Han sido muchos los agravios como para dar carta blanca a una cantada maniobra lopezobradorista encaminada a la extensión de su mandato.
El pueblo de México ya pagó el costo del “Experimento Peje” como para seguir pasando por alto ese afán de continuismo… de más de lo mismo.
No votar es participar. Es poner un hasta aquí al abuso de poder.
A no más mentiras, ni ofensas sin fin, sumadas al empobrecimiento social inesperado y una seguridad pública fuera de control que suma cada día pilas de cadáveres.
Hoy, lo más importante es reflexionar sobre cómo poner un alto a esa imparable corrupción, nepotismo y repetido fracaso en los grandes proyectos nacionales como la terminal aérea “Felipe Ángeles”.
En cómo atajar la destrucción masiva del ecosistema que está provocando el proyecto del “Tren Maya” sobre la reserva mundial del sureste. En cómo detener la cascada de dinero entregado al proyecto “Dos Bocas”, asentado sobre un lago… pero de corrupción encabezado por Rocío Nahle.
En cómo como no hacerle el caldo gordo a López Obrador acudiendo a sufragar para que siga en la Presidencia, cuando de todos modos no se irá ya que lo que busca no es precisamente la reelección, sino la continuidad de su mandato “porque el pueblo me lo demanda”.
No se puede ser tan lineal -como los chairos- para creer que la votación del 10 de abril será un ejercicio democrático, cuando hay una abierta manipulación preelectoral luego de echar abajo la veda por un decreto legislativo, impulsado por “Gutierritos”, que abrió las compuertas a la ilegalidad permitiendo al mismo tiempo gastos millonarios por propaganda.
No se puede ser tan ingenuo como para no pensar que tras el circo de la “Revocación” se esconde la urgencia autoritaria de desaparecer el Instituto Nacional Electoral, último baluarte del juego de la democracia.
La Revocación del Mandato no es más que la continuidad de la farsa de los gobernantes autoritarios.
Es el ejercicio iniciado por Fidel Castro, seguido por Hugo Chávez, Maduro y repetido por Evo Morales o Daniel Ortega, vía elecciones fraudulentas, para mantenerse en el cargo “gracias a la voluntad del pueblo sabio”.
Para López Obrador, la elección del 10 de abril representa la urgencia de saber como está el pulso ciudadano después de una desastrosa gestión.
Significa saber dónde se encuentra su nivel de popularidad ante la debacle acelerada tras el escándalo de la “Casa Gris”.
Ya por lo pronto, después de la micromuestra del pasado domingo en donde hubo elecciones extraordinarias en dos importantes bastiones de Morena -Veracruz y Oaxaca- donde la gente les dio la espalda, se encendió el foco rojo de Palacio Nacional.
Fue el resultado natural del hartazgo, como lo fue en la elección intermedia del 6 de junio del año pasado en donde un descuido y ¡Pum! los morenos perdieron la mitad de la votación de la ciudad de México, llevándose la oposición 8 millones de votos.
No votar la consulta es atajar un fraude cantado.
Tan cantado que en maniobras legaloides cambiaron de última la pregunta a votar, en argucia legislativa cambiaron la ley para permitir una propagada descomunal y desataron una cascada de amenazas a los beneficiarios de los programas sociales “¡o votas por AMLO o no hay apoyo!”.
Todo con cargo al erario, es decir, con cargo a los bolsillos de los contribuyentes.
Hoy la desesperación política se finca en una alta participación ciudadana que permita la extensión del mandato porque el pueblo quiere y porque una derrota no cabe en la mente de un autócrata que en 20 años -en cuatro elecciones- jamás aceptó una derrota.
La del domingo 10 de abril será el juego del ganas-ganas ya que en el extremo de que todo mundo saliera a vota en contra de López Obrador, sería su partido el que eligiera quien lo sustituyera y sería uno de los suyos como Fernández Noroña.
Queda claro, por tanto, que no votar, es una forma legítima de participar y presentar desde el vacío un frente común en contra de los empeños dictatoriales.
Tiempo al tiempo.
*Premio Nacional de Periodismo