¿Y EL ESTADO LAICO?/ Por Manuel Rosas Lara

                                                ¿Y EL ESTADO LAICO?

 

El próximo jueves 12 de mayo, la iglesia ha convocado a la sociedad civil veracruzana, a una marcha en esta ciudad de Xalapa, con el fin de llegar al Congreso de Estado para ejercer presión a los diputados, a fin de que aprueben, en este segundo período de sesiones, la reforma al artículo 4° de la Constitución local, donde quedaría establecida la protección de la vida humana desde el momento de la concepción hasta la muerte natural. Ha sido una actividad intensa la que ha llevado a cabo la iglesia, Se ha convocado a conferencias y a marchas en diversas ciudades de nuestra Estado. Se ha presionado a los candidatos a gobernador, para que se manifiesten en favor de la propuesta de la iglesia, so pena de afectarles en las preferencias electorales. Además, con estas acciones la iglesia ha creado un clima de confusión en la ciudadanía, aprovechando sus sentimientos religiosos, para lograr su objetivo. A partir de que Carlos Salinas de Gortari, en 1992, le reconociera a la Iglesia, personalidad jurídica y, e consecuencias los derechos inherentes a ella, el clero ha intentado tener un papel protagónico en las decisiones del gobierno.

Detrás de todo este movimiento, está la condena que la jerarquía católica hace al derecho de las mujeres por decidir sobre su cuerpo, llegando al extremo de rechazar el aborto de menores de edad, en casos de violación. Sin embargo, en un Estado Laico, estas acciones de la iglesia son ilegales y trastocan el principio de separación iglesia -Estado. El artículo 130 constitucional y la Ley de Asociaciones Religiosas y Culto Público son sumamente claras al respecto, ya que establecen que las funciones de la iglesia serán exclusivamente de índole religioso; teniendo prohibido asociarse con fines políticos, así como hacer proselitismo en favor o en contra de cualquier candidato. Tampoco puede ejercer presión moral para conseguir sus objetivos. En el caso que nos ocupa, la iglesia ha estado presionando a los ciudadanos para que se manifiesten en contra de una disposición constitucional; además, ha estado presionando a los candidatos a gobernador, para que apoyen su propuesta de reforma a la Constitución local, con la amenaza velada de afectarlos en la preferencia electoral en caso de estar en contra. Con todo esto, la iglesia está desviando los fines que la ley le reconoce, con el consecuente menoscabo de su naturaleza religiosa.

No podemos olvidar que hace 156 años culminó un periodo fundamental en la vida republicana de nuestro país: la Guerra de Reforma. En ella, Benito Juárez defendió enérgicamente el espíritu de la Constitución y se negó a colaborar con los grupos conservadores que apoyaban a la iglesia. Por eso sufrió acoso, persecuciones y privación de su libertad.

Tampoco podemos olvidar que fue en nuestro Estado de Veracruz, donde Juárez instaló la sede de su Presidencia y expidió las Leyes de Reforma en 1859 y 1860, que ponían fin a la intervención de la iglesia en los asuntos del Estado.

Ahora, estamos viendo que la iglesia regresa por sus fueros, con la complacencia de quienes gobiernan, porque han sido sus aliados, para mantenerse en el poder.

¿Qué hacer? ¿Derribar la estatua de Don Benito Juárez y colocar en su lugar la de Félix Zuloaga?

El movimiento de la iglesia en Veracruz no tiene razón. Los Tratados Internacionales en los cuales México es parte, así como la Suprema Corte de Justicia de la Nación ya se han pronunciado en el sentido de reconocer el derecho de la mujer sobre su cuerpo. Además, nuestros ordenamientos jurídicos tienen el mismo enfoque. Una reforma al artículo 4° de la Constitución de Veracruz es innecesario y permitiría abrir un abanico de incertidumbre sobre las mujeres que aborten, ya que se podría llegar a la aberración de acusarlas, no por el delito de aborto, sino por homicidio agravado por el grado de parentesco. Pero lo más importante es cerrar la puerta a las pretensiones de la iglesia, porque si regresa necesitaremos otro Benito Juárez para detenerla y así como están de desprestigiados los políticos y sus partidos, necesitaremos la lámpara de Diógenes para encontrarlo.

 

Manuel Rosas Lara