Actores responsables.

El precio de la grandeza es la responsabilidad.

Winston Churchill

 

Tiempos complejos y difíciles en los que día con día viven millones de mexicanos, que no son suficiente tragedia para que muchos de los gobiernos en sus distintos niveles, entiendan que se requiere hacer mucho más de lo que hasta ahora se ha realizado. Condiciones reales que en los hechos contradicen los dichos de bonanza y felicidad que cada mañana se manifiestan.

La pobreza o la inseguridad, por mencionar solo dos problemas, tan cotidianas y horrorosamente presentes, marcan derroteros familiares y sociales que parecen no visualizarse como tragedias desde los poderes, declinando su relevancia para no ocuparse en la necesaria y urgente búsqueda de soluciones, como temas centrales de los ejercicios públicos y políticos.

El ejercicio, las acciones e inversiones de los actores responsables de ofrecer, de presentar propuestas y soluciones para los ciudadanos, se mantiene muy lejos del quehacer urgente, serio y responsable para enfrentar nuestros problemas. El cotidiano dolor de los mexicanos se desdibuja y se esconde tras la insistencia en  los cuestionamientos políticos lejanos, enfrascando el debate y la discusión pública en confrontas estériles, calculados en función de triunfos electorales y politiquería, en lugar de abrir la convocatoria de las ideas, de las alternativas, de proyectos de interés general.

Los grandes temas son obviados desde el poder, y desde las oposiciones son mirados sin argumentos; los cálculos de ambos, medidos desde las rentas de los triunfos electorales, genera un visible abandono de la propuesta de soluciones. Como siempre y más que antes, todo está marcado más por las disputas políticas y de intereses facciosos que por sacar adelante un proyecto general y amplio.

A mitad de camino de la administración federal, con la instalación de una nueva Cámara de Diputados, esperamos que se realicen ajustes para enfrentar la cerrazón hasta ahora tan triste y evidentemente presente, atenuando por el bien de todos, las bravuconadas y la exacerbación de las diferencias.

Los retos que las condiciones de nuestro país presentan y a los cuales hay que encauzar para su solución dentro del ámbito democrático y de reconocimiento de la pluralidad, tendrán que remontar los caprichos de las visiones ególatras y confrontacionistas, tendrán que superar la mezquindad y la soberbia de las verdades únicas y la hipocresía de la doble moral que hoy domina los escenarios de los ejercicios públicos y políticos.

Visualizar, palpar el borde del precipicio económico, social y político, obliga a recomponer las agendas, modificar los actuares y comprometer la voluntad y la inteligencia por delante, entendiendo que una caída mayor tendría consecuencias incalculables en pesar y daños.

LA BITÁCORA DE LA TÍA QUETA

La conveniencia de descalificar al mensajero más que responder el mensaje.