Abramos los ojos

“A algunas personas no les gustan los abogados, hasta que los necesitan”. (Kenneth G. Eade).

No sé por qué desconfío de los doctores, los eclesiásticos y los abogados, aparte de las personas que te sonríen, te saludan y platican contigo con su areola de hipocresía. Es difícil andar y no toparse con la frivolidad, mucho más en el ámbito político que se pudre en tiempos electorales. A lo que arrolla, porque así se quiere, la tecnología, en este caso las redes sociales que marcan nuestro pensar, decir y actuar; hemos caído en sus redes, estamos enredados, carajos. ¡Qué pobreza humana! Y ni nos hemos dado cuenta. Mucho me temo que de esta no saldremos bien librados, al menos que nos pongamos despertemos del letargo y resucitemos, con reflexión, creatividad, contemplación, espiritualidad… Vaya, con sentido humano de la vida. El Edén perdido y recuperado, ¿una utopía? Entretanto, no intentemos tapar con un dedo nuestra realidad: no se podrá nunca erradicar la pobreza, como jamás nunca se acabarán los ricos, aquellos que ostenta el poder, en el nivel que sea, pues una vez que nos subimos en un ladrillo nos mareamos.

         Abramos los ojos. Mi amigo Ramón Eder me dijo: “Los hay que piensan que el mundo acabará con una explosión, otros tristemente imaginan que finalizará con un lamento, pero los hay irreductibles que sueñan que terminará con un gran aplauso.”

         Pero me he desviado. Celebro el Día de la Abogacía (sean del género que sean). Lo digo con Thomas Jefferson, aboga, mi estimado compañero, por una cruzada contra la ignorancia; establece y mejora la ley de educar a la gente común. O si lo prefieren, les comparto lo siguiente, digo, para no ponernos solemnes.

*Hijo, tú que eres abogado, sácate unos tamalitos del bote.

 

*Si un abogado se vuelve loco, ¿pierde el juicio?

 

*Magistrado: El próximo que hable o grite, ¡se va a la calle!

Acusado: ¡Viva!

 

*El juez le pregunta al acusado:

-Entonces, ¿insiste en que no quiere un abogado?

-No, pienso decir la verdad.

 

*Tenía un problema legal y fui a ver a un abogado”.

¿Y cómo te fue?

Ahora tengo dos problemas.

 

Siendo honestos –¡qué manoseada expresión!-, me uno a Nikito Nipongo: “Vivimos no en un estado de derecho, sino en un estado de desecho”. Sonrían, por favor.

Los días y los temas

Mi amigo Julio Vallejo, en su artículo “Dependencia” (recomiendo su lectura), escribe sobre la Nomofobia y dice: “Y tú qué opinas o qué sensación te ha causado el perder un celular o el dejarlo por unos minutos lejos de tu alcance”. Gravísimo problema. Cuando me muera, entiérrenme con mi celular en el pecho, nunca se sabe cuándo va a llamar Dios.

         En fin, que hay otro problemita. ¿A dónde van a parar los celulares? Basura, basura, basura: contaminación. Según estudios de “Conciencia del consumidor mexicano: Actitudes y comportamiento hacia el consumo responsable, realizada por el Centro de Opinión Pública de la Universidad del Valle de México (UVM), “los teléfonos móviles contienen alrededor de 40 materiales tóxicos, entre los que destacan elementos como el arsénico, antimonio, berilio, plomo, níquel y zinc, o metales pesados como el plomo, cadmio o el mercurio, entre otros. Pero el elemento más contaminante de un teléfono móvil es la batería. Según los expertos, los agentes contaminantes de una sola batería de Smartphone podrían contaminar 600 mil litros de agua.” (cronica.com.mx, 03-07-23).

         Y seguimos cada cuanto reemplazándolos. ¿Qué necesidad tiene la Tierra?

 

De cinismo y anexas

Y como es costumbre, ahí les dejo de tarea:

*Un abogado es una persona que escribe un documento de 10000 palabras y lo llama resumen”. (Franz Kafka).

*Los abogados son hombres que contratamos para protegernos de abogados. (Elbert Hubbard).

*Los abogados son las únicas personas no castigadas por la ignorancia de la ley. (Jeremy Bentham).

*Un abogado sin libros sería como un trabajador sin herramientas. (Thomas Jefferson).

 

            Hasta la próxima.