Acelerando rumbo al precipicio

’23/11/2024’
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Casi desde que comenzó su sexenio López Obrador la agarró contra los medios y los periodistas. En 2019 dijo que daría a conocer a los periodistas “chayoteros” y soltó varios nombres. Pero se frustró cuando éstos le demostraron que jamás recibieron embutes, sino que hicieron convenios formales y legales. Y es que su idea que el pueblo bueno los linchara.

Pero no por eso cejó en su empeño.

Por semanas se dedicó a dar nombres de comunicadores que hablaban (y lo siguen haciendo) negativamente de él y su gobierno, pero eso tampoco pegó. Luego se le ocurrió que una de sus Amlover, Elizabeth García Vilchis, diera a conocer quién es quién en las mentiras y hasta la fecha la pobre mujer es la botana de casi todos los periodistas.

De estos, quien le ha colmado el plato en reiteradas ocasiones es Calos Loret de Mola, al que sacó a balcón al manifestar que “gente del pueblo” le hizo llegar una “tablita” con las cantidades que presuntamente gana el periodista y la dio a conocer en su mañanera. Pero calculó mal.

Jamás imaginó la reacción de la raza que lo tundió en las redes como nunca lo habían tundido en su vida política.

Aunque haya querido minimizarlo, es evidente que el hashtag #TodosSomosLoret lo espantó, pues no sólo fue trending topic este fin de semana, sino que se hizo el space más grande del mundo porque se conectaron aproximadamente 64 mil personas de manera simultánea. De ese vuelo fue la reacción.

Hubo comentarios como éste: “No necesariamente me gusta el trabajo de Carlos Loret, pero lo que está en juego va más allá del trabajo de una persona”.

“Que quede claro. El tema no es Carlos Loret de Mola… Aquí el tema es la impunidad con la cual el presidente difama para desacreditar a sus críticos, miente para mancillar la reputación de quienes piensan de manera distinta, distrae para desviar la atención de los problemas que su gobierno no ha logrado resolver”, escribió Denise Dresser, otra periodista atacada por el tabasqueño.

Y es que hay que ser puntuales en un hecho que nadie puede soslayar, lector; México está viviendo el sexenio más sangriento y brutal de su historia contra los periodistas y el presidente no ha hecho otra cosa que embestirlos, fustigarlos y casi casi ordenar su extinción.

No le perdona a Loret que haya exhibido a su hijo mayor viviendo en la opulencia. Y en lugar de presentar pruebas de que mintió en su reportaje (con lo que podría incluso demandarlo), se dedica a denostarlo con el odio de un enfermo.

Y a propósito de José Ramón López Beltrán, ya asomó la cabeza. Mediante un mensaje asegura que trabaja desde el 2020 en una compañía petrolera de Texas y que su chamba nada tiene que ver con un conflicto de intereses. Pero nadie le creyó.

Para la mayoría de los mexicanos (y hasta que se demuestre lo contrario), José Ramón no es más que un zángano vividor que a la sombra de su papá cobra jugosas prebendas y habita en mansiones de lujo en Houston.

Malos, pésimos han sido los primeros 46 días de este año para el presidente.

En su encuesta de enero, el diario El Financiero dio a conocer que su popularidad está en un envidiable 60%. Pero perdió siete puntos en relación al mes anterior cuando cerró en 67%. En términos electorales, esos siete puntos equivalen a 3 millones de votos que ya se le fueron.

El diario The Economist que lo indigesta, colocó a México en la categoría de régimen híbrido, que es un escalón abajo del régimen totalitario y lo puso junto a Bangladesh, Senegal, Ecuador, Paraguay y Túnez, países que tienen un remedo de democracia.

El rotativo asegura que López Obrador “incrementó sus ataques contra los medios y se ha vuelto cada vez más intolerante con sus críticos, incluyendo aliados. Los elevados niveles de violencia de los cárteles tuvieron un impacto en las elecciones de junio y representaron riesgos crecientes para la democracia mexicana”.

Pero por encima de eso lo que le ha pegado en serio es el escándalo de la “Casa Gris” donde vivió José Ramón, porque despedazó su discurso de austeridad y cero corrupción con el que se llenaba la boca una mañanera sí y otra también.

A Andrés Manuel no lo está derrotando la oposición sino su familia; sus hermanos, su prima, pero sobre todo su hijo mayor. Los primeros convertidos en una caterva de corruptos y José Ramón en un inmoral sinvergüenza, según califica su padre a quienes no comulgan con la austeridad.

Sólo sus fieles más leales justificaron con poco éxito que hubiera violado la ley dando a conocer lo que presuntamente gana un particular, pero eso no ha servido de mucho.

En los últimos días el presidente ha andado atolondrado, atontado e iracundo, lejos del aplomo que lo caracterizó en otros tiempos. Pero terco como es sigue infamando, mintiendo, polarizando y desviando la atención de los problemas reales, en la creencia de que con eso sacará a flote a la 4T.

Ciego como todos los autócratas, no quiere darse cuenta que actuando de esa manera lo único que está haciendo es acelerar a fondo rumbo al precipicio; su precipicio.

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