CENTENARIO DEL NATALICIO DE ÁLVARO MUTIS. (IV)

“Empresas y tribulaciones de Maqroll el Gaviero: La última escala del Tramp Steamer.”

Mtro. José Miguel Naranjo Ramírez.

Con la trilogía clásica compuesta por: “La nieve del Almirante, Ilona llega con la lluvia y Un bel morir.” Se concluye el ciclo literario donde los lectores conocemos la vida y andanzas en la voz directa de Maqroll el Gaviero. Recordemos que en “Un bel morir” presenciamos la muerte de Maqroll. En las siguientes historias sigue apareciendo Gaviero, más ya no como protagonista central. Álvaro Mutis fue admirador de Marcel Proust y así como el autor de “En busca del tiempo perdido” en sus voluminosos siete tomos creó un sinfín de personajes, nos cuenta enorme cantidad de historias, Álvaro Mutis también escribió siete novelas y a partir de esta cuarta novela incluida en la saga de Maqroll el Gaviero, abre el abanico y les da vida a personajes increíbles, las historia que nos cuenta son fascinantes. De hecho, hasta las cuatro novelas que llevo leída en el presente mes, esta cuarta es la que por lo pronto más me ha enamorado. Vayamos a ella.

De entrada, aquí el autor ingresa a la historia, es decir, se convierte en narrador-personaje y esto hace que conviva con sus propias creaciones. Un dato importante es que, según el autor, él siempre pretendió que esta historia la escribiera Gabriel García Márquez, debido a que Gabo es un gran contador de historias amorosas, empero, como por diversas circunstancias no pudieron reunirse los dos escritores colombianos, Álvaro Mutis decidió narrarla él, dedicando el libro a Gabo. La prosa de Mutis es poética y altamente reflexiva. El lector irá detentando en un párrafo frases e ideas con las que fácilmente se identificará debido al contenido humano, muy humano.

El segundo gran personaje, después del autor quien nos cuenta la historia en primera persona del singular, es el Tramp Steamer, que en palabras castellanas no es otra cosa más que un barco de carga ligera, un barco que se dedica al comercio y anda de aquí para allá sin horario fijo ni un itinerario establecido, donde lo requieran ahí está. Los ingleses llaman a este tipo de embarcación como barco de comercio de vagabundos. Bueno, el autor nos cuenta que la primera vez que se encontró con este barco fue en un viaje que hizo a la ciudad de Helsinki en Finlandia, por cierto, un barco viejo, descuidado, claramente se percibe que el tiempo se le vino encima y son los últimos años de vida. El autor manifiesta que le llamó la atención ver al barco sostenerse con dignidad a pesar de los años y que el hermoso paisaje dejó de ser su principal atracción y en su memoria se grabó la imagen del navío. Tiempo después, el narrador de la historia nos platica que viajó con unos amigos en yate en Punta Arenas, Puerto Rico, e increíblemente allí se volvió a encontrar con el Tramp Steamer. En otra ocasión realizaba un viaje a Estados Unidos y por fallas no delicadas en el motor del avión se vieron obligados a pernoctar en Kingston, Jamaica, de forma inesperada y ya como si fuera un acto impuesto por el destino, vio en el puerto al barco. Para entonces la relación del autor con el navío era enorme, sentía que estos encuentros podrían ser más profundos y no una simple casualidad y coincidencia de encontrarse con el barco.

El barco se llama Alción, y la última vez que lo vio fue en el caudaloso río Orinoco. “A tal punto me pareció vetusto, golpeado y sumiso. Obediente a las empresas del hombre, cuya mezquina desaprensión concedía aún mayor nobleza a ese esfuerzo sin otro premio que el desgaste y el olvido. Me quedé contemplando cómo se perdía en el horizonte y sentí que una parte de mí mismo se internaba en el viaje sin regreso…Hay coincidencias que, al violar toda previsión posible, pueden llegar a ser intolerables porque proponen un mundo donde rigen leyes que ni conocemos ni pertenecen a nuestro orden habitual.

Realmente es atrapante y emotivo cómo nos va contando la forma tan íntima en que se va relacionando con el barco. En instantes el lector se identifica con la historia, porque el narrador ve en el barco los estragos del paso del tiempo, estragos que en el sujeto mismo ha hecho, tal vez, por eso en nosotros tiene luego tanta fuera una imagen, un olor, etc., porque seguramente ese acto, ese suceso, nos dice muy en el interior que nuestro tiempo ha pasado y sigue pasando y se está agotando. El otro día Marcel se encontraba con Rosita del Corazón en su departamento tomándose una copita, Marcel puso una canción de Luis Miguel y de repente Rosita notó que a Marcel se le escurrieron unas lágrimas, ella lo abrazó y en buena lid le preguntó que si le recordaba algún dolor, algo en especial, Marcel le contestó que realmente la letra, la voz, la tonada, le recordaba toda una época y que, quizá, la sola sensación del paso de ese tiempo causó nostalgia.

Al paso de los años el narrador de la historia se encontró en un viaje en barco con un personaje muy especial de origen vasco llamado Jon Iturri. Después de conocerse y ya más en confianza empezaron a intercambiar experiencias y resultó que Iturri había sido el capitán del Tramp Steamer. A partir de aquí quien lleva la voz narrativa es Iturri. Este personaje le cuenta que se encontraba en Amberes y en ese puerto belga lo buscaron un tal Abdul Bashur y Gaviero, que le ofrecieron capitaneara un barco que era de la familia Bashur del cual resultó heredera del barco Warda Bashur, hermana de Abdul. La propuesta no era que fuera un simple empleado, le ofrecían el barco en sociedad. En el mismo día se reunieron los tres con Warda, el capitán al verla quedó sorprendido ante la belleza de esta libanesa. No hubo ningún conflicto de interés, llegaron a un acuerdo de sociedad, el capitán debía reportar las ganancias a la socia e informarle cualquier situación de la empresa naviera.

Cuando el barco llegaba a determinado puerto, el capitán le informaba vía cartas las ganancias y condiciones del barco, el lector presiente desde un inicio que el capitán está perdidamente enamorado de la bellísima Warda. En varias ocasiones cenan, platican, ella al inicio le confiesa que quiere vivir en Europa, alejarse de la rigidez musulmana, afirma que es conservadora, más lo que busca es conservar lo que ella quiere y no lo que pretendan imponerle. Hay toda una interesante postura de liberación femenina en Warda. No obstante, el lector presintió bien, el capitán estaba perdidamente enamorado de la hermosa musulmana, y lo mejor de la historia es que ella también. Después de varias cenas donde sólo convivían, un día se reencontraron en Lisboa, Portugal, ya no se dijeron nada y se empezaron a besar. En esa ocasión se encarraron en el hotel y en tres días no salieron, la forma en que hacen el amor es descrita con un erotismo elegante, exquisito. El acto amoroso es tan bello en la imagen del lector debido a la belleza de la prosa.

Lo interesante de la historia consiste en que en las cuatro veces que el narrador se encontró con el barco, en esas ocasiones la pareja vivía momentos cumbres. Llegó un momento que ya no se iban al hotel, en cada puerto que llegaba el barco se encerraban en el camarone y ahí disfrutaban de su profundo amor. Un día a Iturri lo visitó Abdul Bashur, este amigo le comentó que respetaba el amorío que tenía con su hermana, más le anticipó a Jon Iturri que cuidara mucho al barco, porque él presentía que, hundiéndose el barco, se hundía la historia de amor que tenía con su hermana. No exagero decir que es una historia de amor profunda, sincera, candente. Ella tenía 24 años de edad e Iturri 50. Los dos estaban conscientes que esta extraordinaria y singular historia romántica, más temprano que tarde terminaría, empero, debían vivirla.

Cuando el narrador vio el barco en Jamaica, ese día Warda se despidió de Iturri, ella lo quería, más debía poner en orden sus sentimientos, sus valores. Europa la decepcionó, si el mundo musulmán al que pertenece es un mundo cerrado, extremadamente rígido, sintió que la sociedad occidental vive en una terrible inmediatez que nos está llevando al precipicio. Ella se despidió de él con la promesa que se verían en una ocasión más, aunque fuera sólo para darse un abrazo final, un abrazo de hasta siempre. Ese abrazo nunca llegó. Warda nunca más regresó, se reintegró a su mundo, el navío vagabundo se hundió en el Orinoco, y ahora narrador y capitán, personajes tan relacionados con el barco se platicaban sus historias que al mismo tiempo era una sola historia. El capitán cansado por el paso de los años concluye lo vivido con Warda con estas palabras: “No es fácil explicarlo, describirlo. A veces pienso que no lo viví nunca. Lo único que me ha detenido muchas veces ante la voluntad de morir es pensar que esa imagen muera también conmigo.”

 

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