“La vuelta al mundo con 80 tías.”
Mtro. José Miguel Naranjo Ramírez.
Siempre se ha dicho que a través de la literatura podemos viajar a muchas partes del mundo, en esta ocasión los invitaré a viajar alrededor del mundo leyendo una pequeña novela titulada: “La vuelta al mundo con 80 tías”, obra de Marco A. Almazán publicada en 1976. El lector debe saber que estamos ante una novela humorística, graciosa, con historias fantásticas e incluso muy cercanas al realismo mágico, aquí los animales dialogarán con los humanos, algunos personajes serán embrujados por sus enamoradas, nos encontraremos con una interesante mezcla de razas, culturas, tradiciones, costumbres, sin olvidar que todo sucede en un largo viaje de diez años que el protagonista hizo en diferentes barcos, ya sean militares, mercantes, turísticos, algunos de lujo, otros barcos destartalados, algunas experiencias fabulosas otras tormentosas como la vida misma, vayamos al viaje.
El protagonista emprende su largo viaje de la siguiente manera: “A mediados de 1945, encontrándome sin empleo y sin dinero en Nueva Orleans, se me ocurrió embarcarme en un descascarado navío de matricula hondureña al servicio de la Standard Fruit, que hacía el periplo del Golfo de México y el Caribe. Faltaban pocos meses para que terminara la guerra mundial y en Estados Unidos todos los varones aptos –y aun los averiados –de dieciocho a cuarenta años de edad se encontraban en filas, por lo que había escasez de brazos que las empresas tomaban al primero que se presentase, sin importarle los años, nacionalidad, constitución física ni grado de experiencia del solicitante.”
Esta primera salida es narrada de forma magistral, uno puede llegar a imaginarse los lugares, la gente, sentir el calor, disfrutar la arena del Caribe, ejemplo es cuando el barco llega a la ciudad de Puerto Príncipe, Capital de Haití, esta pequeña isla que nos suena tan pobre, tan explotada, tiene sus encantos, el protagonista narra que a la orilla del mar está una cantinita con techo de palma, donde atienden unas hermosas damas, algunas de color tan oscuro tirándole a morado, otras, producto de una infinidad de mezclas de sangre, son rubias, apiñonadas, pero, la mayoría imponentes y muy atentas con los visitantes del barco, allí se emborracharán, bailarán, disfrutarán de esas bellas compañías, y aunque al otro día el protagonista no se acuerda de nada, se sube al barco y continúa su experimentado viaje.
A los pocos días, el “Wawa”, así se llama el barco, arribó a Roatán, en este barco iban pasajeros de todos los tipos, sin embargo, en esta parte del relato sobresale la pareja Bertolini, quienes eran los dueños de un circo, los esposos italianos tenían veinte años de casados, no obstante, a esos veinte hay que descontarles dieciocho de incomunicación, los esposos Bertolini viajaban juntos, el circo era de los dos, pero entre ellos no había comunicación, la única forma en que lo hacían fue mediante la intervención de los animales: “Francesca, dile al señor Bertolini que te de comer”, y aunque el dialogo era nulo, el matrimonio mental y económicamente coincidían en que la ración alimenticia de los animales era necesaria, por salud, orden, educación, etc.
Los animales que conformaban el circo fueron pocos, la gorila Francesca, dos leones, un mono, y al final, quien los cuidaba, daba de comer, y trataba de consentirlos era el protagonista. Al momento de llegar a Roatán, los Bertolini decidieron desembarcar para desentumirse un poco, el protagonista se fue luego luego a la cantina llamada “La teoría de Einstein”: “El bar a la orilla de la playa y con techo de palma, era un sitio fresco, exótico y muy agradable, donde se reunían los tripulantes de los barcos surtos en el puerto, algunos ciudadanos locales sin ocupación fija ni visibles fuentes de ingresos, y una o dos docenas de damas de muy diversos colores y complexiones, pero de idéntica virtud elástica y aleatoria. Se bebía, se conversaba y se bailaba al son de una sinfonola, todo controlado por “Mamie Dear”.
Mamie Dear era la dueña del lugar, una voluptuosa morena de enormes pechos, cuando todos bailaban, bebían y convivían, de pronto un silencio y todos voltearon al mismo sitio, parecía como si la mar se les venía encima, el protagonista que ya estaba muy engolosinado con Mamie Dear, volteó y descubrió que el miedo se derivaba de la presencia de los animales del circo, todos se habían escapado y para asombro y tranquilidad de los presentes el protagonista los calmó, llevó al barco, y regresó con Mamie Dear:
“Para reponernos Mamie Dear del susto y yo del bochorno sufrido, la gentil morena me invitó a beber gratis, cosa que hicimos abundantemente el resto de la noche, ya sin truculentas interrupciones. Por ahí de las cinco de la mañana me permitió que descansara un sueñecito, acurrucado entre sus negros y perfumados y colosales senos.”
El viaje continuaba, llegarán a Cuba, posteriormente regresarán a Estados Unidos, después se embarcará en un navío que lo llevará a Londres, y el protagonista seguirá recorriendo el mundo, conviviendo con chinos, irlandeses, argentinos, por supuesto que esto incluye conocer las culturas y tradiciones de los diversos pueblos, con Orlando el argentino entabló una gran amistad, se identificó con él y juntos disfrutarán de Londres, el Whisky, las bellas damas, y el tango:
“Orlando el argentino, que llevaba años de navegas, las conocía a todas por los nombres que él mismo les había dado y las trataba con respeto, cariño o insolencia, según sus edades, carácter e inclinaciones. –Venid, che vieja –le decía a una matrona de bigotes grises y andar dificultoso. –. Hoy te guardé un trocito de bife. Cuando no había mucho zangoloteo a causa de las olas, el che sacaba su bandoneón y se arrancaba con la milonga o un tango arrabalero; las ratas acudían a tropel y bailaban que daba gusto verlas. –No, no, Papusa –corregía a una que había dado un paso equivocado.”
En la novela existen muchas aventuras más, el personaje al paso de diez años regresará a Nueva Orleans pobre y sin trabajo, pero, acaso, ¿La vida no es así?, andamos y andamos, pasan los años y, ¿Qué nos espera? La respuesta ya la sabemos, por lo tanto, viajemos, viajemos y viajemos…
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