CENTENARIO DEL NATALICIO DE ÁLVARO MUTIS. (III)

“Empresas y tribulaciones de Maqroll el Gaviero: “Un bel morir.”

Mtro. José Miguel Naranjo Ramírez.

Destrozado por la trágica muerte de Ilona, en la presente historia encontramos a Maqroll viviendo tranquilamente en un pueblo en La Plata. Vive retirado del mundo, alejado de sus aventuras. Ahora lee mucho sobre la vida de San Francisco de Asís. Al momento de llegar a vivir a ese pequeño pueblo habitado por gente sencilla, humilde, sincera, donde sólo hay una tienda, una cantina, allí Maqroll le renta una habitación a doña Empera, una mujer ciega, adulta, quien trata a Maqroll como si fuera su hijo. Ella un día le dijo que antes de conocerlo ya sabía muchas historias de él y que, aunque muchas de sus empresas tenían algo de turbio, estaba segura que Maqroll era un hombre bueno, sincero, honorable. Pensaba que posiblemente vivía en este retiro para sobrellevar una vida difícil, para sobrellevar la pérdida de Ilona, para sobrellevar el cansancio de los años y porque no, para sortear el a veces sinsentido de la vida.

Maqroll confiesa que en esas tardes de tranquilidad cuando los recuerdos lo apremiaban, lo mejor era irse a la cantina a tomarse unos Brandis. Por intervención de doña Empera, Maqroll empezó a recibir visitas de Amparo María. Esta bella joven al momento de entregarse completamente a los brazos de su hombre, este acto le recordaba a Maqroll que algún sentido tenía la vida. En esas idas a la cantina Maqroll conocerá a un fulano que se hace llamar Jan Van Branden. Este personaje es supuestamente de origen belga y llegó a La Plata porque viene con el proyecto de construir la vía férrea, un proyecto que llevaba años en esas comunidades y nunca se había concretado, e incluso, con la construcción de una nueva carretera los pobladores manifestaban que ya no era tan necesaria la vía férrea.

Derivado de lo anterior, Branden se instala en la misma casa de doña Empera e invita a Maqroll para que trabaje con él en el proyecto. Maqroll no vivía con apremios, de vez en vez le llegaba un cheque tipo pensión de un banco italiano. No obstante, para aprovechar el mucho tiempo vacío y ganarse unos centavos y, porque sintió que no podía decirle que no al ingeniero Branden, el personaje aceptó trabajar para él. El trabajo de Maqroll consistía en llevar herramientas y cierta maquinaria en unas mulas. Le otorgaron dinero para que comprara las mulas, contratara un peón. Al momento comprar las mulas aparece un personaje muy honorable llamado Aníbal Álvarez. Este señor era un hacendado muy respetado en la región. Maqroll le platicó para qué quería las mulas y don Aníbal sólo le dijo que tuviera cuidado, porque por años ese proyecto ha estado detenido y no sabía nada de su reactivación.

Hasta esta parte la historia transcurre sin desasosiegos. Maqroll disfruta de la compañía de Amparo María, se siente como en familia en la casa de Empera, va a las cantinas, en las noches lee y aunque nunca le ha inspirado mucha confianza el belga, hasta ahora lo ha sobrellevado. El ingeniero Branden le dice a Maqroll que en el siguiente barco que arribe ahí llegaran parte del equipo que debe subir a la zona del Tambo. El recorrido con carga es pesado y muy cansado. Branden se comportaba de manera confusa, dudosa, mas, al final le pagó parte de lo acordado a Maqroll y este empezó a llevar las cargas con las mulas, pasando siempre por el rancho de don Aníbal, donde lo recibían con mucho cariño.

En el rancho de don Aníbal trabajaba como empleada doméstica Amparo María. Esta bella mujer se encargaba de atender muy bien a su hombre. No con poco esfuerzo el primer paquete se entregó. Lo recibieron en un lugar alejado dos extranjeros. Maqroll sentía rareza en el ambiente, además, no existía ni siquiera un proyecto delimitado de construcción ni nada. Maqroll pensó que ese material Branden y compañía se lo estaban robando al gobierno para hacer sus negocios. Al siguiente viaje una mula se desbarrancó y muy molestos los dos extranjeros le dijeron a Maqroll que lo hacían responsable del material y debía recuperarlo inmediatamente. Fue con su peón que lo ayudaba al fondo de la barranca y no encontraron nada. Al regresar de la comisión recibió un comunicado que lo andaba buscando urgentemente don Aníbal. Lo esperó en su casa y el hacendado le platicó lo siguiente.

Le dijo que lo creía inocente porque así se veía y desde que lo conoció le tomó cariño, pero que debía saber que lo que transportaba eran armas poderosas y material explosivo, que una peligrosa banda estaba armándose para combatir a los marinos. El tema ya estaba muy investigado por los soldados y sabían que posiblemente él lo hacía sin saber, más que para los marinos daba igual, iban a matar a todos. Sin embargo, para suerte de Maqroll, don Aníbal influía por su calidad moral mucho en uno de los jefes marinos y este en ese mismo contexto se reunió con Maqroll. El marino le ordenó que él siguiera trabajando y actuando como si no supiera nada, que de Branden ya no se preocupara porque nunca más lo iba a ver. Algo más, Maqrollo debía llevar el último cargamento y después irse de la zona inmediatamente, sino, no le aseguraban nada.

Maqroll preocupado por verse en el problemón que estaba sin él saber bien a bien originalmente en lo que se metía, platicaba con doña Empera afirmando que la naturaleza caída del hombre es terrible. Tanto afán de obtener, hacer, matar, arriesgar, y nos olvidamos que la vida es finita y muy corta, esto debería hacer que aprovecháramos el tiempo, pero no, aquí recordaba una frase de Sancho cuando le dice a Don Quijote: “Cada cual es como Dios lo hizo y, a veces, peor.” El peligro estaba a plenitud, días antes de hacer la última entrega del material lo visitó Amparo María, hicieron el amor, se quedaron dos días juntos encerrado sin salir de la habitación. Aquí el Gaviero empezó a recordar a sus antiguos amores, de Flor Estévez nunca más supo, Ilona murió trágicamente y ella era irremplazable, a Amparo María la quería, más le llegaba en una etapa cansada, con pocas fuerzas y en medio de estos nuevos conflictos.

En el umbral de su vejez, el Gaviero estaba aprendiendo a conformarse, sin remedio, pero con creces, con lo que nos es dado fatalmente a cambio de lo que hubiera podido ser y ya no fue. El azar le entregaba a Amparo María, él la hubiera querido unos veinte años antes para guardarla en una escondida quinta de Catania. La tenia aquí, cansado y en medio de una tierra de horror y desamparo. Sobre estas reflexiones, doña Empera le contestó: “–Sí, Gaviero. Esos tráficos a los que nos empujan los años, todos los tenemos que hacer. Lo malo es que nos toman de sorpresa. Siempre comienzan mucho antes de que nos demos cuenta de que estamos haciéndolos…Es igual Gaviero, todo es igual. La vida es como estas aguas del río que todo lo acaban nivelando, lo que traen y lo que dejan, hasta llegar al mar. Lo corriente es la misma. Todo es lo mismo.”

La barbarie se hizo presente, los contrabandistas asesinaron a don Aníbal con todos sus trabajadores, esto incluye a Amparo María. Gaviero fue detenido y enjuiciado, empero, al final un informe del soldado con el que había platicado y le ordenó que siguiera haciendo las cosas con el fin de ellos capturar a los delincuentes, lo salvó de la muerte. Maqroll partió con el dolor de ver y vivir la barbarie a plenitud. Antes de partir, doña Empera le confesó a Maqroll que años atrás con ella vivió Flor Estévez, que por eso ella sabía que era un buen hombre. Que Flor lo anduvo busque y busque y nunca lo pudo encontrar y que vivía con la angustia de que él pensara que ella lo había abandonado. Maqroll se embarcó y partió. En un apéndice que aparece en la novela el creador de Maqroll narra su muerte:

El Gaviero yacía encogido al pie del timón, el cuerpo enjuto, reseco como un montón de raíces castigadas por el sol. Sus ojos, muy abiertos quedaron fijos en esa nada, inmediata y anónima, en donde hallan los muertos el sosiego que les fuera negado durante su errancia cuando vivos.”

 

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