El Fondo de Cultura Económica y sus clásicos universales: “La paideia griega de Werner Jaeger.”
Mtro. José Miguel Naranjo Ramírez.
En el artículo anterior conocimos que el teatro nació con la tragedia en el siglo V a. C. En la segunda mitad del mismo siglo surgirá la otra versión del teatro: la comedia, y el padre de la misma se llama Aristófanes. Este género que atrapó tanto al mundo griego fue de menos a más. Quizás, cuando escuchamos el término tragedia, pensamos en algo profundo, serio, creemos que contiene elementos filosóficos altamente reflexivos. Puede ser que con la comedia nos suceda lo contrario, imaginamos algo agradable, divertido, mas, carente de profundidad. Si pensáramos así, Werner Jaeger nos enseña que ya no deberíamos hacerlo, porque la comedia tiene un valor tan importante como la tragedia. El autor alemán en este profundo estudio filológico sobre la paideia griega, en cuanto a la comedia apunta lo siguiente: “Pero la comedia es al mismo tiempo la más completa pintura histórica de su tiempo. Ningún género de arte o de literatura puede, en este sentido, serle comparada.”
Jaeger efectúa un estudio histórico sobre el surgimiento del género y su devenir. Sostiene que el vocablo comedia se originó de la palabra griega: Komos, ésta en la antigüedad se utilizaba para describir festivales: “Los más diversos elementos originarios de las más antiguas fiestas dionisiacas se funden en la comedia literaria. Al lado de la alegría festival del Komos, del cual tomó el nombre, se halla la parábasis, la procesión del coro que ante el público que originalmente lo rodeaba, da libre curso a mofas mordaces y personales y aun, en su forma más antigua, señala con el dedo a alguno de los espectadores.” Agrega el filólogo que en sus inicios fueron tres los comediógrafos destacados; Cratino, Eupolis y Aristófanes, pero que sólo de este último se conservaron sus obras.
Resulta importante detenernos y comentar un poco sobre el tema de la parábasis para magnificar el impacto que las piezas cómicas tenían en el espectador. La parábasis era una sección donde el coro se dirigía al público sobre diversos temas, normalmente políticos, y prácticamente se burlaban o mofaban de los personajes elegidos. Puntualizando que la temática desarrollada en la parábasis nada tenía que ver con el contenido de la obra. Esta característica infaltable en las representaciones de las comedias, le fue otorgando un espíritu crítico, claro, al mismo tiempo la parábasis pudo convertirse en un tribunal inquisidor. Empero, hasta donde podemos conocer, en esas sociedades no se utilizaba de manera perversa, malévola o mal intencionada. Allí se abordaban los temas y se utilizaban a personajes o hechos que públicamente eran muy conocidos y en la mayoría de los casos, resultaban ser personajes cuestionables o hechos condenables.
Por lo antes comentado, la comedia tuvo una enorme relación con las actividades políticas de la época. E incluso, al inicio el Estado obligó a los ciudadanos ricos a convertirse en patrocinadores o facilitadores paras que las comedias se representaran. Es en esta coyuntura cuando la comedia se convirtió en un género tan importante como la tragedia, pues existía un amplio público deseoso e interesado en conocer las comedias que se escribían y representaban. No obstante, para Werner Jeager, el momento culminante de su evolución se da cuando el género adquirió consciencia de su alta misión educadora: “La concepción entera en Aristófanes sobre la esencia de su arte se halla impregnada de esta convicción y permite colocar sus creaciones, por su dignidad artística y espiritual, al lado de la tragedia de su tiempo.” Desde una análisis e interpretación personal, considero que esa visión educadora de la comedia fue el punto clave para que el género no se convirtiera en algo vulgar, inquisidor, acusador, despiadado. Verdad es que por lo menos desde Aristófanes, se escribieron comedias donde ridiculizan a personajes injustamente, el eterno ejemplo lo encontramos en la comedia: “Las nubes”, donde Aristófanes ataca y exhibe a Sócrates despiadadamente, y, posiblemente, de forma injusta, mas, en la misma pieza no tan sólo hay arte, asimismo, existe toda una pedagogía al momento de contar la historia.
Para poder comprender mejor lo señalado, me permitiré narrarles lo esencial de la trama: Estrepsiades es padre de Fidípides. La obra inicia con las quejas y lamentos que Estrepsiades pronuncia debido a las enormes deudas que lo apremian. Estas deudas han sido ocasionadas por su hijo ya que éste heredó de su madre el gusto por la opulencia, la buena vida, los gastos superfluos. Entonces, Estrepsiades ha pedido prestado dinero para comprarle a su hijo caballos y cumplir sus caprichos. El nombre de la esposa nunca aparece, sólo el linaje al que pertenece, Estrepsiades nos la presenta así: “La noche aquella en que nos casamos, al tendernos a la mesa, yo olía a vino mosto, a higos y lana de mis borregos…ella olía a perfumes caros, a azafrán y a besos provocativos. Yo era la abundancia y ella era la dispensa. Era ansiosa y no tenía más ideal que el de Afrodita amante de la cosa larga y con ganas de gente nueva.”
Estrepsiades tiene un plan para salir del problema de sus deudas, el plan es sencillo, debe convencer a su hijo de alejarse del mundo de los caballos, de las carreras, e ingresarlo al mundo de los sabios de la retórica. Frente a la casa de Estrepsiades vive un tal Sócrates, considerado el gran sabio de la ciudad. Sócrates enseña junto a Querefonte y otros discípulos, el arte de hablar bien y, sobre todo, el arte de engañar, engatusar, en pocas palabras, el arte de la utilización de la palabra para calumniar y triunfar mintiendo. Así que, si Fidípides acepta ayudar a su padre, aprenderá el bello arte de la oratoria y podrá a través del discurso ganar los juicios en los tribunales, deshacer cualquier deuda legal. Lo malo para el padre es que el joven reniega aprender ese saber, afirma que Sócrates y los viejos que lo acompañan sólo son puros parlantes sin beneficio, que de nada sirven sus enseñanzas. Ante esta postura, Estrepsiades decide ir a aprender, Sócrates intenta guiarlo, educarlo, más, Estrepsiades no muestra cualidades; aunque se esfuerza, ya sea por su edad o por su tozudez no aprende. Es tan cabeza dura que el propio Sócrates se desespera y lo rechaza. El padre regresa a casa y entre presionando y todo, convence al hijo. Sócrates lo recibe con los brazos abiertos. El maestro le muestra el nuevo saber que gobierna al mundo: la demagogia, la mentira, la palabrería…
Sócrates le dice a Estrepsiades que su hijo recibirá la propuesta de enseñanza de dos saberes, el justo y el injusto, y al final él elegirá qué saber es más útil para la vida práctica. Aquí se presentan estos dos personajes y cada uno argumentará para tratar de convencer al joven de su propuesta: conozcamos los argumentos planteados por el saber justo: “Por lo mismo, jovencito, sin desconfianza adhiérete a mi enseñanza, la del saber justo. Mira lo que aprenderás: aborrecer la vagancia por el ágora. No ir a los baños públicos. Avergonzarte de los hechos que son infames. Cuando te vituperen, volverte una llamarada. Levantarte del asiento cuando un anciano se acerque. A ser muy comedido y respetuoso con tus padres. A no hacer cosa alguna vergonzosa que hiera tu pudor, que es tu mejor adorno. A no ir con danzarinas y quedarte boquiabierto, no vaya a ser que te eche un membrillo una de esas mujerzuelas y así, pierdes tu honradez. A no contradecir a tu padre llamándolo viejo Yapeto y echándole en cara su edad y el tiempo en que fuiste criado como un muchacho sin juicio…” En el momento en que el saber justo hablaba, constantemente era interrumpido por el saber injusto, ahora toca el turno al saber injusto
“Mira bien ahora, muchacho, de lo que van a privarte con su famosa templanza: ya no tendrás tus muchachos, ni mujeres, ni el cótabo, ni pescado, ni copa, ni francachelas… ¿Para qué sirve la vida si nos falta todo eso? Quede eso así, y vamos adelante. Vamos a ver las cosas naturales. Cometes un delito, has sido enamorado, has entrado con la mujer de tu vecino. Te atrapan en el acto. Te arruinas, si no sabes defenderte. Pero si te formas a mi lado, la cosa cambia. Baila, ríete, goza, nada es malo para ti. Si te hallan con mujer ajena, le dirás al marido que tú no eres el culpable. Di que eso mismo hizo Zeus, rendido por el amor y vencido por las mujeres. ¡Tú, mortal inerme, podrías tener más fuerza que un dios!”
Con este pequeño extracto que apenas si es un aperitivo para ir a leer la obra completa, el lector ya puede percibir que la comedia desde sus orígenes no tan sólo posee grandeza artística, escénica, crítica, además, en sus letras encontramos todo un modelo educativo. Lo mismo sucede en la pieza: “Las ranas”. Aquí Aristófanes se encarga de criticar duramente a Eurípides y engrandecer a Esquilo. Hoy día sabemos que los ataques de Aristófanes contra Eurípides y Sócrates en nada ensombrecen la grandeza de esos genios, así como tampoco en nada demerita esos ataques a la pureza artística de las dos comedias.
Jaeger resume la trascendencia y grandeza de la comedia con estas palabras: “La tarea de la comedia se convirtió cada día más en el punto de convergencia de toda crítica pública. Censuraba, cuando lo consideraba justo, no sólo a los individuos, no sólo esta o aquella actividad política, sino la orientación general del Estado o el carácter del pueblo y sus debilidades. Sólo a través de la comedia podemos llegar a conocer el violento apasionamiento a que dio lugar la lucha por la educación y las causas de donde procede. Y el hecho de que la comedia tratara de emplear su fuerza para convertirse en guía de aquel proceso, la convierte, a su vez en una de las grandes fuerzas educadores de su tiempo.”
La comedia forma parte de la paideia griega, con el transcurrir de los siglos, la comedia es parte de nuestra educación y civilización. ¿Alguien lo puede dudar?
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