas cosas, lo importante es saber que ellos están ahí porque a K., se le ha iniciado un proceso y esto implica que será arrestado. K., como cualquiera de nosotros que creemos vivir en un país de leyes, lo primero que les solicita es que enseñen la orden de arresto y que le digan cuál es el motivo de la misma. Desde un inicio se va percibiendo que es un proceso raro y que no existe ningún delito, ni causa que incrimine a K., de hecho, los guardias le responden que ellos no saben nada, que sólo reciben indicaciones y su deber es ejecutarlas.
La novela es un poco larga, se divide en diez apartados y créanme que desde un inicio exige al lector concentración y prestar mucha atención a todo tipo de detalles, porque hasta en los más mínimo Kafka nos va dejando temas que nos incitan a importantes reflexiones. Les platico una de tantas que me provocó. Cuando K., se encuentra dialogando con los guardias, hay varios instantes que el personaje expresa pensamientos que sólo los conoce el lector, los guardias jamás escuchan y se enteran de esos pensamientos. Un ejemplo está en que K., detecta que los guardias son absolutamente sumisos a las autoridades que les ordenan ejecuten el arresto. Los guardias desconocen si el procedimiento fue legal, si realmente el acusado cometió algún delito, bueno, ni siquiera saben si existió un tipo de procedimiento. Claramente se observa que, como fieles creyentes y subordinados al régimen, no piensan, no cuestionan, y sin conocimiento defienden a ultranza al sistema, entonces, K., llega a desesperarse, porque prácticamente estaba en juego su libertad, sus derechos, su vida, mas no podía ni siquiera entablar un diálogo con sus opresores debido a que no razonan, sólo repiten lo que el régimen les indica. Esa impresión de no poder dialogar es un tema trascendental. Dialogar otorga la oportunidad de que ambas partes expresen con ideas claras y argumentos la causas que defienden, esto incluye hablar, escuchar, pensar, y con esta dialéctica razonada tratar de entrar en razón de acuerdo al argumento, a las pruebas. Empero, cuando un ciudadano se fanatiza por un régimen, la fanatización limita su visión, si es que pudiera llegar a tenerla. Aquí se comprende porque digas lo que digas, escuchen lo que escuchen, ellos en su cerebro dogmatizado jamás se permitirán pensar que el proceso es incorrecto e ilegal, jamás, están limitados para ello. Así se llega a la imposibilidad del diálogo. Acto que el Estado opresor promueve.
Esta misma parte la novela, por cierto, apenas estamos ubicados en las primeras páginas, causó otro tipo de análisis. Los guardias representan a ese ciudadano y servidor dogmatizado, primitivo. Aquí mismo nos topamos con otra representación muy vigente: el Estado opresor, autoritario. Ese Estado que pretende imponer la ley bajo el concepto de su voluntad. Ese Estado que no tolera el diálogo. Ese Estado que crea sus propios tribunales, con jueces que están a su servicio, con una policía que obedece como caninos fieles. Casi casi sin voluntad propia. Esta descripción al lector le podría parecer netamente novelesca, ficticia, muy similar a la distopía orwelliana de 1984. Sin embargo, nadie puede negar que la historia novelada por exagerada que parezca, desnuda a la realidad. Sólo basta que la analice de forma imparcial y descubrirá que la realidad todavía es peor. Por lo tanto, descartamos el pesimismo en la historia kafkiana, el autor sólo nos está pintando el absurdo de la realidad.
Continuando con la historia, el arresto y proceso de K., es misterioso, porque una vez notificado del mismo, el protagonista pudo seguir haciendo sus actividades de forma normal. A partir de aquí, ya con el procedimiento iniciado, se desarrolla toda la historia en torno al protagonista. Aparecen muchos personajes. El mismo día que fue notificado del procedimiento, K., en la noche tuvo un encuentro erótico con la señorita Bürstner. Se percata que K., estaba enamorado de la señorita Bürnstner, puede ser que no, usted lo interpretará cuando se encuentre con estos personajes. Y así en cada capítulo irán apareciendo protagonistas que son fundamentales en la trama, empero, otra parte que llama la atención estriba en que todos los personajes que conviven con K., saben que éste tiene un proceso, esto es clave, porque algunos lo ven con lástima, otros con curiosidad, el tío de K., acude a ayudarlo y le recrimina que se encuentre en un proceso, más, que lo apoyará porque está en riesgo el prestigio y nombre de la familia.
Aquí lo sugerente está en meditar que los personajes que forman parte del tribunal, el ciudadano que observa el proceso, el amigo que convive con K., las mujeres que los rodean, sus compañeros del trabajo, etc., todos saben del proceso, todos presuponen que se encuentra en un grave peligro, por lo mismo, unos lo miran como a alguien oscuro, otros lo compadecen, el asunto es que todos aceptan lo anormal como lo normal. Por cómo lo miran, el protagonista bien podría sentirse como un bicho raro, algo así como una cucaracha, alcanza con recordar que Gregorio Samsa terminó convertido en un escarabajo. A pesar de ello, K., no se desespera, parece ser que tampoco espera mucho del mundo, por la simple razón de que conoce parte de la condición humana:
“…estoy convencido, realmente muy sorprendido, pero, cuando uno lleva treinta años en el mundo y ha tenido que abrirse paso él solo, como me ha ocurrido a mí, está inmunizado contra las sorpresas y no las toma demasiado en serio. Y mucho menos una sorpresa como la de hoy…lo deduzco del hecho de que soy acusado, pero no puedo hallar ni la más mínima culpa por la que se me pueda acusar.”
Un domingo K., tuvo que comparecer ante el tribunal para el primer interrogatorio. El edificio no es un recinto oficial. Esto confirma que no estamos ante un juicio público, quizás, sea privado. Realmente es atrapante cómo se va desarrollando la historia, sobre todo, por los misterios del juicio. En ese primer encuentro con el raro tribunal, K., empoderado está pronunciando un discurso donde exhibe la corrupción, la ignorancia, el abuso, el autoritarismo, la sinrazón del proceso. Al inicio, el personal del tribunal que se encuentra ubicado a la derecha apoya los argumentos de K., los de la izquierda lo ven con antipatía. Eso sí, en el momento culminante donde todos son exhibidos, en ese instante una mujer que recibió a K., cuando llegó a la comparecencia, ingresó a la sala del juicio y un estudiante la empezó a poseer, inmediatamente todos se interesaron en el acto carnal y se olvidaron del apasionado discurso de K.
Hasta lo aquí narrado es el inicio para ingresar y conocer de forma completa uno de los procesos acusadores más absurdos en la historia de la humanidad. Sí, tan absurdo como los futuros procesos acusadores que llevaron a millones de judíos a la cámara de gas, tan absurdo como todos los asesinatos que padecen los ciudadanos libres que se oponen a las dictaduras, en fin…los procesos nunca terminan.
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